El caso Ciccone sigue impactando en el gobierno aunque de maneras insólitas pero muy coherentes con los usos y costumbres del kirchnerismo. Es que en vez de golpear o debilitar a los protagonistas de lo que a todas luces es un negociado construido al amparo del poder, la mira se enfoca en las posibles “fuentes” de la filtración del escándalo.

En ese marco y luego de lo que parece haber sido una decisión de la presidenta de proteger al principal sospechado, el vicepresidente Amado Boudou; ahora se habla de la expulsión del ministro del Interior Florencio Randazzo, que en rigor hace rato que fue marginado a un segundo plano en las decisiones del poder.

Randazzo en los hechos ejerce como un director de migraciones que reparte DNI y licencias de conducir, ya que la tarea política natural de su cartera fue expropiada por otros integrantes del gabinete que llevan adelante las relaciones con el Congreso, gobernadores e intendentes.

Este ex felipista es sospechado de diversas “deslealtades” u oportunismos y en definitiva sufre la desconfianza genética de los kirchneristas hacia todo político que se haya emergido del PJ bonaerense que supo conducir Eduardo Duhalde. Ejemplos de lo letal que puede resultar ese ADN en la etapa cristinista son José Pampuro, que pasó de ser el tercero en la línea de sucesión a nada. Así como Aníbal Fernández y Julián Domínguez que viven en estado de observación permanente, incluso luego de que fueran expulsados del gabinete.

Esta noche se hablaba del envío de Randazzo a alguna embajada –destino que pidió y se le fue negado a Pampuro- y de la repatriación del embajador en España Carlos Bettini. El nombre de Bettini aparece cada vez que se habla de un cambio de gabinete, ya que tiene relación directa con Cristina desde las épocas de estudiantes universitarios en La Plata.

Bettini es un ex montonero que se jugó el cuero en serio en los tumultuosos noventas y que arrastra el drama personas de haber sufrido la desaparición de casi toda su familia en manos de los represores. Bon vivant, play boy, fumador de habanos y amigo personal del Rey Juan Carlos y Felipe González, hasta ahora logró sortear con éxito todos los intentos de Cristina por repatriarlo.

Su desembarco, si se concreta, se produciría justo cuando el Gobierno empieza a colisionar fuerte con los intereses españoles en el país, básicamente por la pelea con Repsol. 

Su enombre siempre despertó recelos en la primera línea del kirchnerismo "pingüino", ya que se trata de un hombre ajeno al origen santacruceño pero con acceso directo y confianza histórica de la Presidenta. Siempre fue un embajador "de Cristina" y de regresar al país, acaso podría rivalizar en la cercanía a la Presidenta con el propio Carlos Zannini.

El efecto Ciccone

La impugnación más grave que recibe Randazzo por estas horas es haber sido “fuente” de Clarín en la nota que reveló que el gobierno nacional encargó a Vanderbroele, señalado como el “testaferro” de Boudou, la impresión de boletas de Cristina Kirchner para las presidenciales del 2011.

Se trata de una acusación letal y como ejemplo de su poder de daño basta recordar que el ex canciller Jorge Taiana fue despedido de mala manera porque pesaba sobre él la sospecha de un diálogo civilizado con Clarín, no ya la operación directa contra otro destacado miembro del kirchnerismo, como ocurre en este caso.