Son 158 página con datos, cálculos y estimaciones sobre uno de los problemas más grave que sufrirÃa la geografÃa y la economÃa española en los próximos años: la desertificación.
La hoja de ruta para luchar contra este proceso, acelerado por la crisis climática, es un documento que el Gobierno terminó de elaborar el año pasado.
El informe, titulado Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación, lo confeccionó el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) con la participación de las administraciones autonómicas.
La estimación que hace la cartera que dirige Teresa Ribera es bastante sombrÃo respecto a la erosión del suelo y la escasez de agua. Se calcula que en el periodo 2023-2027, "el riesgo de erosión severa" afectará a a la mitad de las explotaciones solicitantes de PolÃtica Agraria Común (PAC), 396.673 explotaciones.
El porcentaje, aclara el relevamiento, podrÃa ser superior por el cambio de usos del suelo, como el incremento de cultivos leñosos permanentes (principalmente olivar, cultivos tropicales y frutos secos) sobre zonas marginales y en zonas de cultivo anual en paisajes en pendiente, una "tendencia que agravará la problemática por su implantación sobre terrenos con alto riesgo de erosión".
El crecimiento de la superficie regada tiene estrecha relación con la desertificación, según el análisis del Gobierno. Actualmente esta superficie alcanza los 3,8 millones de hectáreas, lo que supone alrededor del 23 % de la superficie total cultivada y aporta el 65% del valor de la producción final agraria.
Dice el documento: "El potencial productivo que supone el regadÃo tiene como contrapartida el uso de un volumen importante de agua (en torno al 80 % del volumen total de usos del agua) en un paÃs con territorios donde esta es escasa. Entre 2010 y 2019 la superficie de regadÃo se ha incrementado un 14 %, mientras que la superficie cultivada total se redujo un 1,3 %".
La "previsión de escenarios futuros", con el cambio climático como trasfondo, no es nada alentadora. España se encamina a "una reducción importante de los recursos totales disponibles, un incremento de episodios extremos de sequÃas, que incrementará el estrés hÃdrico, los conflictos por el agua y los impactos derivados de los déficits hÃdricos".
Lo llamativo es que pese al diagnóstico, el Gobierno no contempla en su hoja de ruta la reducción de los regadÃos, la única medida que, juicio de los expertos, puede revertir la sobreexplotación que sufren hoy la mayorÃa de los acuÃferos de la penÃnsula.
El Ejecutivo reconoce que las previsiones son de crecimientos, de más hectáreas de riego para los próximos años.
"Hay que tener en cuenta que junto a la exposición a los riesgos derivados del cambio climático existen en diversos planes de cuenca previsiones de nuevas superficies de regadÃo, si bien estos incrementos son mÃnimos y fruto de actuaciones que, en muchos casos, ya estaban desarrolladas".
El ministerio que conduce Ribera centra casi toda su estrategia en la modernización de los regadÃos, aunque reconoce que su eficacia está en duda y que tiene efectos contraproducentes, como la expansión de nuevos aspersores.
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"Como consecuencia de dicha modernización en ocasiones se puede provocar un efecto rebote; las nuevas tecnologÃas introducidas permiten el ahorro de agua, pero ese beneficio podrÃa derivar en una expansión o intensificación agrÃcola, resultando en un consumo total superior al anterior. En última instancia, esto provocarÃa un efecto negativo sobre el propio sector, además de un desperdicio de inversiones, y un impacto negativo sobre los ecosistemas locales".
Y a pesar de que la agricultura española viene, en teorÃa, experimentando un proceso de incremento de la eficiencia en el uso del agua, "que se ha traducido en una ligera reducción del consumo de agua", de la revisión de los planes hidrológicos de las diferentes demarcaciones y el análisis de las presiones que sufren las masas de agua en relación a las actividades agrÃcolas, "puede deducirse que salvo en las demarcaciones cantábricas, Galicia-Costa y Miño-Sil, todas las cuencas de España sufren cierto grado de estrés hÃdrico".
"De hecho, alrededor de la mitad del territorio español, particularmente las cuencas que vierten al Mediterráneo y a la AndalucÃa Atlántica, sufre actualmente un estrés hÃdrico severo, lo que combinado con la irregularidad tÃpica del clima Mediterráneo conlleva una alta exposición a sequÃas".
El informe subraya en varias oportunidades que "el aumento de la superficie de regadÃo mantiene un escenario de elevada presión sobre el recurso agua" y que combinado con "los escenarios de cambio climático podrÃa agravar los problemas relacionados con el déficit de abastecimiento de agua en zonas en las que ya existen limitaciones de este recurso".
"Es necesario, por tanto, modificar y mejorar estrategias que hasta la fecha han sido exitosas para reducir el consumo medio por parcela y la productividad aparente del agua, entre otras seguir incorporando nuevos sistemas de riego de precisión que sustituyan las prácticas de riego tradicionales menos eficientes para reducir y optimizar el uso de agua en los regadÃos españoles".
A juicio del Ministerio, está comprobado que "el no desarrollo de buenas prácticas agrÃcolas y en particular las relativas a regadÃos, ocasionan un grave deterioro del estado cuantitativo y cualitativo de las masas de agua tanto superficiales como subterráneas".
Se pone el ejemplo de lo ocurrido en las décadas del setenta y ochenta, cuando se afectaron "los espacios y recursos naturales dependientes de esas masas de agua, una situación muy difÃcil de revertir a pesar de los esfuerzos realizados desde entonces".
A nivel cualitativo, la expansión del regadÃo a contribuido a la contaminación de los acuÃferos subterráneos por los nitratos procedentes de la actividad agrÃcola causado por el uso incorrecto de fertilizantes.
Este problema afecta a prácticamente el 25 % de las masas de agua subterránea (en casos como las masas del Guadiana supera el 50 %) y que en numerosas zonas superan los lÃmites establecidos en la Directiva de Nitratos.
"En el caso de los problemas de estado cuantitativo, la causa fundamental es la extracción intensiva y continuada de estos recursos. Es común que ambos problemas, cualitativo y cuantitativo, se encuentren asociados en las mismas masas de agua", concluye el documento.
Reducir regadÃos, indispensable según los expertos
Semanas atrás, Greenpeace España y el Observatorio de Sostenibilidad elaboraron un informe titulado "La burbuja del regadÃo en España", en el que se considera "urgente" y "necesario" recortar el volumen de agua del regadÃo en España en aras de una "necesaria transición hÃdrica justa" para lograr un reparto de los recursos hÃdricos que garanticen la supervivencia de todos ya que en la actualidad "no hay agua para tanto regadÃo".
Los datos confirman que un 16,23 % de los regadÃos en España están en áreas tensionadas, por lo que estas dos organizaciones exigen al próximo Gobierno "una hoja de ruta para acoplar el regadÃo a la disponibilidad hÃdrica".
El relevamiento precisa que las comunidades autónomas con mayor superficie de regadÃo son AndalucÃa, Castilla-La mancha, Castilla y León, Aragón, Comunidad Valenciana, Extremadura, Cataluña y Región de Murcia. De hecho, las tres primeras suman el 56 por ciento de todo el regadÃo en España.
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El responsable de la campaña de agua de Greenpeace, Julio Barea, advierte que las señales de alarma son evidentes ya que España es el segundo paÃs con más estrés hÃdrico de Europa, con un 75 por ciento del territorio en riesgo de desertificación.
En definitiva, la ONG afirma que el agua es escasa, contaminada y mal gestionada y que el regadÃo en España es "insostenible". Y rechaza la solución de modernizar los regadÃos como medida estrella para revertir esta radiografÃa.
"Las Administraciones se escudan en la modernización del regadÃo para seguir ampliándolo pero es una trampa: la percepción de que hay más agua por ‘eficiencia', incentiva aumentar más superficie de regadÃo, genera cambios hacia cultivos más demandantes de agua y estimula las dobles o triples cosechas anuales. Otro problema es que merman el retorno de agua a rÃos, humedales o acuÃferos, estimulan mayor evapotranspiración de las plantas y, además, dejan mayor concentración de fertilizantes y plaguicidas", cuestiona el informe.
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