Editorial
El principal problema de los opositores
| Por Santiago Seoane CabralUn análisis estratégico deberÃa ayudar a los lÃderes y partidos de oposición a definir prioridades y caminos crÃticos en este año electoral. Hay un objetivo superador sobre el que deberÃan coincidir y, sin embargo, esto no parece estar tan claro. |
A los opositores se los suele criticar por muchas cosas pero casi nunca por el que es su principal problema; la incapacidad de establecer una estrategia conjunta de corto y mediano plazo. Este déficit es llamativo cuando, al analizar objetivos posibles de cada partido de oposición, se descubre que todos ellos tendrían mejores posibilidades de éxito político con un kirchnerismo alejado del poder a través de los votos. O sea, desde un análisis estratégico la prioridad inmediata para los opositores no debería ser escalar posiciones o acceder al poder, sino trabajar para que el kirchnerismo deje de ser el principal actor de la escena política.
De los laberintos se sale por arriba, decía Leopoldo Marechal, y para ello cada comando de campaña de partido opositor debería estar formulando una sencilla pregunta. ¿A algún líder de oposición le conviene que siga fortalecido el kirchnerismo? No, porque cualquier proyecto de poder o experiencia partidaria tiene más posibilidades de realizarse con el kirchnerismo fuera del poder.
El actual gobierno nacional ha dado suficientes muestras de no respetar muchas reglas de juego, principalmente las que tienen por objeto garantizar cierta igualdad en las posibilidades de acceso al poder, y de ser implacable en el trato con cada gobernante y líder opositor. Ambos datos, más que los de cualquier encuesta, deberían ser los principales a tener en cuenta por el radicalismo, socialismo, macrismo, peronismo federal y otros espacios menores a la hora de diseñar su estrategia política.
Este es un buen ejemplo de situación en la cual un análisis estratégico simplifica notablemente los cursos de acción entre los cuales escoger. Pensar estratégicamente exige reconocer que se interactúa con otros actores que defienden sus propios objetivos y, a la vez, que alcanzar un objetivo supone influir positivamente en la dinámica de esas múltiples y constantes interacciones. Comprendiendo esto, el año electoral 2013 les ofrece a los distintos espacios opositores una oportunidad estratégica.
Lo que la historia reciente debería enseñar
Después de la derrota de Néstor Kirchner en Provincia de Buenos Aires, durante los últimos meses del 2009 y hasta la muerte del ex Presidente en octubre del 2010, los líderes opositores anticiparon la lucha presidencial entre sí con la suposición de que el gobierno nacional no tendría posibilidades de ganar las elecciones del año siguiente.
Esta lectura equivocada fomentó lógicas de competencia entre los opositores en lugar de lógicas de cooperación. Recién en el primer semestre del 2011, frente a un gobierno recuperado en términos de imagen, algunos opositores intentaron virar hacia lógicas cooperativas pero ya era demasiado tarde y dio por resultado no sólo la victoria oficialista, que igualmente hubiese sido difícil de revertir, sino el dato más problemático para cualquier sociedad compleja: más de 37 puntos de distancia entre Cristina Kirchner y el segundo candidato presidencial, una diferencia que puede desequilibrar cualquier sistema republicano y que desalienta al ganador a establecer vínculos y diálogos con los partidos de oposición.
Bajo el actual contexto de relativa pérdida de competitividad electoral del oficialismo, algunos líderes opositores pueden tentarse en volver a desarrollar estrategias individuales competitivas apostando al desgaste del gobierno nacional y su difícil proyecto de reforma constitucional. Sin embargo, esto sería volver a caer en el mismo error.
El objetivo para los opositores hoy debería ser asegurar, a través de los votos, el desplazamiento del actual grupo de poder. Desde su victoria electoral en octubre del 2005, el kirchnerismo mantiene una actitud constante y progresiva que lo fue configurando como un movimiento político anti sistema, que descree del rol activo de los opositores en una sociedad democrática y republicana, de la importancia de los medios de comunicación independientes y de los equilibrios institucionales diseñados por la Constitución.
No entender esto y obnubilarse con la posibilidad de éxito inmediato puede ser una grosera equivocación que el kirchnerismo, sea bajo la figura de Cristina Kirchner o un potencial heredero, sabrá aprovechar en su exclusivo beneficio.
Conclusión
Entre los opositores no se necesitan gestos de heroísmo o generosidad sino de lucidez para reconocer que, gane quien gane, lo que a cada uno individualmente le conviene es un cambio de signo político en diciembre del 2015. Y ese cambio es más probable si de las elecciones legislativas 2013 no emerge un kirchnerismo fortalecido o con suficiente capacidad de acción.
Si los opositores no actúan bajo la premisa de que todos tendrán más posibilidades de lograr sus objetivos particulares con un kirchnerismo disminuido, y no actúan en consecuencia, este año electoral sólo servirá para que dentro del oficialismo, con sus matices, se repartan las cartas del poder, dejando fuera a todo el resto del arco político.
Para los opositores, las próximas elecciones no consisten únicamente en pelear bancas legislativas sino principalmente en comenzar a consolidar un clima de cambio político. Y esto es sólo posible si al kirchnerismo se le oponen bloques legislativos y políticos sólidos. Por eso, en este año el desafío para las oposiciones debería ser conformar frentes electorales consistentes y flexibles.
Si bien pueden ser comprensibles ciertos contrapuntos entre líderes afines con el objetivo de llegar mejor posicionados a la mesa de negociaciones, deben ser conscientes de que el tiempo no sobra y que una buena parte de la sociedad comienza a estar pendiente de sus movimientos. No deberían unirse necesariamente todos los espacios opositores pero sí coordinar entre ellos y reducir sustancialmente la oferta electoral. Los espacios opositores no pueden seguir paralizados bajo el engañoso estigma de la Alianza entre la UCR y el Frepaso.
La experiencia presidencial de Fernando de La Rúa fracasa por motivos distintos a su heterogeneidad ideológica. Del mismo modo, la coherencia de historias, valores y proyectos nunca fue particularmente cierta en el Frente para la Victoria. Limitarse por una supuesta inconsistencia ideológica es seguir agendas ajenas y no la agenda de la sociedad. Las sociedades no demandan de los liderazgos opositores ideologías coherentes sino una actitud coherente hacia la construcción de alternativas de gobierno que todo país necesita.
Después de mucho tiempo, los opositores en Argentina tienen la oportunidad de tomar la iniciativa. Dependen en buena medida de ellos mismos y su capacidad de interactuar despojados de egos y cortoplacismos y arropados con exactas dosis de pragmatismo, individualismo y lucidez.