Joe Biden está dispuesto a ponerse al hombro las negociaciones para evitar una incursión total a Gaza y frenar un potencial conflicto regional. El presidente estadounidense aterrizará este miércoles en Israel para reunirse con Benjamin Netanyahu y más tarde con los líderes de Jordania y Egipto en la capital jordana, Amán. La gira exprés tiene varios objetivos: el primero es encontrar un alivio a la crisis humanitaria en la Franja de Gaza y el segundo retrasar la incursión israelí al enclave palestino, que puede devenir en una guerra que termine involucrando a Irán.
El mandatario quiere acordar con su par egipcio Abdel Fatah al Sisi la apertura del paso fronterizo de Rafah, al sur de Gaza, y habilitar así la evacuación de los palestinos que escapan de los bombardeos israelíes. Con el anfitrión, el rey Abdullah II de Jordania, tiene previsto discutir la situación en Cisjordania, el otro territorio palestino ocupado, donde ya se registran más de 60 muertos y 1250 heridos a manos de soldados y colonos israelíes. La tensión en esa zona, bajo control parcial de la ANP, puede complicar aún más la golpeada estrategia de seguridad de Israel.
Biden había sumado al encuentro en Amán a Mahmud Abbas, titular de la ANP, en un intento por devolverle algo de legitimidad ante las acciones de Hamas. Pero el bombardeo a un hospital en Gaza, que causó al menos 500 víctimas -Israel niega su autoría y se lo atribuye a la Jihad Islámica, otra de las organizaciones armadas que operan en la Franja-, hizo el que el presidente palestino diera el portazo.
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Abbas se había desmarcado del ataque de Hamas, un gesto que se agradeció en la administración demócrata, y el estadounidense quería hacerlo parte de la solución, pese a que su liderazgo se encuentra desdibujado desde hace años. El propio Biden hizo un giro retórico luego de que Netanyahu y sus ministros anunciaran la guerra contra Hamas.
Biden replicó el discurso de Abbas y dijo que Hamas no representa a todos los palestinos, e incluso fue más lejos al calificar de "gran error" la intención más o menos explícita de Israel de reocupar la Franja de Gaza. "Tiene que haber una Autoridad Palestina. Tiene que haber un camino hacia un Estado palestino", defendió el presidente en el programa 60 Minutes de CBS. Esa declaración, mientras el gobierno israelí promete aumenta la hostilidad hacia los palestinos -en Gaza, Cisjordania, Jerusalén y dentro de Israel- puede revelarse audaz o algo tardía.
En cualquier caso, el equilibrio de Biden responde al cambio que acaba de consumar uno de sus principales aliados en la región, Arabia Saudita, que tras la respuesta de Netanyahu en Gaza decidió congelar el acercamiento con Israel que Washington venía promoviendo. El reino saudí era la última pieza de EEUU para cerrar los Acuerdos de Abraham, la normalización de relaciones de Marruecos, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos (EAU) con Israel que cimentó Donald Trump y su sucesor busca ampliar para cercar a Irán.
Esa aproximación estaba en marcha, pero la presión popular por la represalia israelí a ataque terrorista de Hamas deja a muchos gobiernos árabes en una posición incómoda. Los muertos en Gaza suman 3000 víctimas y los heridos superan los 12500, según los funcionarios palestinos, al menos hasta el ataque al hospital Al-Ahli.
La postura histórica de los países musulmanes ha sido casi siempre apoyar a los palestinos, más allá del liderazgo político ocasional -sea Yasser Arafat o las facciones que emergieron de las cenizas de los Acuerdos de Oslo y el recrudecimiento de la ocupación-, y príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, decidió no asumir el riesgo.
Bin Salmán viene de restablecer los lazos con el régimen de los ayatolás con el auspicio de China y la semana pasada levantó el teléfono para hablar por primera vez con el presidente iraní, Ebrahim Raisi, con quien debatió la escalada en la región. Ninguna de las partes reveló el contenido de la conversación, aunque el hecho encendió las alarmas en la Casa Blanca. Por eso el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, incluyó a Arabia Saudita en su gira por Medio Oriente. Washington necesita saber con quién cuenta si la situación se sale de control entre Israel y sus múltiples enemigos.
"El ingreso de Hezbolá a la guerra depende de la decisión de Irán"
En Israel, Biden sondeará los planes del primer ministro israelí sobre el terreno y confirmará la ayuda militar, que incluye dos grupos de portaaviones en el Mediterráneo, si bien espera llegar a un acuerdo humanitario para los objetivos que no sean estrictamente de Hamas en Gaza, es decir la población civil palestina, y los rehenes israelíes que permanece en cautiverio en la Franja, entre los que se encuentran ciudadanos estadounidenses. El gobierno de Netanyahu ha dejado en claro que los secuestrados no son la prioridad en este momento, por lo que Washington ya dio luz verde a la mediación de Turquía en ese frente.
Biden se encontrará con una situación poco habitual en Israel. Pese al Ejecutivo de emergencia que se conformó a pocos días de anunciada la guerra, Netanyahu está golpeado por el ataque de Hamas, su conducción está siendo criticada incluso por sectores de la sociedad que lo respaldaron y lo votaron, los servicios de inteligencia airean sus culpas por las fallas en la seguridad y las dilaciones en la incursión terrestre a Gaza hacen pensar más en una falta de estrategia que en el factor sorpresa de cualquier conflicto armado. El respaldo se muestra absoluto, pero Biden quiere saber hasta dónde está dispuesto a ir su socio.
A eso se suma la confrontación en aumento con Hezbolá en el norte de Israel -el gobierno ya está evacuando a los civiles de las comunidades cercanas a la frontera- y al juego de los iraníes, que por estas horas hacen circular la versión de que EEUU lanzaría una acción directa si Teherán entra de lleno a la guerra.
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