La aparición de Pedro Sánchez en el plató de Telecinco preanunciaba una entrevista en la que se desmontarían varios malos entendidos. El líder del PSOE y presidente del Gobierno invirtió las acusaciones de la presentadora, Ana Rosa, se definió como un político limpio y defendió la lógica de alianzas en el Congreso de los Diputados durante la legislatura pasada. Tal afirmaban en Ferraz, Sánchez tendría que moverse en territorio hostil.
"Pacto con cualquier grupo parlamentario con el que podamos poner en marcha un Ingreso Mínimo Vital. Hay que volver un poco al sentido común en el debate político", dijo el dirigente socialista, quien además reivindicó el pacto con EH Bildu si "es para revalorizar las pensiones conforme al IPC o si es para hacer una reforma laboral". En cualquier caso, dejó en claro que no es partidario de acuerdos a cualquier coste.
"Usted puede opinar lo que quiera", le apuró Sánchez a la presentadora, a quien le dijo que no describía, sino que opinaba. "Dice que estamos gobernando con Bildu. Bildu ha pactado con el PSOE y con el Gobierno determinadas leyes en el Parlamento, pero el PP, con Vox, está gobernando. Una cosa es llegar a acuerdos para hacer avances sociales y otra para retroceder en 20 días 20 años", apuntó.
De esta forma, atento a los espectadores del programa, Sánchez desvinculó su figura a amistades opacas, como puede ser la de Alberto Núñez Feijóo con el narcotraficante Marcial Dorado -un tópico de campaña aún no explotado, pero ya mentado por Yolanda Díaz- y a alianzas riesgosas para el PSOE. El foco, en cambio, está puesto en su gestión, presentada como buena y al pie de las promesas electorales, incluso en leyes controvertidas.
Sánchez defendió la legislación del "solo sí es sí", norma estrella de Irene Montero, si bien corregida por el PSOE con los votos del PP en el Congreso. "Entre otras cosas reconoce una atención especializada a las víctimas de agresiones sexuales", señaló, en alusión indirecta a los negacionistas de la violencia machista. El Ferraz dicen a LPO que la estrategia comunicacional de Sánchez consiste en no darle un resquicio de duda a la oposición "ni a sus portavoces mediáticos".
En algún punto, Sánchez sabe que Feijóo le ha regalado un adversario claro: no confrontará solo con la primera formación opositora, sino con la coalición en marcha entre el PP y Vox. La quita de banderas LGBTI le permite asociar al líder del PP con Santiago Abascal, pero no solo esa batalla. La lona que reza "Tú a Marruecos, Desokupa a la Moncloa" va en sintonía con la prédica de Feijóo de "derogar el sanchismo", una muletilla difusa que toma forma con las acciones de los sectores ultras.
Toda estrategia tiene su riesgo, y lo que ha dicho el jefe de los socialistas puertas adentro es que no sacudirá la polarización para ganar la contienda en las urnas, no solo porque puede volvérseles en contra, más bien por los límites que busca para el PSOE. Los exabruptos de Vox y su constelación de grupos afines serán remitidos a la Justicia. La movida pasa más por exponer las contradicciones de un PP que se ve de regreso, condicionado por Abascal.
La ministra de Igualdad fue la primera en señalarlo, pero no pasó desapercibido para los eurodiputados socialistas españoles ni para la dirección del partido en Madrid. El Grupo del Partido Popular Europeo defendió la criminalización de las relaciones sexuales sin consentimiento, lo que pone en duda la posición verdadera que enarbola Feijóo, quien calificó de "divorcio duro" la condena al líder de Vox en la Comunidad Valenciana, Carlos Flores, por violencia de género.
Por otro lado, Sánchez está dispuesto a mantenerse en Moncloa y no frenar la puja en caso de empate entre bloques, y ya ha mandado a decirle a Felipe González que se reserve a la hora de comentar lo que debería hacer el PSOE en caso de no ser la lista más votada, una realidad más que una posibilidad en este momento. Para el presidente está en juego su gobierno, su liderazgo interno y dentro de la izquierda y su proyección fuera de España. Toda fórmula, con los escrúpulos de un político limpio, resulta válida.
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