El ascenso de Donald Trump desde 2015 ha transformado la base electoral republicana, que incorporó a su lista de seguidores, entre otros colectivos, a un importante segmento de la elite tecnológica de Silicon Valley liderada por el magnate de origen sudafricano Elon Musk y los financistas Peter Thiel y Marc Andreesen.
Si bien una generación previa de tecnócratas representada por Bill Gates y Steve Jobs estaba asociada al liberalismo mainstream, y California es un estado con preponderante dominancia demócrata, la visión polÃtica o al menos electoral de muchas "tecno-elites" ha cambiado en años recientes. ¿Promete este salto a la derecha, liderado por los impredecibles y logorreicos Musk y Thiel, una modificación electoral de cara a las elecciones del año próximo?
A medida que emerge, en los últimos meses, una alianza anti-monopólica en Washington que promete dificultar la dominancia de los gigantes tecnológicos en vistas a las elecciones de 2024, la visión conservadora e influencia de Musk y sus pares toma mayor centralidad polÃtica. Un nexo clave entre Silicon Valley y el sistema republicano es la Hoover Institution, un think tank conservador ubicado dentro de la universidad de Stanford.
La universidad de Stanford representa el corazón del mundo Silicon Valley: desde allÃ, en los años 50, los profesores y decanos de ingenierÃa de Stanford, William Shockley y Frederick Terman, orquestaron la combinación de financiamiento militar e incentivos económicos y tecnológicos que catalizaron la aparición de núcleos de innovación dentro del propio campus de la universidad y en las zonas linderas. Tanto económica como intelectualmente, no puede entenderse Silicon Valley sin Stanford. Desde la posguerra, sus programas de computación e ingenierÃa, al igual que los programas de liderazgo de su escuela de negocios, desembocan en las mejores compañÃas, desde Apple a Google. Representan, asÃ, un punto ineludible en la carrera de cualquier aspirante a magnate tecnológico.
La Hoover Institution fue fundada como la Hoover Library en 1919 por su homónimo, el único graduado de Stanford en alcanzar la presidencia: Herbert Hoover, quien serÃa presidente por un solo término, de 1929 a 1933, pero se mantendrÃa en cÃrculos del poder conservador hasta su muerte en 1964.
Las funciones originales de la Hoover no eran las de un think tank conservador, si no un archivo y biblioteca donde Hoover -quien tuvo un rol destacado en la coordinación de distribución de alimentos en Europa durante la Primera Guerra Mundial- pudiese depositar los papeles que habÃa acumulado en ese perÃodo para su conservación. La colección, inaugurada para la consulta pública en 1922, creció a una velocidad acelerada, de tal manera que en 1938 se planificó la construcción de la reconocible torre que hoy se eleva sobre el campus de Stanford. Se convirtió, asÃ, en la Hoover Library on War, Revolution, and Peace.
Pronto fueron incorporados, mediante una serie de adquisiciones, importantes acervos sobre la revolución rusa de 1917, en particular un importante legajo de los papeles de León Trotsky, y la guerra civil china. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Hoover envió al director de la biblioteca a Europa para recolectar material de archivo, lo cual acrecentó aún más su crecimiento. Era, según la historia escrita por la revista Stanford Politics, un importante centro de investigación sobre las guerras mundiales que en 1948 recibirá el que se convirtió en su nombre contemporáneo: la Hoover Institution on War, Revolution, and Peace.
Sin embargo, la institución pronto se vio en apuros económicos y para 1959, al borde del colapso, fue otra vez necesaria la intervención de Hoover. Esta vez los cambios fueron aún más radicales: ya no serÃa una simple biblioteca, ni un repositorio documental, si no un centro de investigación dedicado a promover los valores del libre emprendimiento y la no intervención gubernamental, claras causas conservadoras en el mundo post-New Deal.
Ese año, notando la endebleza de la institución tras el retiro de su último director, el cuerpo docente y estudiantil de la universidad demandó que el consejo directivo incorporase plenamente a la Hoover a la institución, y absorbiese sus colecciones al patrimonio documental de las bibliotecas de Stanford.
La posición anómala que ocupaba la institución-dentro de Stanford, pero no sujeta a las regulaciones académicas de la universidad-alimentó la controversia. Para evitar que los "zurdos" de la institución adulterasen el funcionamiento de su preciada biblioteca, Hoover se presentó frente a la junta directiva de Stanford y pronunció lo que se llamarÃa la "constitución de la Hoover". Esta proclamación dictaminaba la importancia de las colecciones que albergaba la institución tanto para el futuro de la forma de vida de EEUU, la defensa de la paz, y la demostración de los males de "Karl Marx-ya sea el comunismo, socialismo, el materialismo económico, o el ateÃsmo". Dictaminaba, además, que la institución sólo dependerÃa del presidente de Stanford y la junta directiva, y no tendrÃa ninguna vinculación con las estructuras que rigen al profesoriado universitario ya que sus empleados-llamados "fellows"-serÃan administradores.
Confirmada la independencia de la institución-que continuarÃa recibiendo fondos de la universidad, aunque abrirÃa sus puertas a mayores cantidades de donaciones-, Hoover reclutó como nuevo director al economista conservador W Glenn Campbell, quien en 1960 y hasta su jubilación transformó a la institución en un verdadero think tank conservador. Aunque su remito fue, en los años '60, la polÃtica exterior anticomunista, para los años '70-una vez que la victoria de Ronald Reagan confirmó la ascendencia del movimiento conservador-la polÃtica doméstica tomó prioridad.
Cambell sedujo figuras de renombre como el economista ganador del Nobel Milton Friedman, y el fÃsico inventor de la bomba de hidrógeno, Edward Teller. Su amistad personal con Reagan, forjada cuando este último era candidato a la gobernación de California, fue clave para que la administración presidencial de Reagan se viese poblada con varias docenas de "fellows" de la Hoover institution. Era tal el grado de influencia que esta tenÃa que, en ese momento, Stanford era conocida como la "Ronald Reagan University".
En 1987, Campbell incluso le propuso a Reagan que la Hoover Institution custodiase sus papeles presidenciales, lo cuál motivó una nueva ola de controversia aunque luego el expresidente decidió no aceptar la propuesta. Esto se repitió en la era de George W. Bush, cuya administración se nutrió de las filas de la Hoover Institution, entre ellas la actual directora de la misma, Condoleezza Rice, quien fue secretaria de estado durante el segundo término de Bush. Trump también confió en Hoover para completar las filas de su gobierno, incluyendo su primer secretario de Defensa, James Mattis.
La excepcionalidad de la Hoover Institution es una combinación de su radical independencia respecto a la estructura de gobernancia universitaria, y su ubicación dentro de una universidad, una anomalÃa entre instituciones comparables.
Los think tanks, instituciones enraizadas dentro del sistema polÃtico e incluso partidario son contrarios a la misión intelectual apolÃtica de una universidad. Tanto los liberales, como la Brookings Institution, artÃfice del New Deal de Franklin Delano Roosevelt, y conservadores, entre ellos la Heritage Foundation y el American Enterpise Institute (AEI), son sitios fundamentales para el desarrollo de los programas ideológicos y polÃticos que proponen y ejecutan las maquinarias partidarias.
Si bien los directores de la Hoover han insistido en la neutralidad de la organización, el conservadurismo de su misión es evidente, y lo posiciona como el único think tank conservador dentro de una universidad. Entre sus donantes contemporáneos están la fundación de los hermanos Koch, JP Morgan, la familia Walton (propietaria de Wal-Mart), Boeing, Ford, General Motors, Merrill Lynch, ExxonMobil, entre otras.
Ante un salto a la derecha en la retórica de Silicon Valley liderado por Musk y Thiel, ambos exalumnos de Stanford, una mayor familiaridad con el núcleo del conservadurismo en la universidad nos permite comprender el aparente viraje ideológico de Silicon Valley. A medida que se intensifican los conflictos por el rol de los gigantes de la tecnologÃa dentro de la sociedad, comprender las influencias del aislado ecosistema tecnológico es clave, y la Hoover Institution un punto controversial y poderoso que ha sesgado a Palo Alto desde los años '60 hasta hoy.
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Un cacho de coherencia please...jajajaja