Editorial
Hipertensión
Por Gonzalo Arias
El vínculo entre el presidente y los amplios sectores sociales que lo apoyan pese a estar sufriendo en carne propia las consecuencias del ajuste, discurre por canales que aún la política tradicional y muchos análisis no logran aprehender

Transcurridos ya 80 días de gobierno, Javier Milei sigue desconcertando a los principales actores de un sistema político que aún no ha logrado reorganizarse tras el fulgurante ascenso del libertario al poder y que, en un contexto de profunda crisis económica y social, y frente al ajuste más feroz de nuestra historia democrática, ve como la tensión crece sin que se avizore aún en el horizonte algún esbozo de moderación de los conflictos.

Sin la emergencia y las facultades extraordinarias que estaban previstas en la "Ley de Bases", y con partes relevantes del DNU de diciembre suspendidas transitoriamente por presentaciones judiciales, el gobierno sigue profundizando el ajuste y los recortes en el gasto público hasta niveles que van más allá de lo que muchos preveían. Con las consecuencias de estas medidas ya sintiéndose fuertemente en sectores vulnerables, asalariados, jubilados y trabajadores de ingresos fijos, son muchos los sorprendidos por las encuestas que siguen dando cuenta de altos niveles de aprobación de la gestión.

El fenómeno Milei parece así confirmar su carácter inédito, en tanto desborda las categorías tradicionales con las que estamos habituados a analizar la política vernácula. En este contexto, el vínculo entre el presidente y los amplios sectores sociales que lo apoyan pese a estar sufriendo en carne propia las consecuencias del ajuste, discurre por canales que aún la política tradicional y muchos análisis no logran aprehender.

Lo cierto es que el presidente parece apelar a una sociedad entre resignada y harta de los fracasos acumulados y promesas incumplidas de los sucesivos gobiernos y que, pese al ajuste y la crisis, prefiere -al menos por ahora- el sacrificio ante lo que se percibe como la "última oportunidad", valorando además la "autenticidad" de Milei , el compromiso con lo señalado en la campaña, y la revelación de los "curros" y prácticas "espurias" de la casta.

Solo ello explica cómo un Milei que sigue tensionando hasta extremos hasta hace poco inimaginables, no cediendo ante nada ni nadie, con una intransigencia rayana con la intolerancia al disenso, parece salir siempre airoso en términos de imagen y popularidad. De allí que es esperable que el presidente siga profundizando los conflictos, enmarcándolos narrativamente en la cruzada "anti-casta", alimentando a sus seguidores con nuevos datos y ejemplos de despilfarro y desmanejo de recursos públicos con el que buscará sostener la indignación y la bronca.

Seguramente por esos carriles discurrirá su discurso ante la Asamblea Legislativa el próximo viernes, como de alguna forma lo anticipa la inédita decisión de cambiar el tradicional horario de la apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación para hacerlo coincidir con el prime time televisivo y los horarios de mayor interacción en las redes sociales.

Sin embargo, no todo es narrativa y "batalla cultural". Es que a la par de la permanente tensión discursiva, Milei también avanza con "mano dura" en el plano económico. Ya no solo hablamos de liberalización de precios y desregulación, de brutales recortes en el gasto público y eliminación de organismos públicos, o de reformulación de los planes sociales, sino también de avanzar sobre los fondos de las provincias, generando un inesperado conflicto con los gobernadores (incluso aquellos otrora considerados aliados o dialoguistas), pero forzando de esta forma un debate sobre el federalismo que nadie pudo hasta entonces plantear.

Así las cosas, el presidente gana tiempo, prolongando el apoyo y la tolerancia social ante el ajuste y el "sinceramiento" que plantea, y desconcertando a la dirigencia política tradicional con la permanente ampliación de los contornos del campo de batalla.

Alejada la posibilidad de que logre avanzar en el corto plazo con aquellas reformas estructurales que requieren imprescindiblemente del concurso del Congreso, la incógnita es si podrá mantener su crédito político para llegar a las elecciones legislativas de medio termino, para aspirar a poder construir una mayoría parlamentaria propia. Y, para ello, necesita algo más que "ir tirando" y sosteniendo la crispación y la bronca en sus bases de apoyo: más temprano que tarde necesitará mostrar resultados económicos palpables a nivel microeconómico que permitan recrear expectativas de futuro.

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