La paradoja del independentismo catalán es que ha salido más debilitado como bloque del 23J, pero aun asà será definitivo para que Pedro Sánchez presida otra vez el Gobierno central. Por eso en el PP ven necesario frustrar las negociaciones entre los emisarios de Moncloa, dirigentes del PSC y referentes independentistas: es la única forma de precipitar un bloqueo que lleve a una posterior repetición electoral.
De hecho, los miembros del Gobierno, en el PSOE y en Sumar, miden cada una de sus declaraciones para no herir la sensibilidad de ERC y, en particular, de Junts, la formación clave para la investidura de Sánchez. La amnistÃa y el referéndum de autodeterminación "ya están encima de la mesa porque lo ha puesto una de las partes", apuntó la jefa de los comunes, Jéssica Albiach.
Los socialistas son más cautos con las concesiones que están dispuestos a negociar con los republicanos y posconvergentes, al menos los que hablan desde Madrid, ubicándose del lado del constitucionalismo, aunque el caso del PSC es diferente, porque su aportación al "clima de acuerdos", tal lo define uno de sus miembros a LPO, será crucial para la reedición de un gobierno progresista. Ante esta estrategia, Génova intenta reaccionar con fuerza.
Los populares saben que agitar el fantasma del procés ya no es efectivo. Ni siquiera lo es la muletilla del perdón presidencial a Carles Puigdemont, una posibilidad real, si bien lejos de cualquier concreción, con las conversaciones recién inauguradas. El blanco del PP no irá dirigido a los polÃticos del arco independentista, sino a la figura del lÃder del PSC, Salvador Illa, uno de los pocos socialistas que salió fortalecido de las generales.
Illa ha practicado la lealtad y la prudencia desde que se conocieron los primeros números del domingo. La federación catalana paró en seco al PP y Vox, le dio una victoria incontestable al socialismo y dejó heridos a ERC y Junts -la CUP ha perdido su representación en el Congreso de los Diputados-, un punto que debe gestionar con cintura, casi como si caminase por un campo minado.
No es secreto para nadie que Illa esperaba con ansiedad las elecciones del domingo pasado. Después del buen resultado del 28M, que entre otras cosas les devolvió el control de Barcelona a los socialistas, buscaba comenzar una campaña de desgaste a Pere Aragonès, con la vista puesta en las autonómicas de 2024. El lÃder del PSC era partidario de un adelanto para aprovechar el buen momento de la formación y hacerse con Generalitat, un viejo anhelo en Cataluña y Ferraz.
Alejandro Fernández, jefe de los populares catalanes, sabe de las intenciones de Illa, y en ese sentido propuso al aire que consagrarle titular del Ejecutivo autonómico a cambio de que el PSOE se abstuviese en una hipotética investidura de Alberto Núñez Feijóo. Es parte de las soluciones imaginativas que explora el PP, aunque Fernández no aclaró si la oferta tenÃa el visto bueno de Génova. Lo que el dirigente popular sabe es que ha tocado una fibra sensible en Illa y sus aspiraciones polÃticas.
En el PP le recuerdan al PSC que su candidato en la ciudad condal, Daniel Sirera, fue el artÃfice del gobierno municipal de Jaume Collboni. Desde el socialismo responden que Ada Colau también le apoyó y que el PSC tiene acuerdos de gobierno con ERC y Junts en otras ciudades de Cataluña. Con todo, el tono amistoso con los de Illa quedará en el pasado.
La campaña del PP pasa por recordar que Illa ha sido el ministro de Sanidad durante la pandemia y asociarle con la crisis sanitaria y las medidas de confinamiento o, en otras palabras, erosionar su imagen y sus posibilidades. Lo cierto es que esa estrategia se muestra gastada y hasta puede tornarse contraproducente, en especial porque Illa ha llegado a la conducción del PSC y en poco tiempo le hizo ganar desafÃos importantes en las urnas.
Puigdemont se vuelve clave y tiene los votos que Sánchez necesita para gobernar
Pero el PP tiene un problema con Illa, un dirigente de laborioso, de bajo perfil, alejado de las polémicos y cultor del "efecto teflón". En el PSOE ven la disposición de Junts a armar un grupo parlamentario con ERC y las últimas declaraciones de su presidenta, Laura Borrà s, sobre las expectativas de las negociaciones como la posibilidad de llegar a un acuerdo para la investidura. El accionar o la disipación de Illa en ese proceso será determinante.
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