28 de abril, 2024
Editorial
El ritmo de la política argentina
El kirchnerismo, puertas afuera, tiene el desafío de seducir a los sectores medios de los centros urbanos. Mientras esto sucede, algunos se apoyan en el silencio, en la foto oportuna, y acumulan casi sin desgaste. Otros, apocalípticos, desgastan pero no acumulan. Todas son estrategias que hablan de nosotros como sociedad. |
“Tiene que haber tres elementos: melodía, armonía y ritmo. Y hoy sólo hay ritmo: tachín, tachín”. Así Charly García se expresaba sobre la música, y sin buscarlo, metaforizó el estado actual de la política argentina. La situación tiene la complejidad que hemos construido, ni más ni menos. Kirchner el pasado 29 de junio tuvo las exequias virtuales que supo conseguir, con un detalle, el deseo se transformó en análisis. Por eso cuando hoy parece recomponerse, en realidad hace carne los dichos de un antecesor: nadie muere en las vísperas. Vaya una mirada entonces, a los que actuaron de forenses, y a los que intentan intelectualizar temores para generar discurso.
Ahora bien, esto pone a Kirchner en el centro de la escena. Amén de su perfil de jornalero del poder al ostentar la metodología de administrarlo ‘día a día’, y la de provocar –por lo bajo– admiración o rencor por su astucia y su vocación de ansioso banderín solferino (al dejar en offside a sus adversarios), en este momento se encuentra certificando su otro lado: el monopolio del monedero para la construcción de aliados políticos.
Abordemos la situación actual del peronismo, esquivando el eje de la tan mentada convención del ‘efecto disciplinador de las cuentas fiscales’. Mal que le pese a algunos, el peronismo provoca, genera y busca la discusión de sus futuras acciones, y ya está acostumbrado a ser mirado como a quién solo se lo reconoce en la adversidad y en la viabilidad de la gestión. La excusa es un ejemplo del pasado reciente, y así leemos el lúcido trabajo de la ensayista Daniela Gutiérrez, ‘La renovación peronista como dilema’. Permiso a ella, pues, para tomarlo –en la forzada comparación con estos tiempos– como disparador de algunas preguntas.
“La derrota (de Luder) operaba desnudando que el peronismo del retorno democrático comportaba un fuerte campo de disputa que había sido disimulado durante la campaña a través de la apelación de símbolos tradicionales”, dice Gutiérrez. ¿Qué construye hoy Kirchner en el peronismo? ¿Qué discusión generó la reciente derrota de Kirchner? ¿Qué ámbitos no mediáticos buscaron los dirigentes que se le oponen? Pareciera que quienes buscan diferenciársele, por ahora, tienen los resultados de aquellos que insultan con las ventanillas cerradas.
¿La discusión actual es sólo una pelea logística? ¿Cuáles son los argumentos políticos, no estéticos o éticos, para generar una opción? Hay más preguntas, pocas respuestas y un solo beneficiado.
El kirchnerismo, puertas afuera, tiene desafíos que hoy no parece vislumbrar, uno de ellos: seducir a los sectores medios de los centros urbanos. Ha hecho poco para esto, por el contrario: maniqueo, munido de clichés que algunos integrantes de las nuevas generaciones repiten sin pensar, los expulsa. Este problema no va a encontrar su solución en campañas publicitarias o en gurúes de la comunicación. No se necesitan herramientas si no se sabe para qué usarlas. Una búsqueda, ya iniciada por dirigentes intermedios y la base militante, se centra en la discusión de ‘la política’, en la búsqueda de disensos constructivos, pero todavía falta el linkeo con las primeras líneas.
Mientras esto sucede, algunos se apoyan en el silencio, en la foto oportuna, en la supuesta sapiencia que da el no moverse, el estarse quieto y saber que así se llega. Acumulan casi sin desgaste. Otros, apocalípticos, desgastan pero no acumulan. Todas son estrategias que no pueden ser menospreciadas, porque al final no sólo hablan de quienes las hacen sino de nosotros como sociedad.
* Publicada en el diario El Cronista el 13 de noviembre.
Ahora bien, esto pone a Kirchner en el centro de la escena. Amén de su perfil de jornalero del poder al ostentar la metodología de administrarlo ‘día a día’, y la de provocar –por lo bajo– admiración o rencor por su astucia y su vocación de ansioso banderín solferino (al dejar en offside a sus adversarios), en este momento se encuentra certificando su otro lado: el monopolio del monedero para la construcción de aliados políticos.
Abordemos la situación actual del peronismo, esquivando el eje de la tan mentada convención del ‘efecto disciplinador de las cuentas fiscales’. Mal que le pese a algunos, el peronismo provoca, genera y busca la discusión de sus futuras acciones, y ya está acostumbrado a ser mirado como a quién solo se lo reconoce en la adversidad y en la viabilidad de la gestión. La excusa es un ejemplo del pasado reciente, y así leemos el lúcido trabajo de la ensayista Daniela Gutiérrez, ‘La renovación peronista como dilema’. Permiso a ella, pues, para tomarlo –en la forzada comparación con estos tiempos– como disparador de algunas preguntas.
“La derrota (de Luder) operaba desnudando que el peronismo del retorno democrático comportaba un fuerte campo de disputa que había sido disimulado durante la campaña a través de la apelación de símbolos tradicionales”, dice Gutiérrez. ¿Qué construye hoy Kirchner en el peronismo? ¿Qué discusión generó la reciente derrota de Kirchner? ¿Qué ámbitos no mediáticos buscaron los dirigentes que se le oponen? Pareciera que quienes buscan diferenciársele, por ahora, tienen los resultados de aquellos que insultan con las ventanillas cerradas.
¿La discusión actual es sólo una pelea logística? ¿Cuáles son los argumentos políticos, no estéticos o éticos, para generar una opción? Hay más preguntas, pocas respuestas y un solo beneficiado.
El kirchnerismo, puertas afuera, tiene desafíos que hoy no parece vislumbrar, uno de ellos: seducir a los sectores medios de los centros urbanos. Ha hecho poco para esto, por el contrario: maniqueo, munido de clichés que algunos integrantes de las nuevas generaciones repiten sin pensar, los expulsa. Este problema no va a encontrar su solución en campañas publicitarias o en gurúes de la comunicación. No se necesitan herramientas si no se sabe para qué usarlas. Una búsqueda, ya iniciada por dirigentes intermedios y la base militante, se centra en la discusión de ‘la política’, en la búsqueda de disensos constructivos, pero todavía falta el linkeo con las primeras líneas.
Mientras esto sucede, algunos se apoyan en el silencio, en la foto oportuna, en la supuesta sapiencia que da el no moverse, el estarse quieto y saber que así se llega. Acumulan casi sin desgaste. Otros, apocalípticos, desgastan pero no acumulan. Todas son estrategias que no pueden ser menospreciadas, porque al final no sólo hablan de quienes las hacen sino de nosotros como sociedad.
* Publicada en el diario El Cronista el 13 de noviembre.
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Me parece potable la comparacion entre la situación actual y la renovación, pero ojo hay que tener en cuenta que el aparato pj ya no es el mismo, ni la sociedad.
cordialmente