Editorial
¿Final de época?
Por Gonzalo Arias
En un clima social marcado por la negatividad, lo que se evidencia en la emergencia de sentimientos como el hastío, la frustración, el desencanto y la apatía.

Argentina parece avanzar inexorablemente hacia uno de los procesos electorales más complejos e inciertos de la historia reciente. Muy probablemente, estemos frente a una elección aún más incierta e impredecible que la de marzo de 2003, que determinó que la salida institucional a la profunda crisis económica, política y social de 2001 se produjera a través de una reconfiguración de los liderazgos dentro del peronismo.

Frente al "que se vayan todos", consigna que resonó con fuerza como una evidencia del hastío y la frustración que embargaba a la ciudadanía movilizada durante las históricas y trágicas jornadas de diciembre de 2001, y tras el interregno del gobierno de transición encabezado por Duhalde, el sistema político parecía por entonces regenerarse desde los espacios políticos históricos.

La emergencia del kirchnerismo y, más adelante, del PRO, acabaron re-perfilando el sistema político argentino, estructurándolo eventualmente en las dos grandes coaliciones que hegemonizaron la dinámica política y electoral desde 2015. Si bien ambas coaliciones estuvieron lejos de la aspiración del recordado Torcuato Di Tella de operar como dos grandes polos de agregación de la centro-izquierda y la centro-derecha, respectivamente, lo cierto es que el sistema parecía ofrecer cierta previsibilidad. Aún sin perfiles ideológicos nítidos ni consensos programáticos concretos, parecía haber pocos incentivos para que líderes y referentes rompieran con esa dinámica de dos grandes coaliciones disputando el poder.

La situación actual pareciera anunciar entonces un "fin de época", cuyas consecuencias más profundas aún están por verse conforme nos adentremos en lo más álgido del proceso electoral. Por lo pronto, hay algunos indicios que debieran encender las alarmas en las principales terminales del oficialismo y JxC, cuyos referentes y proclamados precandidatos continúan peligrosamente procrastinando, encerrados en discusiones endogámicas y cálculos electoralistas que entrañan un mecanismo autodestructivo y una lógica cercana al más primitivo canibalismo.

En primer lugar, un clima social marcado por la negatividad, lo que se evidencia en la emergencia de sentimientos como el hastío, la frustración, el desencanto y la apatía, entre otras emociones. Las encuestas dan cuenta así de un fenómeno muy preocupante: el proceso electoral no genera expectativas en amplias porciones del electorado. En otras palabras, para amplios sectores del electorado la posibilidad de votar no genera la expectativa de una mejora o un cambio en la situación actual. Sin dudas, una tendencia que habrá que seguir muy de cerca, en tanto que podría ya no sólo provocar una migración de votantes a figuras que expresan esas "emociones", sino que podrían derivar en históricos niveles de abstencionismo, lo que horadaría la legitimidad de las autoridades electas.

En segundo lugar, asistimos a un evidente agravamiento de la situación económica. El "plan aguantar" llevado adelante por Sergio Massa, con la inestimable colaboración de actores relevantes del establishment financiero local e internacional con el que el tigrense supo construir una relación de años, muestra signos evidentes de agotamiento. La inflación no cede un ápice, horadando aún más el deprimido poder de compra de los salarios, y la escasez de dólares que jaquea las reservas internacionales del Banco Central, sigue forzando al equipo económico a "inventar" medidas para evitar la siempre impopular devaluación formal. Y, todo ello, resintiendo una actividad económica que ya venía complicada desde la pandemia, y tiñendo con un manto de expectativas pesimistas el futuro.

Y, por último, la trágica decadencia de una dirigencia política que -en su gran mayoría- continua mirándose al ombligo, más preocupada por conservar o alcanzar cuotas de poder, que por intentar construir algún horizonte de previsibilidad y generar expectativas para mirar al futuro con cierta esperanza y optimismo.

Así las cosas, a la luz de estos factores, no debería llamar la atención el gran crecimiento de Javier Milei en las últimas semanas. Un crecimiento que, al menos en la foto de hoy, ya no lo coloca como un tercero consolidado, sino incluso como un tercero desafiante que podría colarse en un eventual ballotage.

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