Editorial
La guerra por el Mar Negro
Por Horacio Lenz
Desde allí de donde Rusia proyecta su influencia al Mar Mediterráneo y a los pasos interoceánicos como Gibraltar y Suez.

El principal problema geoestratégico de la Federación Rusa desde la caída del régimen soviético es su imposibilidad para integrarse en el comercio mundial a partir de puertos situados en mares de aguas templadas. El Océano Ártico, el Mar Báltico y el Océano Pacifico, en su porción oriental norte, son espacios marítimos fríos desde los cuales Rusia carece de salida adecuada para comercio. Su extenso territorio, pensado y usado siempre como faja de seguridad frente a sus poderosos vecinos, determinó una continentalidad mediterránea y una política exterior bicéfala; un ojo puesto en Europa y otro en Asia. .

La razón estratégica de la actual guerra con Ucrania es el control del Mar Negro, al que solamente comparte con Turquía. A pesar de ser un mar interior ubicado en su frontera sur es un mar de aguas templadas. Y es desde allí de donde Rusia proyecta su influencia al Mar Mediterráneo y a los pasos interoceánicos como Gibraltar y Suez.

Dibujemos en nuestra mente un mapa con una línea continua que una el Mar Mediterráneo - Mar Egeo - Mar Negro - Mar de Azov y veremos que en verdad se trata de un área estratégica en la que confluyen los intereses y disputas de varias potencias; Rusia, Turquía, Grecia, Francia, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, España, Portugal, Egipto, Israel, Argelia y Marruecos, entre ellas.

Por esta razón es necesario comprender que el resultado de la disputa bélica entre Rusia y Ucrania tendrá grandes consecuencias geopolíticas; en primera instancia en la península euroasiática y más tarde a nivel global. Ellas se materializarán en el comercio, la economía, la geopolítica, en los cambios en el desarrollo de material bélico de uso dual y en las doctrinas de defensa.

Esto se observa con claridad en las políticas que llevan adelante las grandes potencias y las nuevas esferas de influencia que quieren garantizar. Los recientes viajes de los líderes europeos occidentales a África, cuyos resultados fueron diversos, son una muestral renovada por acercarse a territorios "olvidados" y que venían siendo ocupados por actores no estatales como empresas, contratistas y hombres de negocios con terminales en Beijing y Moscú.

Hoy Rusia proyecta su estrategia global apoyada en la idea de convertirse en un exportador de granos a escala mundial y en una potencia agroalimentaria. El control del Mar Negro es un punto fundamental en esa línea geográfica estratégica que antes mencionábamos.

Las fuerzas rusas están consolidando el control de los territorios de las provincias del este de Ucrania. La historia nos enseña que una estrategia de "guerra larga" siempre beneficia al país contendiente que posea una mayor cantidad de recursos humanos (soldados) y recursos económicos (capacidad de producción).

Es el caso de Rusia. Ella combina además de una mayor población, con una legendaria capacidad de tolerancia social al dolor, unas fuerzas armadas cuantiosas y una industria bélica propia. Todo lo que requiere Ucrania de la OTAN para defenderse Rusia ya lo tiene, y lo usa para para atacar y consolidar sus posiciones de ocupación.

Como argentinos tenemos que observar con detenimiento este escenario, para interpretar de qué manera la casi inevitable consolidación de Rusia en el Mar Negro y su proyección afectará nuestros intereses. Sobre todo los económicos, ya que en materia agrícola Rusia será un competidor de mercados y se transformará en un actor central en las variabilidades de precios de cereales a escala global.

No se trata solamente del control de los puertos de agua templada. Una vez asegurado el territorio en disputa la Federación Rusa habrá incorporado una extensa de llanuras esteparia altamente productiva que posee la particularidad del suelo chernozem (25 cm de humus), que se sumarán a los más de siete millones de hectáreas de similares características de su territorio. Se trata de una geografía lindante al Mar Negro, que cuenta con puertos cerealeros que se extienden desde Crimea al Mar de Azov. Producción de granos que complementará con la de la energía, la metal mecánica y la biotecnología con fertilizantes que la transformaran en una potencia determinante como exportador de proteínas.

Si a esta realidad le agregamos sus capacidades militares para defender sus exportaciones, los controles de enclaves portuarios a escala global y una consolidación en el continente euroasiáticos como potencia regional tendremos a una presencia rusa en el concierto intencional mucho más relevante que la que tiene hoy.

Posee una ventaja estratégica solapada, la necesidad de los EEUU de romper el eje Moscú-Beijing para dividir, junto a la India, el pívot euroasiático; idea que desde mitad del siglo pasado sostuvo Henrry Kissinger tanto en su diplomacia y como en sus manuales de doctrina.

En la Argentina algunos preferirán seguir creyendo que se trata de acontecimientos lejanos, pero está claro que las consecuencias de este conflicto impactarán directamente en la economía del sector más dinámico e importante para el ingreso de divisas de la Argentina, "el campo".

Es necesario entender el mundo que se avecina para afrontar sus desafíos. Debemos contemplar las capacidades de nuestro sector agroindustrial para afrontar el futuro y determinar acciones que coloquen a la Argentina, con los recursos económicos y tecnológicos disponibles, en una situación capaz de capitalizar los beneficios y evadir los perjuicios de un mundo próximo cada más competitivo.

Ganada la contienda con Ucrania Rusia volverá a mirar al centro de Europa como lo hace desde hace más de 300 años con todos sus regímenes políticos. Siempre se vio a sí misma como una nación bicéfala, con una mirada europea y otra asiática. Una vez culminada la guerra encontrará, con su diplomacia sofisticada, el modo de reconciliarse con occidente.

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