El gobierno podrÃa aprovechar el viraje ciudadano de Cristina, para explorar la búsqueda de acuerdos. |
No importa si se anuncia, tampoco es necesaria la foto, ni hace falta siquiera que se haga, lo importante es que ocurra. La Argentina tiene como pocas veces en su historia reciente la oportunidad de enhebrar los trazos gruesos de un acuerdo sobre lo que hay que hacer y sobre todo, no hacer, para que el paÃs inicie un camino de desarrollo sostenible.
La vÃa, como es natural, tiene que pasar por el centro. Y en ese sentido la moderación de Cristina Kirchner puede ser una llave importante de ese proceso. Si es una estratagema electoral, hay que trabajar para aprovecharla. Demostrarle y ofrecerle las ventajas de un futuro polÃtico más apacible o en todo caso, mas centrado en la construcción del éxito del paÃs que en la destrucción del adversario. La polarización tiene que terminar y esa es la parte más sencilla, bastan un par de órdenes discretas y algunas palabras públicas.
Cristina Kirchner va a confirmar este domingo que es una parte importante de la realidad polÃtica del paÃs. La destrucción total de esa expresión, no sólo es autoritaria y acaso imposible, sino muy negativa para la construcción de una Argentina que transforme desde el consenso que se proclama, pero que hasta aquà -de uno y otro lado- se reduce a coincidir con los que piensan igual. Habrá que intentarlo también con ella y si se niega, sin ella.
España es un ejemplo extraordinario y muy cercano. No sólo por los Pactos de la Moncloa, de los que se puede incluso prescindir, sino por la antesala profunda que los hizo posibles: El tránsito de una polÃtica de calles incendiadas al paulatino ingreso en el mundo de la moderación. Parece menos heroico, pero no sólo es el camino más seguro para consolidar cambios, sino acaso el más propicio para producir mejoras por acumulación en la vida cotidiana de la gente ¿Y acaso la polÃtica no tiene ese fin?
Hoy España vive un ciclo de desencanto, pero el viaje polÃtico que emprendió desde el fin del franquismo, cuando era un paÃs que en muchos ámbitos marchaba a la zaga de la Argentina, hasta esta problemática de paÃs desarrollado, sigue siendo una hoja de ruta muy pertinente para mirar de cerca, como bien explica Fernando Onega en su reciente libro sobre la transición. Una transición que fue exitosa gracias a la moderación de sus fuerzas polÃticas más gravitantes.
En esta columna se anticipó meses atrás que el posicionamiento polÃtico que ensayaba Randazzo hacia el centro, buscando ese espacio que proclamó Massa, pero que también exploró Macri, indicaba que lejos vivir la Argentina en esa polarización anunciada y agitada por los grandes medios, lo que se demanda es la búsqueda cuidadosa y persistente de las soluciones. El viraje de Cristina viene a confirmarlo. Hoy en la Argentina se ganan votos yendo hacia el centro, no hacia los extremos.
¿Y si tenemos a varias fuerzas confluyendo desde distintos lugares, qué es lo que falta? El acuerdo. Para que se entienda: Ni helicóptero ni cárcel. PolÃtica.
Obra pública, infraestructura social básica, soberanÃa energética, reducción de la pobreza, transporte, empleo, crecimiento, estabilidad macro, niveles sostenibles de déficit y deuda ¿Quién de los importantes se opone a esa agenda?
La lectura maniquea, siempre a la mano, cree que si hay confrontación y disputa por el poder, esto es imposible. Falso. La construcción de polÃticas de Estado es más una construcción de sentido compartida sobre lo esencial, que la búsqueda de un Nirvana de armonÃa, que en esta vida no vamos a conocer. Y mejor asÃ.
Es tan sencillo como invertir las prioridades. "Por una vez los peronistas tenemos que apostar a ganar y llegar sobre el éxito del que está", dice Ramón Puerta. Y del otro lado habrÃa que hacer un esfuerzo por entender que la Argentina es un paÃs de mayorÃa, no ya polÃtica, pero si cultural, peronista. Sobre esa realidad se puede trabajar, buscando un camino propio de prosperidad. Actualizar, pero también respetar. Australia no es Israel, pero ambas naciones encontraron un desarrollo posible. No hacen falta guerras civiles ni siglos, apenas un puñado de décadas bien aprovechadas.
No importa quien gane el domingo. El resultado del lunes ya lo conocemos: Macri va a ser el lÃder ratificado de una fuerza nacional, Cristina una expresión revalidada de la polÃtica grande, Massa existe y los gobernadores peronistas y radicales, una representación avalada del paÃs profundo ¿Y cómo se ordena ese lienzo? Desde el poder. En la Casa Rosada está la mayor responsabilidad.
Por favor no corte ni pegue en la web nuestras notas, tiene la posibilidad de redistribuirlas usando nuestras herramientas.
En cuanto a eso de la Moncloa, te recuerdo las sabias palabras del filósofo local Aldo Rico: "Para discutir primero hay que estar de acuerdo". Y me parece que no se puede discutir con alguien que, de entrada, lo que quiere es matarte. Se discute de igual a igual, entre pares. Si no, es sólo aceptación mansa del discurso del que tiene el poder.
Aquí hay que recurrir a Pareto: hay una élite podrida, estancada, que impide el acceso de una nueva élite. Pero el problema de la Argentina es que ni siquiera hay una élite de reemplazo. Salvo Randazzo o Cristina, no hay nadie con verdadera hambre de poder y, en el caso de la primera, está más para irse que para quedarse, por más que gane las elecciones ahora. En cuanto a Massa, sería el líder perfecto en un país estabilizado, pero no el contramaestre de un barco azotado por la tormenta.