Editorial
Un silencio táctico
Por Gonzalo Arias
Mientras el país camina sobre el filo de un abismo, un silencioso Milei trabaja para sacarle votos no solo al PRO y a la coalición Juntos, sino también al peronismo.

Un observador desprevenido de la siempre vertiginosa realidad política y electoral argentina podría legítimamente preguntarse: ¿dónde está Javier Milei? Es que, frente a la incontenible verborragia, la pirotecnia verbal y las permanentes polémicas con las que el referente libertario irrumpió como fenómeno político, resulta lógicamente llamativo el relativo silencio que ha venido adoptando desde hace algunos meses.

A qué se debe, entonces, esta actitud del diputado y aspirante presidencial de esta "nueva derecha" argentina. Sin dudas, se trata de un silencio táctico, un comportamiento deliberado que pareciera hacerse eco de esa famosa frase que suele atribuirse a Napoleón Bonaparte: "no interrumpas a tu enemigo cuando se está equivocando".

Es que el contexto de profunda y persistente crisis política, económica y social, donde las encuestas dan cuenta de que se ha instalado un clima de opinión de alta negatividad, en el que priman emociones como el enojo, la frustración y el pesimismo, parece fortalecer por sí solo su posicionamiento disruptivo y antipolítico de cara al proceso electoral presidencial de 2023.

Más aun, cuando la opinión pública asiste al patético espectáculo que están ofreciendo los referentes de las dos principales coaliciones que han venido estructurando la dinámica política y electoral de los últimos años: las internas cada vez más virulentas, las guerras de egos, las mezquindades y, sobre todo, las agendas desacopladas de la realidad cotidiana de los ciudadanos de a pie. La combinación entre una crisis que no da tregua y una clase dirigente que continúa peligrosamente procrastinando, actúa sin dudas como un elemento acelerante del fuego del hastío y la indignación. Un fuego cuyas llamas crecen ante la pasividad de los principales dirigentes del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio.

El agresivo posicionamiento discursivo de Milei le había granjeado importantes réditos electorales en las pasadas elecciones legislativas, en un ascenso fulgurante que le permitió incluso anotarse en la carrera presidencial. Sin embargo, promediando el año su "estrella" parecía apagarse, condenándolo a representar una expresión minoritaria. A ello coadyuvaron, indudablemente, varias de sus intervenciones altamente polémicas.

Tomando en cuenta esa experiencia, y sin por ello resignar su carácter antisistema, la proyección de una imagen de "outsider" y su posicionamiento discursivo eminentemente antipolítico ("anticasta", dirían sus seguidores), comenzó a evitar o "camuflar" algunos filones de su personalidad e ideas que había enarbolado en su momento: desde una mirada autoritaria propia de las ultraderechas fascistoides europeas (negacionista del terrorismo de Estado), pasando por expresiones de extremo e inaplicable antiestatismo ("quemar el Banco Central"), hasta su actitud refractaria a ampliar derechos (feminismo, movimiento obrero, inmigrantes, etc.) Ni hablar de las posiciones anarcocapitalistas de su admirado Murray Rothbard, para quien todos los derechos -incluso los "naturales"- son formas de propiedad; lo que lo lleva a proclamar, por ejemplo, la licitud del trabajo infantil y de diversos "mercados negros", entre los que se encuentran -como oportunamente declaró Milei- el comercio de órganos.

Esta "operación", en el marco de un clima de impugnación política cada vez más generalizada, le podría permitir a Milei capitalizar gran parte de ese creciente descontento, aun entre quienes no encuentran sus ideas particularmente atractivas o del todo convincentes, pero están "hartos" de los políticos "tradicionales" y sus peleas y discusiones endogámicas.

Con una alta tendencia a la fragmentación tanto en el oficialismo como en JxC, y en un escenario donde varias encuestas recientes dan cuenta de la identificación del "sistema político" como uno de los principales problemas para un importante sector de la opinión pública, un Javier Milei mucho más calmo que antaño se consolida silenciosamente con un piso sólido que ya supera cómodamente el 15%.

Los principales referentes de la oposición no parecen dimensionar aun la magnitud de lo que puede estar gestándose. Aferrados a las ambiciones personales que se potencian ante la supuesta convicción de un triunfo "cantado" en 2023, ya hay encuestan que comienzan a mostrar como las internas y peleas tienen potencialidad para horadar las chances electorales del espacio. En concreto, una encuesta que circuló reservadamente en algunos despachos opositores los últimos días, mostraría una caída de 3 puntos en intención de voto.

Así las cosas, mientras la política continúa procrastinando y el país camina sobre el filo de un abismo, un silencioso Milei parece estar trabajando para fortalecer una oferta electoral que, por cierto, no sólo le saca votos al Pro y a JcX; sino también al peronismo, en cuanto capta a muchos desencantados que apoyaron electoralmente al gobierno en 2019.

Como señala Pablo Stefanoni en un libro de referencia para comprender estos fenómenos (¿La rebeldía se volvió de derecha?, Ed. Siglo XXI), hay que tomarse muy en serio las ideas de estas nuevas derechas, aunque parezcan moralmente condenables o incluso ridículas y, sobre todo, entender cómo sus líderes carismáticos y escandalosos, su discurso rupturista y su actitud provocadora y transgresora están permitiéndoles interpelar y representar a muchos sectores que se perciben postergados en sus sociedades. Basta con ver lo que pasó en Brasil con Bolsonaro, o lo que sucede en Italia con Giorgia Meloni.

Quien, en este escenario, minimice las chances de Milei, estará cometiendo así un grosero error que podría afectar la necesaria coherencia de toda estrategia: estar basada en un diagnóstico realista.


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