El viaje de Pedro Sánchez a Marruecos marcará el relanzamiento de la relación bilateral, pero con el telón de fondo de las diferencias domésticas por el Sáhara Occidental. Para el presidente se trata de pasar de página y enfocarse en la cuestión migratoria, el estatus de Ceuta y Melilla y las inversiones españolas en el país norafricano. Sin embargo, la falta de respaldo lo coloca en una posición de debilidad en relación con su anfitrión, el rey Mohamed VI.
Sánchez se trasladó a Rabat luego de que el Congreso aprobara una resolución en apoyo al referéndum de autodeterminación para el Sáhara, la iniciativa auspiciada por la ONU y promovida por Madrid hasta el mes pasado. La proposición no de ley fue acordada por Podemos, ERC y Bildu, e incluso recibió el visto bueno del PP. La votación escenificó el aislamiento del PSOE y dejó en evidencia el malestar entre los socios de gobierno.
El canciller José Manuel Albares tuvo que salir a aclarar que "la integridad territorial de España y la soberanía de España está fuera de toda duda y fuera de todo tipo de discusión", aunque el ministro de Exteriores no pudo despejar las dudas sobre la reivindicación marroquí de las dos ciudades autónomas. Los críticos del último giro de Sánchez y Albares temen que tras el reconocimiento internacional del plan de autonomía para el Sáhara -que echa por tierra las aspiraciones de independencia de los saharauis-, Rabat avance sobre Ceuta y Melilla.
El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, intentó llevar tranquilidad sobre el encuentro entre Sánchez y Mohamed VI, pero terminó reconociendo que existe "un problema en la frontera". Tampoco explicó el contenido de la "hoja de ruta clara y ambiciosa" en la que trabajarán ambos países. Trascendió que el Ejecutivo abordará la reapertura de las fronteras y rutas marítimas, la lucha contra grupos terroristas, el comercio bilateral -Marruecos exportó a España por valor de 7.300 millones de euros en 2021, y las exportaciones españolas superaron los 9.500 millones de euros- y la provisión energética.
Argelia resiente el acercamiento entre España y Marruecos en torno al Sáhara. Teresa Ribera admitió un incremento en el precio del gas, aunque evitó aclarar si esto se debe al reconocimiento el plan marroquí de autonomía para el territorio saharaui. "La relación con Argelia, que es un país fiable, que cumple con sus compromisos, nos parece que está asegurada en este extremo del suministro de gas en las necesidades y en los términos que viene comprando España desde hace mucho", dijo. La relación con Argelia no podrá escapar de la agenda de Sánchez y el rey de Marruecos.
El alineamiento de Sánchez con Marruecos pone en jaque la provisión de gas de Argelia
Son demasiados los temas en juego para las dos partes. Marruecos se ha anotado un éxito diplomático doble: legitimar su estrategia hacia el Sáhara y generar una tensión entre Madrid y Argel. La carta de los flujos migratorios y su manipulación es el principal conflicto con España y ahora Mohamed VI puede mostrarse como el hombre que maneja esa llave. Gran parte de los esfuerzos de Sánchez y Albares en Rabat se dirigirán a cerrar un compromiso al respecto.
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