Alberto Fernández está convencido que es un genial “king maker” y de tanto repetir que el fue el cerebro y motor detrás de la llegada de Néstor Kirchner al poder, parece que se lo terminó creyendo. Al menos eso indica el entusiasmo que le pone a la última creación de su laboratorio político: la candidatura presidencial del salteño Juan Manuel Urtubey.

El ex jefe de Gabinete sostiene que en el marco de la actual atomización de las fuerzas políticas el joven gobernador de Salta muy bien puede encarnar en la Argentina una sorpresa similar a la del chileno Marcó Enrique-Ominami que revolucionó las presidenciales chilenas con su inesperado rush, que lo llevó en pocos meses a terciar en la pelea grande.

Pero salvo la juventud, poco más parecen compartir el joven diputado chileno –hijo de un famoso guerrillero asesinado por la dictadura de Pinochet- y Urtubey, fiel representante de la conservadora clase alta salteña. Al menos esa fue la impresión de los asistentes a la última tenida que el ex jefe de Gabinete concretó para impulsar a su pollo entre las “bases” peronistas que aún lo escuchan.

La tarea logística estuvo a cargo del ex belicista y el joven k, el voluble Nicolás Trotta, quien luego de ser expulsado del gobierno se habría conseguido un contrato en el gobierno salteño.

Como sea, Trotta se encarga del “día a día” del armado de Urtubey en la Capital. Y en ese rol fue que el pasado martes organizó una cena en "La suburra ristorante", una coqueta cantina de Palermo Hollywood, que lamentablemente no contó con una concurrencia nutrida -pese a la modesta amplitud del lugar no alcanzaron a llenarlo-, pero por lo menos logró este ex escriba de libros apologéticos del kirchnerismo, que asistieran un puñado de concejales electos de Dolores y Mercedes.
La comida y los vinos impecables y el lugar como se dijo, por demás acogedor. El problema surgió cuando Urtubey tomó la palabra. En tono monocorde empezó a hablar de la necesidad de “encontrar el lado racional a la política”, de lo importante de “ser previsibles y respetar las instituciones”, y demás obviedades propias del discurso albertista.

Mientras el gobernador avanzaba en una larga serie de lugares comunes encadenados, los invitados se empezaron a poner nerviosos, pero la frutilla del postre llegó cuando al final de su discurso y como quien va a revelar un secreto de Estado, Urtubey afirmó entusiasmado que si la oposición se "avivaba" tenía una manera de ponerle freno a Kirchner: discutir una nueva ley de coparticipación federal (se olvidó de comentar Urtubey o acaso no lo sabía, que esa norma que ni siquiera Carlos Menem en el apogeo de su poder logró aprobar, requiere la ratificación de las Legislaturas de todas las provincias, luego de su sanción por el Congreso nacional).

De manera que ante la gaffe final, los invitados cayeron rendidos ante lo evidente y la conclusión fue unánime: al joven gobernador salteño, le falta un hervor para encarar una candidatura presidencial.