Alberto Fernández reunió el pasado viernes a unos 25 miembros del “albertismo”, legisladores porteños, diputados nacionales y algunos dirigentes que todavía sobreviven en el kirchnerismo, para debatir los pasos a seguir en el cada vez más inestable escenario político. Fueron menos de los esperados, pero tampoco se puede hablar de un fracaso de la convocatoria.

Es que una versión, confirmada por La Política Online, despertó pánico entre aquellos que todavía no se animan a formalizar una ruptura con el kirchnerismo, la mayoría de ellos ligados de alguna manera al presupuesto del Estado. La información que electrizó esos círculos daba cuenta de ciertas negociaciones políticas, mucho más serias de lo que trascendió, entre el ex jefe de Gabinete y Alberto Fernández.

“Cobos analizó con Alberto la posibilidad de que sea él quien le arme la pata peronista, que el cree indispensable para gobernar el país”, confirmó a La Política Online un integrante del desconcertado albertismo. “Una cosa es el kirchnerismo crítico y otra ponernos a rosquear con Cobos, de ahí a que nos digan golpistas y Kirchner nos pase por en cima con la locomotora hay un paso”, agregó la fuente, que formó parte del grupo de “prudentes” que eludió la invitación de Alberto.

Entre sus periodistas afines, Alberto Fernández dejó trascender que el encuentro secreto que mantuvo en su departamento de Puerto Madero con Cobos fue para pedirle –por pura iniciativa propia y sin que nadie de la Casa Rosada le solicitara la gestión- que no trabara las facultades delegadas que necesita el Gobierno.

La realidad de ese encuentro, y otras conversaciones que no trascendieron, es que el ex jefe de Gabinete y el actual vicepresidente, hablaron de escenarios políticos sin Kirchner en el poder. De allí la furia del ex presidente que pidió la cabeza de Marcela Losardo, la hasta entonces albertista viceministra de Justicia, entre otros funcionarios que fueron expulsados del Gobierno de mala manera.

Como se sabe, Eduardo Duhalde es otro de los peronistas que viene cultivando al vicepresidente, se supone para el 2011; salvo que se le de crédito a las afirmaciones de Elisa Carrió que acusó a Cobos y Duhalde de buscar una salida anticipada del poder de Cristina Kirchner. O sea, un golpe de Estado.

No es un secreto que Alberto Fernández ha retomado los contactos periódicos Duhalde. Así como se muestra cada vez más desencantado de quien era hasta hace poco su apuesta fuerte para el postkirchnerismo: el gobernador Daniel Scioli.

“El problema de Daniel es que no termina de animarse a romper con Kirchner, está como esperando un milagro que le resuelva esa situación y no se da cuenta que en el medio Kirchner le está provocando un daño político serio con la sociedad; por no hablar de cómo queda su imagen hacia adentro del peronismo”, suele decir por estas horas Alberto Fernández.

Se busca candidato joven y peronista

Luego de meter los dedos en el enchufe de Julio Cobos, el ex jefe de Gabinete retomó aguas menos turbulentas. En ese marco, volvió a difundir su idea de crear un “polo generacional” de dirigentes peronistas “jóvenes” que reemplacen al kirchnerismo.

El lote lo encabeza el gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey, con quien estuvo reunido el jueves pasado. Si bien Urtubey viene de realizar una pésima elección –contando con todo el aparato de la gobernación, le ganó a Juan Carlos Romero apenas por un punto en las legislativas de su provincia-, Alberto Fernández no pierde la esperanza de que se convierta en su carta fuerte para el 2011.

“Alberto cree que en el 2011 se va a repetir el escenario de atomización del 2003, que carrió va a romper con la UCR y va a ir contra Cobos; la derecha con Macri y el PJ dividido y que en ese marco puede estar para cualquiera, no descarta que un tapado termine entrando al ballotage, sueña con descubrir un Enríquez-Ominami”, agregó la fuente consultada.

La referencia apunta a la revelación de las presidenciales chilenas, este diputado de apenas 36 años que de la nada está terciando en las encuestas y amenaza con aguarle la fiesta a los dos grandes de la política transandina: la gobernante coalición y la siempre acechante derecha, hoy encabezada por el empresario Sebastián Piñeira.

De hecho, Alberto Fernández desayunó el miércoles pasado, con este irreverente político y cineasta, hijo del mítico guerrillero Miguel Enríquez, uno de los fundadores del Movimiento Izquierdista Revolucionario (MIR), que se formó en el exilio en Paris.

Como sea, en ese lote “generacional” que sin mucha rigurosidad intenta construir Alberto Fernández se mezclan figuras relativamente nuevas de la política como algunos intendentes del Conurbano (por ejemplo el de Escobar, Sandro Guzmán), con gobernadores como Urtubey y el chaqueño Jorge Capitanich –que por elemental prudencia sobreactúa su kirchnerismo ante las cámaras-; con viejos cuadros del establishment peronista como el sanjuanino José Luis rioja.

Alberto no descarta incluso provocar una ruptura partidaria si Kirchner se afianza en un manejo cerrado del PJ, obturando las posibilidades de cambio. “Tenemos que hacer como hizo Cafiero con la renovación e ir por afuera contra Kirchner, dejándolo como lo viejo”, suele arengar.

Así, mientras hace las valijas para irse en un nuevo viaje “académico” a España, quien fuera uno de los dos hombres más poderosos del país continúa en la búsqueda de su Enríquez-Ominami, o más precisamente, de un nuevo Kirchner que le garantice el regreso al poder. Y por eso, para que la operación simbólica cierre, necesita que el 2011 sea el añorado 2003. El tiempo dirá cuanto hay de deseo y cuanto de fina intuición en el análisis del ex jefe de Gabinete.