El acuerdo para que Yevgueni Prigozhin, jefe de Wagner, detuviera el golpe de Estado a la cúpula militar rusa parecía incluir el exilio en Bielorrusia, país mediador y aliado del Kremlin. Pero lo cierto es que no hay confirmación sobre la llegada del exchef de Vladimir Putin a Minsk, la capital bielorrusa, y la última vez que se lo vio fue en Rostov del Don, la ciudad desde donde lanzó el fallido asalto a Moscú.
Sin embargo, el jefe de la empresa de mercenarios colgó un audio en sus redes sociales en el que promete que buscaban "protestar, no derrocar al Gobierno" de Putin. "La marcha ha demostrado que hay serios problemas de seguridad en el país", siguió Prigozhin en su mensaje, sin dejar en el aire la excusa que le llevó a la rebelión armada. "Como resultado de intrigas y malas decisiones, se suponía que Wagner dejaría de existir el 1 de julio de 2023", apuntó.
Prigozhin se refería así a la decisión del gobierno de la Federación Rusa de forzar al grupo mercenario a firmar contratos con el Ministerio de Defensa, una movida que volvería menos opaca la relación entre Wagner y el Estado pero que, a cambio, equivalía a una dependencia del ministro Serguéi Shoigu. Hacía meses que el líder de Wagner aireaba los reproches a la cúpula militar por la falta de municiones y la estrategia en el frente de guerra.
Putin retrocede y acepta una mediación de Bielorrusia con el líder de los mercenarios de Wagner
Mientras tanto, Putin había ordenado más temprano a Shoigu, enemigo de Prigozhin, mostrarse en un video en el que aparece en un helicóptero inspeccionando a las tropas de ocupación rusas en Ucrania. La incógnita es si el video es actual, pero el sentido resulta inequívoco: es un aval explícito a Shoigu y una forma de frenar las versiones sobre el reemplazo por Aleksey Dyumin, gobernador de la región de Tula y antiguo guardaespaldas del presidente.
En su mensaje de once minutos, Prigozhin aseguró que sus tanques pararon "en el momento que se hizo evidente que mucha sangre se iba a derramar". Sus mercenarios llegaron a cientos de kilómetros de la capital, el Ejército ruso no ofreció resistencia y entonces el mandatario bielorruso, Alexander Lukashenko apareció como el salvador que frenó la crisis. Putin pareció no imputarse por el desafío, mantuvo la lealtad de los oligarcas y los militares, fidelizó el respaldo de los chechenos y no reveló las condiciones del acuerdo con Prigozhin.
La aparición, al menos en voz, del líder de la milicia privada es una prueba de vida, si bien las autoridades rusas se mueven en la ambigüedad. La investigación penal en su contra no ha sido archivada, aunque no ha sido aclarado si es por una cuestión procedimental o porque el Estado ruso cobrará la insurrección mercenaria. Al mismo tiempo, Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores, explicaba que Wagner seguiría operando en África.
Golpe en Rusia: Los mercernarios del Grupo Wagner marchan a Moscú para derrocar a Putin
Lavrov no aclaró si Wagner seguirá en Ucrania o no, por más que Prigozhin haya afirmado, a modo de defensa, que la rebelión era para salvar a su empresa y no para desestabilizar al régimen ruso. Ahora Putin ha quedado advertido sobre la vulnerabilidad del Estado ruso, desgastado en el frente ucraniano, y en el plano doméstico. Resta por saber si indulta a Prigozhin y agradece los servicios prestados en Ucrania o si el exilio es la primera etapa de la caída en desgracia del hombre que le alimentaba.
Por favor no corte ni pegue en la web nuestras notas, tiene la posibilidad de redistribuirlas usando nuestras herramientas.