En la dirección nacional del PP buscan por estos días algún flanco débil del presidente del Gobierno en funciones para horadarle y dar aire a Alberto Núñez Feijóo. Y lo han encontrado en las vacaciones exprés a Marrakech, ya que los populares pueden reflotar los claroscuros sobre el caso de espionaje Pegasus y el acercamiento de Pedro Sánchez, casi a título personal, a la monarquía alauita y sus planes para el Sáhara Occidental.
Lo que más prende al PP es que la cuestión de Marruecos es un asunto de Estado sensible que, además, enfrenta al PSOE puertas adentro y con los socios de coalición. El jefe del Ejecutivo no ha sabido explicar hasta ahora por qué ha dado un giro respecto al Sáhara, pasando del apoyo explícito a la autodeterminación del pueblo saharaui al plan de autonomía auspiciado por Rabat, el cual somete al territorio independentista al control directo de las autoridades marroquíes.
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Tampoco ha dado respuesta alguna sobre la presión que ejerció Rabat sobre el presidente para respaldar el plan de autonomía, tal como reconoció el CNI, y que está ligada al espionaje a Sánchez y varios de sus ministros a través del software israelí Pegasus. Para mayor indignación, los miembros del Gobierno venían siendo espiados desde antes de concretar la normalización de las relaciones con Rabat: el teléfono de Sánchez fue intervenido hasta cinco veces, un escándalo que apenas movió a José Manuel Albares a exigir una explicación al reino.
El Ejecutivo nunca lo admitió en voz alta, pero detrás del cambio de política con el Sáhara radicaba el chantaje marroquí sobre los flujos migratorios, que han tenido uno de sus puntos más trágicos el 24J, si bien eso enfrentó a una parte considerable de las bases del PSOE y hasta dirigentes socialistas con su líder y con el mismo Frente Polisario. "Dicha elección conlleva aparejado un enorme contenido político que va mucho más allá del ámbito privado", apuntó este miércoles el delgado de la organización, Abdulah Arabi.
El Polisario insiste en que el giro sobre el Sáhara implica desconocer las resoluciones de la ONU y una suerte de aval a la violación a los derechos humanos. Más allá de que se trate de un viaje familiar, para los saharauis el destino elegido es una provocación, por eso el PP ha sabido tocar una fibra sensible y crear un coro de condena alrededor suyo dirigido específicamente a Sánchez.
"Se ha ido a Marruecos, un viaje personal que respeto, pero es una clara provocación que responde a la soberbia del personaje", disparó el vicesecretario de Organización de la formación conservadora, Miguel Tellado. En Ferraz reconocen que es un tema incómodo dentro y fuera del Gobierno, pero un dirigente cercano a Moncloa dice a LPO que la línea de Sánchez es "la misma que la de Francia y Alemania". En relación con Pegasus, aclara que "la Audiencia Nacional cerró el caso hace tres semanas".
Sánchez ha pagado un alto coste por su política hacia Marruecos. En plena crisis energética por la guerra en Ucrania, el presidente resintió la relación con su principal proveedor de gas, Argelia, enemigo acérrimo de Marruecos, y Rabat agradeció el cambio de postura con declaraciones de funcionarios propios de alto rango cuestionando el carácter español de Ceuta y Melilla. Las concesiones de Madrid no han hecho más que agitar a los sectores ultranacionalistas del reino alauita.
El punto de quiebre para Sánchez fue cuando apareció filtrada la carta enviada al rey Mohamed VI, a finales de marzo de 2022, ni desmentida ni confirmada por Moncloa en un inicio. A partir de allí, el Gobierno hizo malabares para aclarar que el giro no era un giro como tal, aunque cambiase por completo una doctrina de medio siglo, y luego intentó vender el acercamiento como parte de una estrategia exitosa para normalizar relaciones con un vecino importante.
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Sánchez apostó el pragmatismo y la realpolitik, sin advertir que sería el comienzo de una dinámica difícil que le perseguiría en toda la legislatura, mientras el PP vuelve a la cuestión de Marruecos porque espera una reacción aireada desde Feijóo hasta Yolanda Díaz, pasando por el independentismo catalán y la ultraderecha, un tópico difícil de rebatir en el Congreso y en la campaña. A Sánchez le espera un regreso de la playa plagado de cuestionamientos.
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