Internacional
La arquitectura del G3
Por Horacio Lenz
Argentina debe construir una política bioceánica de vinculación a Occidente y, a su vez, abrir una ventana geográfica de mirada a Oriente asociada con Chile.

En la última cumbre de G 20 en Buenos Aires se activó un debate sobre las razones de la presencia de Argentina en este grupo. Se esgrimieron un sin fin de argumentos, pero pasando por alto tres cuestiones estratégicas bien usadas por la diplomacia de los años 90 en cabeza del ex Canciller Guido Di Tella que definen nuestra participación.

a) El programa nuclear iniciado en los años 50, con el adecuado uso para fines pacíficos. b) el desarrollo biotecnológico de los 90 que multiplicó por cuatro nuestra producción de alimentos, y c) la política de desarrollo satelital de la última década.

La necesidad de construir un ámbito con naciones de varios continentes que coordinen políticas para superar la crisis financiera asiática dio como resultado la creación del ámbito en cuestión. Luego de varios intentos de ordenar este nuevo diseño global, se gestaron acciones de concordancia en materia financiera que fueron administrando la crisis. Pero los procesos de integración económica a escala global generaron beneficios particulares con las consecuencias colaterales no deseadas en materia de bienestar. A este inconformismo social se plegó el surgimiento demandas soberanistas como vía de solución a las distorsiones particulares que producían las integraciones en mercados regionales. Esta problemática bicéfala termina enfrentada con la idea de gobernanza global y origina en países centrales rechazos al orden internacional que no estaban previsto tiempo atrás.

Las expresiones refractarias se apoderaron de diversas agendas políticas y se manifestaron en diferentes puntos geográficos: el Brexit en Gran Bretaña; los nacionalismos en el Este y Centro Europeo como resistencia al proceso migratorio forzado proveniente del conflictos diferentes de Medio Oriente y África; el surgimiento de fuerzas políticas xenófobas en Alemania; la inestabilidad política en España, Francia, Grecia e Italia; Trump en EEUU, rompiendo tradiciones políticas; y por qué no, el colapso político de Sudamérica sin lideres acordes para reencausar el continente hacia coordenadas previsibles con mirada regional.

Las demandas de los pueblos, las consecuencias de la globalización y la necesidad de control de los países de los flujos financieros escondidos en los paraísos fiscales, produjeron un quiebre del balance mundial y la aldea global se mudó del multilateralismo al consenso entre Estados Nacionales, donde los recursos naturales de perfil energético o alimentario más las cuestiones militares volvieron a entrar en las agendas políticas de los países centrales.

Cuando cambia el marco de disputa, cambian los instrumentos de poder con los que se ejerce la política. A partir de ahí nace lo que podríamos llamar el nuevo periodo del G3, donde aparecen de modo hegemónico tres potencias que discuten el diseño mundial futuro: China, EEUU y Rusia. Esta confrontación tripartita se ejerce sobre el continente de la Península Euroasiática y también se expande a los mares circundantes. De este modo, tanto los recursos naturales continentales como los marítimos, más las rutas comerciales, son controlados por esta troika de países de modo directo través de poderosos ejércitos con gran poder disuasivo por su dimensión, tecnología y capacidad de alistamiento.

Áreas de conflictos

Este nuevo formato tiene en su arquitectura áreas de conflicto en el que participan los tres actores centrales que hacemos mención y que se caracteriza por ser una disputa por el control de cuatro zonas geopolíticas. En el Asia-Pacífico coexisten dos ejes de tensión estratégicos de administración diplomática por ahora ordenada:

* El choque geopolítico entre China y Rusia por el control de Asia se da en el límite imaginario de la meridional que atraviesa Mongolia. Moscú pretende la salida a las aguas templadas del Índico y Pacífico, mientras que Beijing tapona e impide ese propósito. Desde los tiempos de disputa entre la URSS y la República Popular China, el gigante asiático siempre procuro que Rusia no controlara el área del Estrecho de Malaca, que es el paso entre los Océanos Pacifico e Indico y por donde circula el 35% del comercio mundial y un porcentaje importante del transporte de gas y crudo.

*La disputa en el mar de la China entre el gigante asiático y los EEUU es por el control de los Océanos Pacifico e Indico, más la protección por parte de los americanos al arco insular de países que van desde Japón a Vietnam, pasando por Filipinas y Taiwán. Dicha controversia hoy tiene el nombre de disputa comercial. También China procura expandir su influencia más allá del mar homónimo y disuadir en el Océano Pacífico, proyectando su influencia en Oceanía a partir de los acuerdos de libre comercio con Australia y Nueva Zelanda.

Si posamos la lupa en Occidente en él se desarrollan confrontaciones de baja intensidad entre Rusia y EEUU tanto en la Península Europea como en el Medio Oriente.

* En Europa, Rusia siempre procuró evitar el desplazamiento de la OTAN sobre la cercanía de Ucrania ya que considera esta zona como parte de su control, influencia y colchón de seguridad. El ex presidente Barack Obama impulsó la política de expansión hacia el Este, acompañado por los tradicionales aliados de la OTAN, pero sufrieron una fuerte reacción del presidente ruso Vladimir Putin, que neutralizó esa acción sin esquivar aspectos disuasorios de carácter militar, además de presionar fuertemente a Alemania -que depende del gas y crudo que comercializa con Rusia- para que Berlín pusiera moderación en esa contienda. La Alianza Atlántica atraviesa un conflicto en materia de seguridad, donde la noción de perdurabilidad está en discusión. Dos acontecimientos separados en el tiempo socavaron su estabilidad. El primero fue en 2003, cuando Alemania con el Canciller Gerhard Schroeder y Francia durante la presidencia de Jacques Chirac no acompañaron a EEUU y Gran Bretaña a la última invasión a Irak, para derrocar a Saddam Hussein. El segundo ocurre en la actualidad cuando el presidente Donald Trump pone en debate el modo de financiamiento de la OTAN y su sentido militar.

*En Medio Oriente la disputa se centró en Siria, donde Moscú tiene intereses que proteger como son sus bases de su Fuerza Aérea de Latakia y de la Armada en Tartús. El Presidente Putin reaccionó contra las acciones militares que pretendían remover al gobierno sirio de Bashar Al Asad, defendió a su aliado estratégico y reconquistó su posición gravitatoria en la región, reconfigurando el mapa de poder e incorporando nuevos actores como Irán, consiguiendo un aliado nuevo (antes insospechado) como Turquía, garantizando la seguridad de Israel y tensionando con Arabia Saudita.

Ubicación de Sudamérica

Este nuevo formato de dimensión global define el mundo en un poder tripartito. Por lo tanto, Sudamérica y nuestro país no estarán exentos de las influencias del mundo que está naciendo. Coletazos de inestabilidad política, falta de coordinación en las decisiones regionales, carencia de flexibilidad para la inserción al nuevo formato mundial, son parte de la miopía de mirada de gobiernos de la región y el argentino en particular, donde se persiste en confundir la diplomacia presidencial con la política internacional o inserción internacional con gestualidades de cortecia.

Para no ahondar sobre acciones mal hechas y pronósticos mal concebidos, se torna necesario pensar el mundo con la nueva configuración descripta y desde ahí elaborar nuestra inserción sin dogmas en un escenario de dimensión tripartita, con escasos niveles de multilateralismo, con proteccionismo, pero también con nuevas inestabilidades. Nuestro país debe fortalecer su política regional sudamericana, no abandonar su alianza con el costado atlántico (Mercosur) y procurar la salida al Pacifico. Construir una política bioceánica de vinculación a Occidente y, a su vez, abrir una ventana geográfica de mirada a Oriente asociada con Chile como plataforma exportable en materia comercial, pero también conjugar con los trasandinos una proyección común sobre la Antártida.

No estamos hablando del modelo de desarrollo y de distribución de la riqueza, sino de cuáles serán los actores que desarrollarán las actividades económicas, de seguridad y de defensa en nuestro continente sudamericano; qué grado de autonomía y cooperación tendremos para afrontar el mundo que está apareciendo. Es recomendable planificar el futuro para no correr riesgos de perder el manejo de situaciones críticas con improvisaciones.

Como Nación tenemos que calibrar con inteligencia las acciones futuras, para no caer luego en desazones políticas, producidas a partir de acciones mal elaborados como consecuencia de decisiones equivocadas. Tener un Plan Estratégico es la mejor manera de afrontar los problemas, para no correrlos desde atrás cuando estos se presentan.

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