Tecnología
El ocaso de Holmes, la empresaria que era comparada con Steve Jobs y deja a Silicon Valley asociado a una gran estafa
Construyó un emporio con una start-up de biomedicina que llegó a valer $9000 millones y tenía inversiones de Murdoch. Condenada por fraude a 11 años de cárcel, su caso es más sintomático que excepcional.

Elizabeth Holmes, la emprendedora tecnológica condenada a 11 años de prisión por defraudar a los inversores en su start-up de biomedicina, Theranos, se presentó ante las autoridades de la prisión federal de mínima seguridad F.P.C. Bryan en las afueras de Houston, Texas para dar inicio a su condena el 30 de mayo pasado. Gracias a las regulaciones de la institución en la que cumplirá su sentencia, Holmes trabajará en la cafetería o en la producción de diversos bienes. La paga, de poco más de $1 la hora, es baja, algo habitual en el sistema carcelario estadounidense, cuyo diseño muchos especialistas han llamado una modalidad de trabajo forzado explotador y han equiparado a una forma moderna de la esclavitud.

Holmes, de 39 años de edad, fue condenada a inicios del año pasado por cuatro cargos de fraude electrónico y conspiración vinculados a Theranos. Su expareja, Ramesh Balwani, de 58 años, fue el jefe de operaciones de Theranos, y se encuentra cumpliendo una condena aún más severa, de casi 13 años de prisión, tras ser declarado culpable de 12 cargos por fraude. En conjunto, ambos deberán pagar alrededor de $452 millones en carácter de restitución a inversores, y aunque han apelado la sentencia, su solicitud de permanecer excarcelados durante el período de apelación fue denegada.

El caso Theranos es excepcional por su gravedad, pero puede leerse como sintomático de una cultura empresarial en Silicon Valley que privilegia a líderes carismáticos como Holmes por sobre las innovaciones concretas o la factibilidad de los proyectos prometidos. Holmes y Sam Bankman-Fried, el desgraciado líder del intercambio de criptomonedas FTX, se convirtieron en los rostros visibles de una Silicon Valley donde la estafa prolifera.

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Holmes fundó Theranos tras dejar sus estudios en Stanford a los 19 años, en el 2003, gracias al apoyo económico de Balwani, junto a quien vivió mientras la compañía operó. Theranos prometió transformar el campo de la biomedicina mediante la "Edison", un dispositivo pequeño y negro que con sólo unas gotas de sangre podía hacer cientos de controles casi instantáneamente. Su empresa fue valuada en $9000 millones y llegó a acumular más de $400 millones en inversiones notables: entre ellos $125 millones del magnate de los medios Rupert Murdoch y participaciones del exsecretario de estado de Ronald Reagan George Shultz, el fundador de Oracle y actual multimillonario gurú de Silicon Valley Larry Ellison, el exsecretario de defensa de Trump James Mattis, y el exsecretario de defensa de Bill Clinton, William Perry.

También participaron económicamente las familias DeVos y Walton (herederos de Wal-Mart), el prominente banquero de inversión de Silicon Valley Don Lucas, la cadena de farmacias Walgreens y el fondo de inversión tecnológica Draper Fisher Jurvetson, cuyo líder es amigo familiar de Holmes. Además, Shulz, Mattis, Perry, junto con el exsecretario de estado y criminal de guerra Henry Kissinger, entre otros, ocupaban cargos en el board de la start-up. Antes de ser disuelta en 2018, Theranos alcanzó una valuación de alrededor de $9 mil millones.

La red de contactos alrededor de la cual Holmes construyó Theranos le permitió sucesivas rondas de capitalización mediante las cuales el proyecto sobrevivió por casi 15 años. Se inició con su mentor en Stanford, el ingeniero Channing Robertson, en su momento decano de la escuela de ingeniería de la universidad. Holmes le presentó la idea original para Theranos al volver de una pasantía de verano en un laboratorio de SARS en Singapur, y Robertson le dio su apoyo.

Homes junto a su hermano Christian, en un acto en la Casa Blanca, durante la  presidencia de Obama.

Balwani, quien fue parte menor en la venta de la start-up CommerceBid en 1999 por varios cientos de millones, conoció a Holmes ese mismo verano, cuando ella tenía 18 y el 37. Entre Robertson y Balwani consiguieron financiamiento para el joven emprendimiento, que combinaron con los ahorros con los que los padres de Holmes iban a pagar la matrícula de Stanford.

Más tarde, Holmes conoció a Shultz, un operativo republicano de larga trayectoria y, en ese momento, fellow de la Hoover Institution afiliada a Stanford. La Hoover-de cuyos miembros provenía la gran mayoría del board de Theranos-es un think tank de políticas públicas con una importa de extrema derecha fundado en 1919 por Herbert Hoover, el único graduado de Stanford en llegar a la presidencia del país. Es quizás la más poderosa organización política de derecha en la Costa Oeste, y parte clave del ascenso de Reagan a la cima del partido republicano de California en los años 70 y a la presidencia en los 80.

El caso es excepcional por su gravedad, pero puede leerse como sintomático de una cultura empresarial en Silicon Valley que privilegia a líderes carismáticos por sobre las innovaciones concretas o la factibilidad de los proyectos. 

Si bien Sillicon Valley en general, y Holmes/Theranos en particular, aparentan ser baluartes progresistas, su trasfondo financiero es de fuerte impronta republicana y conservadora. La preponderancia de funcionarios gubernamentales y militares en el board de Theranos, aunque Holmes denegó su interés por tomar contratos del departamento de defensa, deja en evidencia la profunda relación entre el mundo de la tecnología y el llamado ‘complejo militar industrial' mediante el cual se construyó el Silicon Valley contemporáneo.

No obstante su historial y su rol en el comienzo de Theranos, Robertson recibía una compensación de alrededor de medio millón de dólares anuales por su apoyo, y los otros miembros recibieron opciones sobre acciones, ya que su presencia en el board fue clave para organizar las sucesivas rondas de capitalización de la compañía.

La investigación liderada por el periodista del Wall Street Journal John Carreyrou -que develó el entramado de decepciones y engaños que permitió a la compañía continuar sus operaciones- se publicó por primera vez en octubre de 2015 y, como libro, en 2018. La última de las rondas de financiamiento que escondieron el malestar llegó en diciembre de 2017, un año y medio luego del comienzo de la investigación.

Holmes tenía un elevado perfil público que cultivó modelándose en Steve Jobs con remeras de cuello alto negras y una (ficticia) voz baja junto con hábitos laborales extremos, y fue recibida como una joven prodigio, el futuro de la salud y la tecnología. Sin embargo, Theranos, una combinación de las palabras "terapia" y "diagnóstico" en inglés, jamás logró desarrollar el producto que prometió.

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La cultura de secretos que impera en Silicon Valley con jóvenes start-ups que buscan esconder sus productos hasta el último instante posible para prevenir el robo de su propiedad intelectual le permitió a Theranos recibir grandes volúmenes de capital sin dar muestras concretas de funcionamiento. Incluso el New Yorker, al perfilar a Holmes previo a su caída, expresó sospechas respecto a la veracidad de sus dichos. Sin embargo, como queda en evidencia en ese perfil y en el resto de la cobertura inicial dirigida hacia Holmes (y hacia otros tecnodefraudadores como Bankman-Fried) la admiración por la figura del ‘fundador' genial e intempestivo primó por sobre la verdadera innovación. 

Tras una serie de decepciones a organismos reguladores de la salud, el nieto de George Shultz, Tyler Shultz, contactó a los medios para dar inicio al proceso que acabaría con Holmes y Balwani privados de su libertad.

Entre las inversiones notables que logró Homes figuraban Murdoch, el exsecretario de estado de Reagan George Shultz, el fundador de Oracle Larry Ellison, el exsecretario de defensa de Trump James Mattis, y el exsecretario de defensa de Clinton, William Perry.

Laboratorios establecidos como Quest y Laboratory Corporation of America, los líderes del mercado, adquieren la maquinaria para analizar muestras de sangre de compañías que las producen, como Siemens, cuyos productos necesitan el sello de aprobación de la FDA (Food and Drug Administration) para ser puestos en el mercado. Theranos no vendía la Edison, ya que recibía muestras de clientes-particularmente desde farmacias Walgreen's-y las analizaba dentro de sus propios laboratorios, con lo que no precisaba la luz verde del organismo regulador.

La investigación de Carreyrou demostró que Theranos analizaba un número diminuto de las muestras que llegaban a sus laboratorios con su propia tecnología, y que los análisis que sí llevaban a cabo muchas veces arrojaban resultados claramente erróneos. Además, el método de extracción de sangre, mediante un pinchazo en un dedo, se presta a un alto grado de contaminación.

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El mercado de análisis de sangre tiene un valor de alrededor de $75mil millones anuales; Theranos ejecutaba sus análisis por menos de un décimo de su costo estándar. Si bien esto se suponía era gracias a su tecnología de avanzada que le permitía reducir costos, la evidencia parece indicar que Balwani y Holmes destinaron el capital inversor a cubrir los faltantes y sus gastos operativos.

Financiar gastos operativos mediante capital inversor es una práctica típica de Silicon Valley, un ecosistema que privilegia una expansión veloz y agresiva en búsqueda de monopolizar mercados (una práctica muchas veces llamada ‘disrupción') mediante sucesivas rondas de inversión por sobre el armado de una compañía que genere valor independiente de inversiones externas.

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Apple, Microsoft, Facebook y sus pares se podían permitir expansiones agresivas con productos imperfectos, ya que las únicas víctimas de su fracaso serían los inversores que no vieron las limitaciones de los productos. Theranos operaba en el espacio regulado y delicado de la biomedicina, donde el producto es la salud de la clientela y, en este caso, su sangre. Mentir no implica solamente un daño a inversores y los alrededor de 900 empleados que alcanzó a tener Theranos, si no que resultó en consecuencias directas para quienes necesitaban conocer su estado de salud y recibieron resultados imprecisos. La especulación que ya se cobró entre sus víctimas a FTX y al Silicon Valley Bank en el último año no es anómala, si no parte clave del modus operandi de la región.

La Hoover-de cuyos miembros provenía la gran mayoría del board de Theranos-es un think tank fundado en 1919 por Herbert Hoover, el único graduado de Stanford en llegar a la presidencia. Es quizás la más poderosa organización política de derecha en la Costa Oeste, y parte clave del ascenso de Reagan a la cima en los años 70 y 80. 

Desde que comenzó la caída de Theranos, Holmes dice haber transformado su vida. Dejó a Balwani, a quien acusa de coerción y abuso emocional y responsabiliza por la debacle en la que se convirtió su proyecto. Conoció a su actual esposo, Billy Evans, el heredero de una familia hotelera de San Diego, California con conexiones a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en el 2017. Desde entonces han tenido dos hijos, y tanto él como su familia defendieron a Holmes en público frente el juez de distrito Edward Davila, quien preside el caso. 

El mes pasado, el New York Times publicó un nuevo controversial perfil de Holmes que la mostró como una joven madre sensible y frágil, casi una víctima de sus circunstancias. Si bien el cambio de imagen no impactó la condena de Holmes, que continúa bajo apelación, confirmó que su plan sigue siendo el mismo: transformar la salud mediante la tecnología. Si bien parece poco probable que logre obtener financiamiento una vez que sea liberada, en Silicon Valley nunca se sabe.

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