Editorial
Claves de una nueva mayoría
Por Hernán Madera
El peronismo reza para volver al viejo orden, pero la sociedad trancó esa puerta y emprendió un camino inexplorado.

En términos políticos, podemos definir al período que va de 1946 a 1976 como de mayoría peronista. La frase insignia de esas tres décadas fue "sólo el peronismo puede ganar". También podemos etiquetar a los años que van de 1983 a 2023 como de mayoría no-peronista, es decir, el peronismo podía ganar o perder y la máxima pasó a ser "sólo el peronismo puede gobernar".

A partir de las elecciones de 2023, con un saldo para el PJ de seis provincias perdidas (incluyendo las tres donde utilizó la ley de lemas, sistema con el que jamás había sido derrotado), pero, principalmente, con la caída por once puntos a manos de un outsider extremo y casi desconocido -lo que quiere decir que se decidió votar masivamente a cualquiera menos al PJ- tenemos otro quiebre y una realidad evidente: una mayoría antiperonista.

Podemos asegurar entonces que estamos frente a un electorado nacional que ubicó alto en su lista de prioridades que un peronista no vuelva a ser presidente. En otras palabras, el justicialismo tal cual lo conocemos ya no puede ganar el ballotage nacional.

Para volver a la Casa Rosada el peronismo tiene que cambiar su liderazgo, ese nuevo liderazgo revelar un programa creíble, competitivo con el proyecto liberal y su flamante conductor no aspirar a ningún tipo de reelección indefinida ni liderazgo vitalicio. Improbable.

¿Cómo se llegó a este punto?

Quienes apuestan a un PJ de centroderecha, opuesto al kirchnerismo, pasan por alto que el justicialismo ya tuvo esa oportunidad de 1989 a 1999 y que todo terminó en un intento de tercer mandato al que se ubicó por encima de cualquier fin colectivo, como lograr superávits gemelos, o el grado de inversión, o niveles de endeudamiento sostenibles. En síntesis, en construir una macroeconomía sólida. Es decir, el PJ de los noventa terminó de la misma manera que está terminando el kirchnerismo: en la búsqueda del liderazgo perpetuo como objetivo excluyente.

El PJ gastó su oportunidad desde el ángulo liberal en 1999 y en 2023 terminó de gastar su oportunidad desde el ángulo progresista. Ambas experiencias terminaron mal, más allá de los esfuerzos por sostener niveles de bienestar hasta el último día antes de entregar el gobierno a costa de comprometer seriamente las cuentas del estado, tanto en 1999 como en 2023.

Evitaremos entrar en este artículo en las argumentaciones esotéricas sobre el peronismo como "eterno" o como "parte de la cultura nacional". Son debates inconducentes. Lo único que agregaremos es que el PRI mexicano, surgido de una de las grandes revoluciones del siglo veinte, y primus inter pares entre los movimientos populares latinoamericanos, es hoy un actor de reparto, casi un extra.

En un país que aspira a abandonar el subdesarrollo, las oportunidades que da el electorado a cualquier partido son finitas. Y el peronismo las habría agotado.

Cristina

La razón profunda de que el liderazgo de Cristina Kirchner no pueda ser disputado no está en la cúspide sino en la base de pirámide, en el lazo emocional que la une a ella con una franja del electorado que podemos situar en el 25%. Las personas de a pie detrás de ese cuarto de los votantes no quieren sea desplazada. En todo caso, muchas desearían que ella decida retirarse sola, lo que no sucederá más allá de puestas en escena ya cero creíbles.

De más está decir que este conflicto emocional al otro 75% de la sociedad le importa poco. O nada. Es una cuestión que agobia a ese cuarto de los electores y probablemente a nadie por fuera de él.

Esta situación es de casi imposible resolución, aún si Guillermo Moreno consigue en 2025 morder buena parte del voto peronista en Provincia de Buenos Aires. Porque para dar por terminada la interna y convertirse en el nuevo líder, Moreno tiene que ganarle al PJ oficial. Otra vez, improbable. Más agonía.

Llaryora

Los idas y vueltas que rozan la comedia de enredos entre el peronismo cordobés y el gobierno libertario tienen una explicación: al PJ del segundo distrito del país lo desespera retener la provincia en 2027 y los pocos puntos que separaron a Llaryora del senador Luis Juez en la elección a gobernador, sumado a perder la mayoría en el Tribunal de Cuentas, además de perder la Legislatura hacen que el miedo mande.

Y porque en el peronismo cordobés el miedo manda es que el adjetivo que mejor describe a Martín Llaryora es "errático".

Toda aspiración nacional se patea para 2031 si es que realmente hay alguna ambición de llegar a la Casa Rosada en el futuro. El justicialismo cordobés usa y abusa de su incipiente acumulación política nacional para reproducirse en su distrito, al parecer como fin único y último.

Necesitan, igual que Cristina Kirchner en provincia de Buenos Aires, que el no-peronismo vaya dividido en 2027. Javier Milei puede ayudar mucho a que eso suceda. Ese es el núcleo de los posibles acuerdos entre peronistas y libertarios. Los últimos se quedan con las reformas y los primeros se aseguran sus distritos. ¿Trato hecho?

El mensaje

Así como los conservadores de la primera mitad del siglo diecinueve hubiesen preferido un gobierno menos idiosincrático y plebeyo que el de Juan Manuel de Rosas, los nacionalistas del siglo pasado una gestión menos idiosincrática y plebeya que la de Juan Domingo Perón, hoy, lo liberales argentinos también preferirían que sus ideas se apliquen sin tener que lidiar con personalidades tan particulares como las de Javier y Karina Milei y, desde ya, sin el componente antielitista conduciendo el proceso.

Pero esa no sería la Argentina.

Justamente porque el ingrediente antielitista es fuerte es que podemos estar seguros que este quiebre en particular va en serio en nuestro país.

Y los logros del gobierno liberal son tan coyunturales, los derrumbes en las relaciones exteriores, en la inversión científica del estado tan concretos y el sadismo que emana de cada decisión tan enfatizado que la conclusión inevitable es que la imagen del gobierno se mantiene alta no por un apoyo a su gestión, sino, sustancialmente, porque hay una nueva mayoría con la intención de enviar un mensaje alto y claro al pasado, al gran movimiento político argentino. "Desperdiciaste tus oportunidades".

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