"Hola, soy Mavi de AlmerÃa y estoy muy preocupada por el cambio climático". En octubre del año pasado, el colectivo Extinction Rebellion, movimiento internacional que utiliza la desobediencia civil como forma de protesta ante la inacción climática, realizó su encuentro mensual en el parque El Retiro. Era la primera asamblea tras un asfixiante verano con temperaturas récord y con voraces incendios forestales.
Delante del grupo, de los viejos activistas y de las caras nuevas, alrededor de 30, se paró VÃctor de Santos (31 años), un ambientólogo que dejó su pueblo natal en Segovia y su trabajo (consultor en una empresa) para dedicarse de lleno a la lucha cientÃfica contra la alarmante pasividad de los gobiernos ante la emergencia climática.
De Santos es uno de los fundadores de Rebelión CientÃfica España, un colectivo "hermano" de Extinction Rebellion, que, desde finales de 2021, agrupa a los investigadores que están dejando sus laboratorios y sus oficinas para unirse a una sublevación civil que empieza a tener impacto polÃtico.
A nivel local, sus caras visibles son tres eminencias: Fernando Valladares (cientÃfico del CSIC), Marta Rivera Ferre (cientÃfica y coautora de uno de los últimos informes del IPCC) y Jorge Riechmann (filósofo y ecologista).
Este último investigador declaró la semana pasada ante un juez acusado de los delitos de daños a bienes de valor histórico, desobediencia grave y desórdenes público que lo pueden llevar a prisión. Riechmann y otros 14 cientÃficos están siendo investigados por la protesta del 6 de abril del año pasado en las escalinatas del Congreso de los Diputados.
"Esa fue nuestra carta de presentación. La visibilidad fue muy grande. A partir de eso mucha gente empezó a sumarse a los colectivos que promovemos la desobediencia civil como arma para luchar contra una emergencia que los gobiernos están subestimando", explica De Santos.
Por eso, cuando aquella tarde en El Retiro, Mavi, de 24 años, se presentó como una estudiante de FÃsica de la UNED, preocupada por el futuro de su generación, ni él ni ninguno de sus compañeros desconfió de sus intenciones.
Con el correr de los dÃas, la joven se integró en los distintos grupos de trabajo. Empezó a participar en la búsqueda de un local. "Era muy dicharachera, agradable, caÃa muy bien a la gente. SabÃa jugar a ese juego", reconstruye De Santos sobre su inserción en el grupo.
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La joven no estaba "nada politizada", sin embargo no levantó sospecha alguna: "A Extinction Rebellion viene mucha gente que no está politizada, gente con eco-ansiedad y preocupada por la crisis climática. No le di mucha importancia. No se te pasa por la cabeza que una chica de 24 años puede ser policÃa. La verdad que nunca sospeché".
Semanas más tarde, Mavi entró en la casa de De Santos. Él no estaba. HabÃa viajado a Alemania para realizar protestas en Múnich y BerlÃn, donde fue detenido y pasó seis noches en prisión. El anfitrión fue su compañero de piso. Esa noche se metió en otro grupo de trabajo, en "cultura regenerativa".
A su vuelta, coincidieron en un taller organizado en La Tabacalera de Lavapiés. El grupo salió luego a tomar unas cervezas. Mavi se acercó mucho a De Santos. Charlaron. Se rieron. Se besaron.
A la semana siguiente, finales de noviembre, pactaron un cita. Acabaron en la cama del cientÃfico. Después Mavi "desapareció". Dejó de asistir a las asambleas y de contestar los mensajes del grupo. Se excusó diciendo que tenÃa muchos exámenes en diciembre y enero.
Reapareció en febrero "muy activa", recuerda De Santos. QuerÃa "más participación, más protagonismo". El 15 de febrero, Mavi realizó su primera "acción". Formó parte del grupo que en el aeropuerto de Barajas levantó pancartas contra los vuelos privados.
En esas semanas se acercó a Futuro Vegetal, otro colectivo de desobediencia civil no violento que, como primera premisa, exige al Gobierno derivar las subvenciones a la ganaderÃa para fomentar alternativas social y ecológicamente responsable.
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En ese momento, este otro grupo estaba en el foco mediático por sus intervenciones, como la que dos activistas realizaron en el Museo del Prado al pegar sus manos en los cuadros de La maja vestida y La maja desnuda o el intento de otros de sus miembros de estamparse a los micrófonos de la tribuna del Congreso.
En paralelo, Mavi se infiltró también en La Animosa, un centro social okupado de Hortaleza, donde practicaba boxeo y tai chi. El domingo 12 de marzo, en su segunda acción climática, la joven se paró con un cartel en medio de Gran VÃa que rezaba "Cuando escasee el petróleo, crees que nos quedará comida".
Tras cortar la calle por varios minutos, Mavi y sus compañeros fueron cacheados e identificados por un equipo de antidisturbios, que les incautó todo el material de la protesta. Su foto quedó posteada en las redes del colectivo.
El martes, De Santos recibió un llamado del digital El Salto. Quedó atónito al escuchar que Mavi no era Mavi. Su verdadero nombre era MarÃa Victoria C.S. No estudiaba FÃsica en la UNED. Era una agente encubierta nombrada personal funcionaria de carrera de la PolicÃa Nacional en mayo 2022, tal como figura en el BOE.
El ambientólogo se acercó a la redacción del periódico. Le enseñaron fotos de la chica con su verdadera identidad. TenÃa cuentas de redes sociales distintas a las que se habÃa creado como Mavi. "Vamos a llamarla a ver qué nos dice", le dijo a los periodistas que destaparon el caso.
"Le dije que la habÃamos descubierto y me respondió que qué le estaba contando, que era falso lo que le estaba diciendo. Le propuse que probara que no era policÃa. Se negó a colaborar y cortó la llamada. Ya no contestó más y desapareció del mapa. La sospecha es que la sacaron de Madrid al ser descubierta", especula De Santos, que cree que fue "elegido" por su rol de organizador y por haber estado preso en Alemania.
"No sé si le habré gustado o si simplemente se acostó conmigo por pura manipulación para sacarme información. Parece mucha casualidad. Me inclino por lo segunda", afirma.
Los cientÃficos europeos dejan sus laboratorios para salir a la calle ante la inacción climática
La noticia de la infiltración, como era de esperar, causó parálisis y temor entre muchos miembros de estos colectivos: "Pero un mes más tarde pienso que nos hizo más fuertes. Sabemos que la escala represiva va a aumentar. Pero la crisis climática no se para con policÃa infiltrada. No hay cárceles suficientes para encerrar a toda la gente descontenta por la inacción climática".
La infiltración -agrega- revela que los poderes represivos del Estado han visto que este movimiento "tiene potencial" para canalizar el descontento social por la inacción contra el cambio climático y que puede "cobrar mucha más fuerza" en los próximos años. El miedo de "no saber lo que está ocurriendo" explica que "alguien con poder" haya decidido meter una policÃa dentro de estas nuevas agrupaciones.
No en vano, en septiembre, poco antes de la aparición de "Mavi", la FiscalÃa presentó su último informe sobre criminalidad. Dentro del subgrupo "terrorismo", el documento señalaba la irrupción de un nuevo "ecologismo radical violento".
"El Estado suele justificar la represión catalogando a los activistas de violentos, de hippies, de vagos. Descoloca que seamos cientÃficos. No saben cómo tratarnos. Somos esos hijos ideales, cientÃficos, universitarios, profesionales que se han revelado", reflexiona De Santos.
Los abogados que asesoran a estos colectivos están preparando una querella contra el Estado español por una infiltración que consideran ilegal. Por lo pronto, el Ministerio del Interior y Fernando Grande-Marlaska callan. Los ecologistas quieren una explicación.
Los cientÃficos aclaran que ni la infiltración de más policÃas ni las penas de presión a la que se enfrentan varios de ellos va a frenar una lucha -la acción directa de desobediencia pacÃfica- que, con seguridad, va a "normalizarse" por la aceleración y magnitud de la crisis climática.
"Yo no la paso bien haciendo las acciones, no me sube la adrenalina, todo lo contrario, me tenso muchÃsimo. No son momentos agradables. Entiendo que estratégicamente es lo que hay que hacer. Y entiendo que es el rol que nos toca jugar por la generación en la que hemos nacido y por tener el privilegio de ser cientÃficos", confÃa De Santos.
Sin conflicto, sin acciones, sin protestas como la del Congreso, "la lucha climática pierda fuerza y movilización". De Santos admite algún recelo social por las formas, pero asegura que la sociedad "cada vez entiende mejor" la desobediencia civil de los cientÃficos.
Su padre, en Segovia, ya no frunce el ceño al verlo con su delantal blanco en una protesta. Por segundo año consecutivo perderá parte de su cosecha por la sequÃa. Su madre, en cambio, sigue repitiendo la misma frase cada vez que sale el tema de su activismo: "Es necesario hacer algo, pero por qué tú".
Su respuesta: "Madre, si nadie hace nada, nos quedamos sin planeta".
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