Editorial
La (otra) licuadora de Milei
Por Pablo Cano
Milei atraviesa esta parte de su presidencia con varios logros de carambola que, probablemente, se inscriban en el haber de su legado.

Nuevamente soltero (?) y apasionado por ser parte de una versión berreta de Top Gun, con Petri siguiendo la huella de Ministros disfrazados inaugurada por el Rabino Bergman, Javier Milei atraviesa esta parte de su presidencia con varios logros de carambola que, probablemente, se inscriban en el haber de su legado. El primero, innegable, está obligando a repreguntarse a los argentinos que Estado queremos/podemos financiar. El segundo se torna aún más denso en su pretensión ontológica y es poner a todo el arco político a reformularse la pregunta base: "¿Qué somos?"

Así como los primeros meses de gestión ya definen un gobierno que busca hacer pie en la ventana de oportunidad que se abren para los comodities vernáculos y desde allí recrear una recuperación que brinde una normalidad falopa (muy pocos muy bien, algunos bien y una mayoría en el horno), esta claridad de modelo lleva a una discusión centenaria, la que parece complejizarse por los drivers inéditos que la portan, pero que ya ha sido sintetizada excepcionalmente por el artista brasilero Cazuza en aquellos versos que dicen "...veo el futuro repetir el pasado, veo un museo de grandes novedades, y el tiempo no para".

Murmis y Portantiero, en su insoslayable obra "Sobre los orígenes del Peronismo", ponen el foco en el fracaso del Plan Pinedo de principios de la década del 40, para explicar los procesos que se aceleran en la economía local mientras la 2da. guerra cambia las relaciones geopolíticas y comerciales de Argentina encontrando allí la cristalización de las condiciones que generan el peronismo. Y, sin decirlo expresamente, también fijan el "quienes somos" del radicalismo que -hasta la irrupción de Alfonsín- va a ser una expresión de centro que siempre va a girar alrededor de ese bloque de poder que tumbó el Plan Pinedo dónde las fuerzas del campo y las representaciones política conservadoras acompañaron al radicalismo en sostener un modelo agroexportador en detrimento del desarrollo industrial.

Vaca Muerta, el litio, la segunda revolución de las pampas y otras delicias con las cuales el Creador (o el destino) le han otorgado a esta patria (tanto como premio como condena) reactualiza aquel debate cuando el fracaso de cuatro décadas de alternancia democrática encuentran a "la gente" padeciendo las promesas incumplidas de aquel empate hegemónico que se terminó saldando con la irrupción de un panelista twitero anarco capitalista de la escuela de Austria que odia las papas fritas y habla con perros ("vivos?", diría Susana...quien lo sabe). La tentación de catalogar por anticipado un proceso histórico es un gusto que la soberbia woke y porteña nos impone...vamos a resistirnos, por ahora. Pero vamos a arrancar por aquí a ver la otra Licuadora de Milei.

Puede que el caos y el conflicto constante sean la velocidad crucero que se imagina el Presidente para su gestión. Mal que le pese, el sistema que inexorablemente ya gira a su alrededor va a encausar ese apocalipsis en loop en una distribución de costos y beneficios de su programa de gobierno y van a modelar su agenda y su representación. Incluso si se opta por la visión mas descarnada del devenir de su praxis en función de sus fuentes de inspiración (su admirado Rothbard plantea qué si la democracia se supone que es un sustituto de la revolución violenta, entonces el gobierno democrático debe parecerse exactamente al gobierno que habría ganado en una revolución violenta), Milei construye una identidad que, por programa económico, absorbe la representación de aquel bloque que se enfrentó al Plan Pinedo y que tuvo como sucedáneos a la UCeDe menemista y al PRO, e incluso a aquel radicalismo que en la 125 se redescubrió en aquella identidad mediante el voto no positivo de Julio Cobos. Y por práctica también se emparenta con aquella derecha que, en la exacerbación del "orden", encuentra disfuncionales a algunas prácticas democráticas como la protesta callejera o la huelga... quizás por eso haya más énfasis en resaltar el protocolo y menos en encausar la violencia que azota a Rosario. Hete aquí, más allá del éxito o fracaso de Milei, que las clases medias urbanas que cuestionan el para qué de tantos impuestos y piquetes y los libre mercadistas que alimentan la reprimerización con onda de Argentina (onda=economía de servicios 2.0 alla Galperin) convergen en un bloque político cuyo peso electoral siempre está por verse -sobre todo cuando la licuadora principal termine de hacer su tarea en los bolsillos- pero que por ahora tienen un Presidente, una agenda y van camino a tener un partido construido sobre los escombros de aquella esperanza blanca que fue JxC. Podrán aceptar planes y vouchers, pero mientras tanto te hacen los superávits a fuerza de cerrar la mitad del Estado, principalmente aquella mitad que atiende grupos pequeños (los enfermos de cáncer, los investigadores del CONICET, el desarme del plan nuclear) o grupos que presumen que no te votan (los que van a la UBA)...tantos años de convivencia democrática, la derecha aprendió algo del peronismo matancero.

Pero en esta otra licuadora, también queda centrifugada la reconfiguración del, por decirlo de alguna manera, "campo popular" (lo escribo y me doy cuenta de lo anacrónico y fracasado de este concepto). Corrijamos, queda el 44% que no voto al autopercibido león pese a los grandes incentivos que había para votar en contra de la Argentina de noviembre del 2023. Quiénes son?, o mejor dicho, ¿quiénes somos?...básicamente 2/3 del PBI que está explicado por consumo interno, y que, por tal inercia, precisa de un país mas igualitario quizás no tanto por un ideal sino por una necesidad de existencia de mercado. Y el problema de la política para encarar la representación identitaria de esta porción de la sociedad se explica por todo lo barrido bajo la alfombra después del estallido del 2001 a lo que se suma una serie de malos entendidos, por llamarlos de manera elegante, en los que incurrió principalmente el kirchnerismo cristinista cuando fantaseó con una batalla cultural que se fraguaba en los rígidos moldes de una construcción política que desde el 2008 en adelante y, sobre todo a partir del 2011, cabalgó sobre un purismo expulsivo que en la práctica fue más que nada un encierro sobre el palacio y cuya reverberación vibra en debates que se reactualizan en estos días. Del mismo modo, la dimensión que propios y enemigos le dieron a la figura de CFK anuló los matices que tanto en representación electoral como en agendas heterogéneas se funden en este actual 44%. Lo que le sucede al grupo Clarín es arquetípico, se ve obligado a soslayar el ataque frontal a su medio, sus periodistas y hasta el raspado a sus negocios ante el temor que le impone perder audiencia y, por ende poder, al validar por estadística la presunción que la misma se encuentra mas cerca de Jony Viale que de Morales Sola. Quizás ya no sea más el medio desarrollista (y por ello mas cercano al proyecto que contiene a 2/3 del PBI), pero su mercado se encuentra fronteras adentro y la pauperización del bolsillo de la clase media y la natural vigorización de plataformas de entretenimientos e internet mas baratas le pega en la línea de flotación de su negocio del mismo modo que la retracción del mercado interno atenta contra otra fuente de ingresos (los anunciantes). En este intríngulis vacila gran parte del empresariado que vive del mercado local y que a la vez que mira con agrado cierta regularización de la macro, empieza a espantarse con el impacto en la micro...adónde irán a buscar representación política estos actores? ¿ qué conclusiones sacaran cuando ven lo que acontece con otro grande del mercado interno (la medicina prepaga)? ¿qué pasará si finalmente no llega el plan de estabilización que le reclaman al gobierno?, en definitiva ¿qué somos?

La pulsión por creer que este tiempo puede ser catalogado como un Remes Lenicov largo y que finalmente llegará Lavagna (en forma del mismo Milei, de Massa, de Lousteu) es el mayor peligro que encuentra el mainstream de ese 44%. El que venga deberá contestar la pregunta que abre Milei: que estado queremos y podemos financiar. La formulación de esa respuesta es mucho más probable que construya nuevas identidades políticas que sinteticen lo disperso que hoy se encuentra todo aquello que -por distintas razones- se conmueve ante el andamiaje de país que construye Milei. El Presidente ya contestó esa pregunta de manera eficiente a la hora de expresar su oferta electoral, menos impuestos y mucho menos estado. Logró atar esa oferta a una propuesta sencilla de ser percibida en aquel país de hace 6 meses...menos privilegios. Y no tuvo necesidad de expresar que esos "menos privilegios para la casta" implicarían una mejora para los no privilegiados. Si Milei no fracasa institucionalmente, lo que aspiren a sucederlo tendrán la ventaja enorme de una macro mas o menos saneada, pero una sociedad profundamente herida a la cual hasta la promesa de la motosierra le ha fallado. La otra licuadora de Milei se habrá llevado puesta, también, las identidades políticas pre existentes y habrá que cruzar varios rubicones para encontrar una nueva representación política que pueda ganar, una vez más, el enorme crédito de la esperanza popular. Ya está visto que ese activo es inestable e impredecible, pero su piedra angular se basa en el deseo primal de la supervivencia, los que quieran convencer saben que el único error que no pueden cometer es parecerse a más de lo mismo.

Llegado a este punto, el lector podría quejarse de la suposición implícita en este análisis que barrunta sobre la imposibilidad de Milei de ser exitoso. Pues bien, mas allá de la impericia manifiesta para consolidar un dispositivo politico y de gestión, debe estarse a que el cóctel que le permitió juntar el 30% de los votos a nivel país es el activo real pero ineficiente para enfrentar las próximas elecciones siendo oficialismo. El 56% es fruto del proceso electoral de selección que implica el mecanismo constitucional y que -salvo las excepciones del 45% o 40% mas 10- lleva todo a una elección dónde lo importante no son los candidatos sino el clima de época (se impone el votar a favor o el votar en contra, el que discute esto, vea como Alberto Fernández y el propio Milei llegaron a Presidente). Entonces, para que un Presidente pueda ser reelegido precisa tener como horizonte posible el 50% del electorado ya que el otro 50 puede usar el mecanismo de selección para llegar a su candidato. No hay ninguna señal real en la gestión de Milei ni en la escuela austríaca aplicada de alcanzar con los beneficios de su gobierno a un piso de 13 millones de votantes para el 2027. Por el contrario, si los tercios que implican 2 opciones de oposición y 1 de oficialismo se mantienen en 2025 similares al 2023, podría darse por sentado dentro de escasos 18 meses el fin del proceso libertario por la licuación inmediata que produciría en el capital político del Presidente tal suceso. Casi podría decirse, que Milei, para ser exitoso, debe juntar un mínimo de 10 millones de votos para octubre del año que viene sin la ventaja de estar en la boleta y con la desventaja de tener que explicar que pasó con la motosierra. Difícil elegir creer tan sólo con el Messi de las finanzas en cancha.

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