La advertencia científica, hasta hace poco abstracta y lejana, ya está aquí: Cataluña es la primera comunidad autónoma en reflejar la gravedad extrema del estrés hídrico provocado por el cambio climático que tiene en España un carácter "sistémico", lo que exige cambios estructurales en los actuales usos del agua.
Los embalses de las cuencas internas catalanas han vuelto a reducir su capacidad y se sitúan este martes en el 16,73%, una cifra por debajo del volumen registrado hace dos semanas, cuando estaban en el 17,27%.
Se trata de un porcentaje crítico: cuando estas cuencas estén por debajo de los 112 hectómetros cúbicos (16%), el Gobierno de Pere Aragonès deberá activar el temido plan de emergencia con restricciones "extraordinarias" en los usos del agua con "impactos directos sobre la vida de las personas y la economía" de la región, tal como lamenta el Ejecutivo autonómico.
El 28 de noviembre, el Govern, ante el agravamiento de la sequía, activó un nuevo escenario de "preemergencia", lo que dejó a seis millones de personas y 202 municipios con restricciones hídricas. "Estamos ante una sequía sin precedente", admitió en aquel momento Aragonès.
El 2023 cerró con un 50% menos de lluvia que la media de los últimos 30 años, según el Servicio Meteorológico de la Generalitat. Lo dramático es la foto panorámica: tres años consecutivos de sequía crónica: 2021, 2022 y 2023 aparecen como los años más secos desde 1914, cuando se comenzaron a tomar registros.
Si se agrega la variable del calor extremo, con temperaturas mensuales inéditas para esta región, se llega al drama que está en puerta. Ríos secos que no tienen agua para satisfacer la demanda productiva (agricultura, industria, turismo) y doméstica.
Las persistentes olas de calor que sufre la península también contribuyen al vaciamiento de los embalses por el aumento de la evaporación, explican los científicos.
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) estima que cada década aumenta en 24,4 l/m2 la demanda evaporativa. "Cae menos agua y la que hay rinde menos por este fenómeno", explica Beatriz Hervella portavoz de este organismo público.
En el plan de emergencia, que se activaría en las próximas semanas, "se generalizan, ante la carencia de recursos hídricos, las restricciones a todos los usos para garantizar el abastecimiento para el consumo humano con carácter prioritario", adelanta la Generalitat en su "semáforo de la sequía".
La situación es de tal gravedad, que Aragonés y su equipo ultiman los preparativos en el Puerto para adaptar las instalaciones y poder recibir buques con agua potable para el consumo ciudadano. La idea es traer agua desde Tarragona, Murcia o Marsella.
Cuando el semáforo pase a rojo, se establecerá una dotación máxima de 200 litros por habitante y día que podrá bajar hasta los 160 en caso de emergencia extrema. Además, se suprimirá el riego agrícola (se podrá autorizar sólo el riego de supervivencia de cultivos leñosos), una prohibición que estropeará muchísimas cosechas.
La excesiva demanda de agua para el riego agrícola aparece como el principal factor del déficit hídrico que sufre España, según los investigadores consultados por LPO.
En el caso de Cataluña la insostenible demanda también viene de las granjas intensivas porcinas. Este región concentra el 25% de los casi cuatro mil establecimientos que hay en toda España con una producción de casi ocho millones de cerdos.
José Albiac, investigador en gestión de agua de la Universidad de Zaragoza, quien alerta que la "reducción de los regadíos" es "indispensable" ante sequías y temperaturas extremas que serán cada vez más habituales.
España, afirma este catedrático, pasó en el siglo XX de un millón de hectáreas con regadío a más de tres y medio. "El regadío se bebe en torno al 80/90% de cada 100 litros de agua disponibles en España", explica.
Albiac aclara que el consumo doméstico de España es bajo respecto al de otros países. El ahorro de los hogares es importante, pero el principal problema radica en que "se saca demasiada agua de los ríos" para fines productivos.
Mismo diagnóstico hace Julia Martínez, directora de la fundación Nueva Cultura del Agua, integrada por profesionales de España y Portugal. Aclara que la situación es "preocupante" no solo por la falta de lluvias, también porque "estamos consumiendo cada vez más agua".
"Tenemos que empezar a tomar medidas y reducir los usos económicos del agua para garantizar los usos prioritarios: el abastecimiento humano y los caudales ecológicos", pide.
Para Rafael Seiz es coordinador del Programa de Agua de World Wildlife Fund (WWF), hay un desconocimiento generalizado respecto a la "distribución en la que se gasta el agua".
"En España casi todo se destina a la producción de alimentos, que luego se exportan. Se da a entender que dependemos para comer todos los días de ese agua, cuando en realidad no es así. El 65% de lo que produce el campo español se exporta. Todo ese agua se dedica a un bien económico que da desarrollo para determinadas zonas y determinados agentes económicos, que es totalmente lícito, pero a costa de qué. Y ahora nos toca preguntarnos por qué estamos sosteniendo este modelo. Una respuesta: lo estamos haciendo a costa de nuestra vulnerabilidad frente al cambio climático", reflexiona.
Y concluye: "Se repite de forma falaz que la agricultura consume el 80% del agua pero es el sector que da alimentos al mundo. Es falso. Nosotros no estamos alimentando al Cuerno de África, es una mentira. Estamos haciendo una exportación a terceros países donde no pueden producir o tienen una alta demanda de productos agrícolas. Y saciando que unos pocos tengan naranjas todo el año. Los alimentos de España no llegan nunca al mundo que tiene hambre".
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