Editorial
Un nuevo round
Por Gonzalo Arias
Aun cuando tanto desde el gobierno como desde la oposición "dialoguista" se percibe un clima más favorable para su aprobación, el oficialismo no ha logrado disipar la incertidumbre.

Javier Milei enfrentará en el Congreso de la Nación un desafío crucial para darle sustentabilidad y gobernabilidad a su gestión, al intentar darle sanción a una renovada ley de bases que le permitiría no solo contar con algunas importantes herramientas legislativas, sino también proyectar la imagen de un gobierno que comienza a trascender una etapa de urgencias marcada por algunos "éxitos" en el corto plazo, para comenzar a darle institucionalidad a algunas transformaciones y comenzar a desandar el camino de la estabilización y posterior recuperación económica.

Es que si bien el gobierno puede mostrar como "logros" de estos 4 meses de gestión la reducción de la tasa de inflación al 11% que midió el Indec en marzo, la estabilización del dólar, una relativa recuperación de reservas del Banco Central, y la implementación de un profundo y rápido ajuste sin desbordes en términos de conflictividad social, muchos economistas ya alertan sobre algunas inconsistencias o carencias del plan económico, a la par de que desde el propio oficialismo se toma paulatinamente conciencia de que estos "avances" son fruto de una metodología -el mix entre licuadora y motosierra- que no es sustentable en el tiempo.

Los notorios atrasos en los salarios y jubilaciones, y el recorte de gastos y postergación de pagos, pueden haber servido para mostrar resultados rápidos en lo que respecta a la moderación de la inflación y la reducción del déficit fiscal pero, con una economía ya atravesando las turbulencias propias de una profunda recesión, no se trata de un plan consistente y sustentable en el tiempo. No solo por las incógnitas vinculadas a los límites de la tolerancia social al ajuste -que, por otra parte, sumará en los próximos meses un fortísimo aumento de los precios de la electricidad y el gas-, sino también porque la caída en la actividad económica y el desplome de la recaudación, azuzan los fantasmas de un aumento de la pobreza a niveles aún más dramáticos y la amenaza del desempleo masivo.

Si bien una de las principales promesas de Milei fue la de derrotar la inflación, pareciera estar claro que ya no es suficiente para mantener su apoyo social. De hecho, por primera vez desde su asunción, las encuestas muestran un desplazamiento en las principales preocupaciones ciudadanas desde la inflación al empleo. En este marco, la prometida recuperación económica -no solo a nivel macro sino de la economía real- es imprescindible para la sostenibilidad de su proyecto de gobierno. Una recuperación económica que, además, podría ser menos marcada y rápida que el tan mentado modelo "en V", tanto por razones internas como potenciales factores externos (conflicto en medio oriente)

Sin la intervención del Estado (por ejemplo, a través de la obra pública) ni el consumo como motores de la economía, Milei y Caputo necesitan algunas de las herramientas previstas en la nueva Ley de Bases y el paquete fiscal para generar un clima de negocios atractivo para los potenciales inversores. Sobre todo, teniendo en cuenta que la salida del cepo, a la cual el gobierno apostaba para generar expectativas, podría estar más lejos de lo que desearía el equipo económico, no solo por los riesgos de un descalabro monetario sino también por los reparos del FMI.

En este contexto, aun cuando tanto desde el gobierno como desde la oposición "dialoguista" se percibe un clima más favorable para su aprobación, el oficialismo no ha logrado disipar la incertidumbre. La eliminación de algunos de los capítulos más controvertidos de la ley original y el diálogo más fluido con los gobernadores para incorporar en el paquete fiscal algún alivio a las provincias, son algunas señales positivas. Sin embargo, hay varias cuestiones aún sin resolverse: la reforma laboral (que sería impulsada por la UCR a través de un proyecto propio) no tiene el consenso de algunos sectores de Hacemos Coalición Federal o el radicalismo referenciado en Manes; la restitución del impuesto a las ganancias no es vista con buenos ojos por varios de los gobernadores aliados; y las privatizaciones, desregulaciones económicas, blanqueo, fin de la moratoria previsional, también evidencian algunas pujas.

A todo ello, se suman el malestar que generan en los legisladores dialoguistas no tanto las diatribas y exabruptos del presidente, sino más que nada las improvisaciones, desprolijidades, y debilidades del propio oficialismo en el Congreso. Señales que van desde el desplazamiento del jefe de bloque, el deslucido rol del Presidente Martin Menem, la falta de una revisión exhaustiva de la ley para evitar la colisión con otras normas vigentes (como el DNU 70/23), hasta la ausencia del más elemental "poroteo" para garantizar los votos necesarios en el recinto.

Así las cosas, y aunque Milei siga insistiendo con que no necesita del Congreso para llevar adelante su plan, un nuevo fracaso legislativo para un gobierno que en 4 meses no logró aprobar ni una sola ley, generaría mayor incertidumbre y dudas respecto a la sustentabilidad del programa económico, lo que redundaría en un clima de negocios no tan auspicioso como para apuntalar una recuperación, y en una posible frustración de expectativas de amplias franjas de la opinión pública, que mantienen su esperanza no solo en la promesa de una gestión transformadora y rupturista, sino fundamentalmente en la aparición de la tan ansiada luz al final del túnel.

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