Para Alexander Lukashenko, la crisis humanitaria que se cocina en la frontera con Polonia ya cumplió una parte de sus objetivos. Todo lo que el presidente bielorruso buscaba era el llamado de Angela Merkel para poder venderlo como un reconocimiento de la Unión Europea a su régimen. La canciller alemana, en cambio, pretendÃa destrabar el conflicto y evitar que las polÃticas migratorias del bloque siguieran acaparando la centralidad de la discusión pública. Y de alguna manera lo logró.
Tras retener durante ocho dÃas a miles de migrantes en la frontera polaca, expuestos a temperaturas heladas y a la escasez de alimentos, Lukashenko habilitó ayer martes el galpón de un enorme almacén para albergarlos. Esto se suma a la decisión del gobierno iraquà de repatriar a sus ciudadanos que deseen volver, a través de un primer vuelo que partirá mañana desde Minsk con dirección a Bagdad.
El viceministro del Interior polaco, Maciej Wasik, llegó a proclamar con bastante triunfalismo que "Lukashenko perdió la batalla en la frontera", ahora que las sanciones de la UE podrÃan extenderse a las aerolÃneas que facilitan el traslado de refugiados de Medio Oriente a territorio bielorruso. Esta situación frustrarÃa los planes de Minsk de continuar con su estrategia de presionar a Polonia y los paÃses bálticos con su "guerra hÃbrida".
Para Carmen ClaudÃn, investigadora sénior asociada al think tak CIDOB de Barcelona, "hablar con Lukashenko es indispensable para intentar negociar una salida a la crisis humanitaria, que no es una crisis migratoria, y que él mismo ha creado artificialmente". Consultada por LPO, la especialista en el espacio postsoviético señala que Bielorrusia "ha traÃdo a la gente, no solo ha abierto la puerta como en los casos de Marruecos o TurquÃa". Por tanto, hablar con Lukashenko "no equivale al reconocerlo como presidente legÃtimo", como él mismo pretender hacer ver.
Europa entiende que detrás de la jugada del mandatario bielorruso se encuentra la aprobación de Rusia. Asà lo hizo saber el jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, cuando reconoció que si bien no está "en sus conversaciones privadas", resulta "claro que Lukashenko hace lo que hace porque cuenta con el apoyo de Rusia". Borrell también aprovechó la crisis fronteriza para insistir en la creación de una fuerza europea de reacción rápida para enfrentar ataques "hÃbridos" como el actual.
El presidente francés secundó a Borrell. Mientras Merkel hablaba con Lukashenko, Macron Emmanuel Macron hacÃa lo mismo con Vladimir Putin, a quien le pidió que usara su influencia para detener la crisis humanitaria en la frontera polaco-bielorrusa, a la que calificó de "instrumentalización inhumana de los flujos migratorios orquestados por Bielorrusia". Bruselas quiere evitar que la tensión escale en la zona, después de que Ucrania informara el despliegue de soldados rusos en su frontera. Las maniobras del Ejército ucraniano cerca de Crimea, anexionada por Putin en 2014, despiertan los temores ante la posibilidad de un nuevo frente.
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ClaudÃn considera que las acusaciones de Borrell están "totalmente fundadas". "Lukashenko no podrÃa haberse lanzado a una operación como ésta sin, como mÃnimo, el visto bueno del Kremlin". "La estrategia de Putin consiste desde hace muchos años, con la anexión ilegal de Crimea, en buscar y ahondar en todas aquellas situaciones que contribuyan a crear problemas internos y divisiones en el seno de la UE y dentro de cada paÃs miembro", afirma.
El "ataque hÃbrido" lanzado por Bielorrusia se produce en un momento de desencuentros entre la UE y Polonia, luego de que el Tribunal Constitucional polaco decretara que parte de la legislación comunitaria es incompatible con su Constitución, y por tanto no tiene primacÃa. Rusia busca atacar la capacidad de coordinación del bloque, y cuenta con la carta del suministro de gas, en plena crisis energética, para evitar pagar un precio demasiado alto por sus acciones y a las de su aliado Lukashenko.
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