Editorial
Santa Fé o el éxito de la No-Política
Por Raúl Aragón
Miguel Del Sel superaría al candidato kirchnerista. Un no-político representado la no-política propuesta por el PRO irrumpe en la escena electoral y la modifica radicalmente. La respuesta quizás pueda hallarse en el desprestigio sistemático al cual durante veintiocho años los políticos han sometido a la "política".
La “Política” es entendida, desde los antiguos griegos hasta hoy, como la actividad, ideológicamente orientada, de ordenamiento de la Polis. Polis aquí como metáfora de sociedad.

¿Pero puede, entonces, haber “política” sin orientación ideológica? Bien, depende de cómo definamos ideología.

Entendida como un sistema de valores desde el cual interpretamos el mundo resulta impensable, no solo una política sino cualquier otra actividad humana, sin ideología. Por otra parte gobernar es, necesariamente, política puesta en acto e implica, en consecuencia un sustrato ideológico que la orienta.

¿Cómo inscribir la “política” del PRO en un marco ideológico que explique sus determinaciones? Su discurso más claro refiere siempre a cierta pretensión de eficiencia administrativa. Si este es el elemento principal de su propuesta resulta implícita entonces una percepción de la realidad social en estado de desorden cuyo origen debe hallarse en la aplicación ineficiente del gasto, en primer término, y de marco normativo en segundo lugar.

Así, esta percepción requiere como fundamento ideológico una valoración de la eficiencia pura en la cual lo humano está ausente, y por ende también está ausente lo social inmediato; es decir la misma sociedad en tanto aquello que hace humanos a los humanos. Esta es, casi en términos canónicos, la ideología del pragmatismo capitalista mas insolidario.

¿Pero como explicar el éxito de esta ideología que niega precisamente el valor de aquellos cuyo apoyo requiere, y obtiene, masivamente? ¿Cómo explicar el éxito de una política que se dice no-política y de una ideología a distancia del hombre como fundamento de la sociedad?

La respuesta quizás pueda hallarse en el desprestigio sistemático al cual durante veintiocho años los políticos han sometido a la “política”. Así, la no-política adquiere, en el espejo deforme de ese desprestigio, un valor positivo que seduce al elector aunque el marco ideológico subyacente niegue su valor y hasta su existencia positiva. Es, podría decirse, el suicidio cívico del electorado.
Hoy, Santa Fe pone en acto esa paradoja; elige Gobernador y el único candidato que no proviene de la política sino del espectáculo promete ser la revelación de esa elección.

Según nuestro estudio de intención de voto realizado por la Universidad Nacional de La Matanza, Miguel Del Sel, Midacchi famoso y totalmente ajeno a la política hasta hace tres meses, representando el sello emblemático de esa no-política, superaría al candidato kirchnerista y podría inclusive comprometer éxito electoral del proyecto socialista que lidera la intención de voto.

Un no-político representado la no-política propuesta por el PRO irrumpe en la escena electoral y la modifica radicalmente.

Marx decía que toda afirmación engendra su negación y establece con esta una relación de causalidad reciproca como contradicción dinámica de la cual surge eventualmente una síntesis superadora. ¿Si hoy la política y la no política giran en ese juego de inter-determinación cual será su resultante?

¿Deberemos primero atravesar un periodo, como sociedad, en el cual el Hombre este ausente de la mirada gobernante o será que aquel reclamara su lugar con un estallido inesperado, como suele hacerlo, antes de que las Bici-Sendas sean más importantes que los marginales que viven en las calles?
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