Para el matrimonio Kirchner que esta noche se acercó a La Plata, hoy fue un día peronista. Peronista por las repetidas imágenes de Juan Perón y Evita que se vieron en el lanzamiento de la candidatura a diputado del ex presidente y el gobernador.

Peronista por la gente que llegó en los micros y se quedó en la fría y oscura periferia del Teatro Argentino de La Plata entonando viejas consignas peronistas con la gran cantidad de policías como únicos espectadores.

Peronista por la aparición de los afiches de “Braden o Perón” en la pantalla gigante, y peronista porque cuando se presentaron los candidatos del oficialismo quedó muy claro que el nuevo selló ahora regresa a los orígenes e incorpora la palabra fundacional: Frente Justicialista para la Victoria.

Peronista incluso, por la presencia carismática de Nacha Guevara, que sin disimulos utilizó su imagen emparentada a la de Evita por el musical que protagonizó, por ejemplo, luciendo en el pecho un broche con la bandera argentina en brillantes, igual que el que lució en su momento la mujer de Perón.

La previa fue a pedir de la Juventud Peronista y su vertiente “La Cámpora”, la agrupación de jóvenes K que lidera Máximo, el hijo de los Kirchner, que no sólo llenó de banderas a los balcones de una Sala Ginastera acostumbrada a albergar señoras que van a ver “El Lago de los Cisnes”, sino que a lo largo de todo el acto se dedicó a musicalizar y animar la fiesta kirchnerista.

Primero fue el turno de las exageraciones provocadas por la euforia que genera el proselitismo y la emoción colectiva. Por un lado, cuando apareció en el escenario el candidato de Hugo Moyano, Héctor Recalde, el sindicalismo y la JP parecieron olvidar viejos rencores ezeizenses, y los miembros de la organización corearon un inesperado “Héctor, Héctor”.

Por el otro, cuando los jóvenes cantaron el ya célebre “El que no salta es de Clarín”, muchos funcionarios de traje recordaron su pasado en la JP o en alguna unidad básica y comenzaron a saltar.

Luego le tocó orar a Daniel Scioli, que logró reunir a casi toda su tropa. El gobernador repartió elogios para el matrimonio Kirchner y apuntó básicamente contra Mauricio Macri y el narcotráfico.

Nacha Guevara sorprendió cuando se acercó al atril para hablar. Sin más que una semana de carrera política, nadie esperaba un discurso de la actriz. Pero tras décadas de memorizar libretos, Nacha volvió a sorprender cuando sacó unas hojas y se puso a leer.

Quien haya escrito su discurso tiene que ser alguien temerario: cuando se refirió directamente a Cristina Fernández de Kirchner –que estaba sentada en la primera bandeja y fue la única que no se paró para aplaudir a su marido-, con la voz quebrada por estar acostumbrada a otro tipo de público, Nacha le prometió ser “alegre, creativa, constructiva y desobediente”. Sería cómico apostar cuánto puede durar la actriz en su banca si es desobediente.

Kirchner se hizo esperar. Mientras los jóvenes que coparon la tertulia cantaban “llora la gorda Carrió, llora Felipe también, Néstor va a volver, con la Jota Pe”, el ex presidente se mordía los labios y alzaba las manos. Tras casi diez minutos de permanecer en silencio, empezó su discurso diciendo “Es difícil” y se calló otra vez. Muy significativo si se lo compara con la revolucionada situación electoral que vive el país.

Después habló con el mismo fondo de los temas de siempre (las adquisiciones de los seis años del kirchnerismo), pero con otra forma. No destrozó a la oposición como suele hacer, sino que con sutilidad le pegó un poquito a Francisco De Narváez, Hugo Biolcatti y Carlos Saúl Menem. También la prensa sufrió una cachetada leve, como para no perder la costumbre, pero de una manera más etérea. “Necesitamos mejores editorialistas”, dijo Kirchner mirando a los palcos ocupados por la prensa.

El contenido que puede aparecer en los diarios de mañana no variará de alguna que otra declaración (nada que no se haya dicho antes) defendiendo la “profundización del modelo”. Pero lo no dicho quedó muy claro para todos los presentes, ellos eran el "verdadero" peronismo, en esa lucha que mantienen con los llamados disidentes de Francisco de Narváez y Felipe Solá, por la apropiación simbólica de ese movimiento que aún hoy sigue siendo garantía de potencia electoral.