En la Argentina no se habla de lo importante. El sistema mediático, las redes y la oposición bailan al ritmo de Milei. Pero ya no es campaña, ahora las cosas están pasando. La mitad del paÃs justifica el sufrimiento del presente en los errores del pasado. |
Más que nunca, la batalla es por la agenda. Y solo hay un ganador. En el último año y medio fue Milei quien mejor entendió esto. El Presidente no elije lo que pensamos, pero sà sobre qué pensamos. Estamos ante un maravilloso caso de hipnosis gubernamental. Un Gobierno tero que con un mÃnimo esfuerzo intelectual grita por un lado para hacer las cosas por el otro.
La caÃda del consumo, la desregulación que impulsó la suba de precios a mayor velocidad, la licuación de las jubilaciones y la motosierra en las transferencias a gobernadores o en el presupuesto universitario son parte del paisaje argentino. Pero no son estos elementos los que nutren la mayoritaria conversación pública.
La vida argentina es eso que pasa mientras el ajuste y la recesión se va produciendo. En las investigaciones de opinión pública, especialmente en los grupos focales, la experiencia vivencial del ajuste es total. Pero lo que permea en la ciudadanÃa no son los deficientes resultados legislativos o la abrupta caÃda en la recaudación fiscal, sino lo superficial. Existe un mayor registro del conflicto que Milei mantuvo con Lali Espósito, que el mantenido con el Presidente de Colombia, o el que ya tuvo con la organización terrorista Hamas. La cultura popular evidentemente no es tan inútil.
Adorni, que tomó prestada cierta picardÃa de Carlos Corach, establece la agenda del dÃa en su streaming matutino. Puede anunciar despidos masivos o jugar un rato. Se divierte porque puede. El bullyng estatal que vamos naturalizando puede incluir a China, a quien le agradeció un envÃo tardÃo de camiones para combatir el Covid. No fue Alberto Fernández quien corrigió esa información, sino la propia embajada del paÃs asiático. Que la verdad no arruine un buen ajuste.
Nada de esto constituye un error. La provocación es un insumo gubernamental. El dÃa de la mujer se vió y el 24 de marzo también. Él éxito no es tener razón, sino ocupar tiempo mediático y digital en una discusión que va a cumplir 50 años. En las redes fue una de las conversaciones más relevante del 2024. Según el informe de Ad hoc los términos más utilizados en la conversación fueron "memoria", "verdad", "justicia" o "nunca más". No fue "memoria completa", el concepto que intentó instalar el oficialismo. No importa. Nuevamente, no elijen qué pensamos, sino sobre qué. Es un montón.
AsÃ, el tero grita para distraer. Ya se sabe: grita en un lugar, pone los huevos en otro. Y distraer es más fácil que tener razón. No requiere de estética, ni de sintaxis, ni de mucha inteligencia porque no necesita de capacidad argumentativa. Bien lo sabe el ministro Caputo. Es más simple escandalizarse en televisión por el aumento de las prepagas, que explicar que su desregulación impulsó esos aumentos. El "ah pero casta" algún dÃa será remera.
Con tanto grito del tero se pierde el criterio de noticia. La distracción, que utiliza la agresión como condimento esencial, se naturaliza y deja de ser novedad. Nido de ratas, corruptos, coimeros, parásitos o pauteros nutren la conversación polÃtica de Milei. Como no alcanza, la agresión se terceriza en otros autores. El tiempo es más eficiente si solo puede darle "me gusta" a posteos ajenos que alcanzan la fama con su beneplácito.
Esta violencia discursiva no es poética, ni siquiera ocurrente. No tiene la sofisticación de la ironÃa. Sin la necesidad de la argumentación, son muchos los que se pueden sumar al club de la agresión. El requisito para el ingreso es nulo. Valdés dice que se caga en Lousteau, Caputo le dice chichón del suelo a Grabois, Yacobitti propone pelear con Adorni y el vocero le propone jugar al Age of Empire. La Argentina infantiliza su debate público mientras ingresa en un terreno macroeconómico que no es joda.
Si la caÃda de la inflación se sigue produciendo a costa de la caÃda del consumo, y eso genera menor recaudación, ¿cuándo, y sobre todo cómo, se va a producir el repunte? Si el salario real se sigue depreciando, y hay consenso sobre el atraso cambiario, ¿cómo nos volvemos más competitivos sin generar más pobreza? ¿Qué paÃs del mundo pudo retomar la senda del crecimiento desde una crisis con más mercado y menos Estado? Por último, si la inflación baja, ¿la sociedad aplaude? ¿O si la baja se produce en el desierto del desempleo vamos a las puertas de una nueva frustración?
Como se suele decir, este es un paÃs que nunca te aburre, quizás ahà también está el problema. El entretenimiento es total. Asà seguimos contestando los gritos del tero, sin importar en donde está poniendo los huevos.
El semáforo no tiene verde
El tablero de control de la Argentina titila por todos lados. La relación del Gobierno con el resto de la polÃtica aún no tiene goles. El vÃnculo con los gobernadores y con el Congreso Nacional mantiene altas dosis de agresividad y aún no tiene éxito para mostrar.
En caso de aprobarse lo que queda de la Ley Ómnibus será justamente un acuerdo. El Gobierno podrá mostrar un éxito parlamentario. Para evitar la vergüenza de haber negociado dirá que le ganó a la casta, que les torció el brazo o figuras similares. La oposición, que quiere dejar de ser el chivo expiatorio de las torpezas polÃticas del oficialismo, prefiere que empiece el juego. Dirá que ya no tienen excusas y que ahora es tiempo de gobernar. Pasaron 4 meses, este párrafo podrÃa haber servido hace dos.
En el plano externo hay que prestarle atención al FMI. Si ya estamos en ese fatÃdico punto en el que la macro depende nuevamente de un préstamo no lo sabemos. Por lo pronto el organismo internacional le pide al Gobierno que afloje con el ajuste, no por buenos, sino por insostenible. Entre lo poco sustentable que parece la relación con el Congreso y lo volátil que puede ser el humor social el organismo internacional plantea, con su tÃpico eufemismo, sus preocupaciones. Mientras tanto el proceso de seducción con EEUU pierde sutilezas. Lo que falta saber es qué ganamos, y sobre todo, qué perdemos.
Por su parte, el mercado sonrÃe. Lógico, el Estado, esa "organización criminal" está siendo eficazmente combatida. Se despide a sus miembros y se la desfinancia. La recaudación cae estrepitosamente. Al mercado no le preocupa la deuda en dólares que se acumula por importaciones, la dependencia de más financiamiento con el FMI o la tensión social. Como con Macri, si esto se descalabra, ellos ya no estarán aquÃ.
La microeconomÃa sufre los embates del ajuste. La caÃda del consumo ya es un dato consolidado y la caÃda del empleo es lo que sigue. Quien tiene plata en el colchón la va sacando, con cuidado, porque los niveles de inseguridad aumentan en los paÃses en crisis. En este estado de las cosas, bien vale mirar la relación con los adherentes del Gobierno, su mayor fuente de poder.
La imagen del Gobierno es el indicador que no debe caer, y en efecto, no cae en concordancia con los inquietantes números de la economÃa. La caÃda de estos indicadores sin sustento polÃtico tiene efectos polÃticos y sociales inmediatos. Si la gente putea, la polÃtica se pondrá aún más agresiva y la viabilidad económica se tornará aún más complicada. Pero los datos están en Corea del Centro, ni tan bien, ni tan mal.
Una sistematización de la aprobación de gobierno realizada por la consultora Barda comparó el indicador a 100 dÃas en las últimas 4 presidencias. El Gobierno de Milei registra una aprobación del 53 % a tres meses de su asunción. Alta, pero la más baja comparada con Cristina (60 %), Macri (59 %) y Alberto (67 %). La última encuesta de la Universidad de San Andrés va en el mismo sentido. Mide la satisfacción con la marcha general de las cosas a 90 dÃas de la asunción. Ese indicador sube de 11 % a 32 %. El pico de Macri fue de 53 % y el de Alberto 57 %.
La misma encuesta registra que la aprobación sobre el Gobierno de Milei llega a 51 %, pero la aprobación con la marcha de la economÃa es del 38 %. Esa es la brecha que también importa. Esos indicadores se unen tarde o temprano, para arriba o para abajo.
Otro comportamiento a observar: la preocupación por la inflación cae en marzo, pero en el mismo mes aumenta la preocupación por los bajos salarios. Falta confirmar si este dato es aislado o será tendencia. Si baja la inflación, pero no aumentan los salarios y baja el empleo, es posible que la sociedad le corra el arco al Gobierno. Al final, no hay cosa que le venga bien.
En este tablero sà hay una nÃtida luz verde. Sigue siendo un pasado profundamente rentable para la narrativa del Gobierno y una oposición deshilachada, sin liderazgo, sin contenido, sin credibilidad ni creatividad. Hace 15 años la oposición se juntaba para dar un dato de inflación que el Gobierno negaba. Hace 10 años los periodistas se juntaban para gritar "queremos preguntar". Hoy, peronistas y radicales no se animan a votar juntos porque tienen miedo de quedar señalados, mientras el Presidente camina descalzo sobre un colchón de vidrios. Asà están los dos partidos históricos de la Argentina que se acostumbraron a depender de lo que hacen los demás.
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- 311/04/2419:25Este artículo es exactamente lo que vengo diciendo. Una oposición que fulminó al pais cuando fue gobierno y hoy es un rejuntado de monstruos dentro de una bolsa de gatos. La renovadción es BOUDU Y DEVIDO, JUAAAAAA
- 211/04/2419:23Es correcto lo del Tero... En un paisucho con estos socialdemocratas chotos que hundieron el pais no queda otra estrategia que la del tero
- 109/04/2419:54Buen análisis.