Vivek Ramaswamy, cuya candidatura presidencial tomó prominencia tras su controversial actuación en el primer debate republicano, se ubicó en el centro de la polémica nuevamente tras anunciar en un foro del America First Policy Institute, su intención de reducir en un 75% la fuerza de trabajo estatal. Un recorte de tal magnitud dejarÃa a alrededor de 1,6 millones de personas sin empleo de las 2,25 millones que trabajan para los distintos departamentos e instituciones del estado federal.
Alrededor del 60% de los civiles (no militares) bajo empleo estatal se encuentran empleados por el departamento de defensa, asuntos de veteranos (o VA) y el departamento de seguridad nacional. No obstante, Ramaswamy aclaró que sus recortes harÃan foco, por sobre todo, en el departamento de educación, el FBI, y varias organizaciones de propósito regulatorio como el servicio de comida y nutrición, la comisión regulatoria nuclear, y la oficina de alcohol, tabaco, armas de fuego y explosivos. En el mismo discurso, aclaró que muchas áreas de estas organizaciones que clausurarÃa se verÃan relocalizadas, lo cuál podrÃa dificultar alcanzar la elevada tasa de reducción en el empleo que propuso en un principio.
Estas propuestas, al igual que la actitud que el joven Ramaswamy, de 38 años, evidenció en el debate siguen con cercanÃa a las demandas elevadas por Donald Trump. Sin embargo, el alineamiento entre ambos y la evidente admiración que siente Ramaswamy por Trump esconde el sorprendente trasfondo a priori progresista y liberal del joven candidato: su paso por instituciones de élite, y su compromiso con el universo de la tecnologÃa de Silicon Valley.
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El pasado que llevó a Ramaswamy a su posición actual es ilustre y notable por su carácter arquetÃpico. Hijo de inmigrantes hindúes con tÃtulos avanzados y de clase media alta-madre psiquiatra, padre ingeniero y abogado-Ramaswamy creció en los alrededores de Cincinnati como un joven prometedor con talento para el piano, el tenis y los estudios académicos.
Se matriculó en Harvard, y luego de graduarse pasó unos años en un fondo de inversión en biotecnologÃa llamado QVT, previo a enrolarse en la escuela de leyes de Yale. Mantuvo su rol en QVT mientras estudiaba en la prestigiosa institución, en la que conoció a quienes serÃan dos figuras claves en su ascenso: el autor y polÃtico republicano, actual senador por Ohio, JD Vance, y el financista ultraconservador vinculado al mundo tecnológico, Peter Thiel.
Vance ha tenido una trayectoria educativa igual de prestigiosa, y en cierto aspecto paralela a la de Ramaswamy, dándose a conocer dentro del ojo público por su libro de memorias publicado en 2016, Hillbilly Elegy. Su libro, que narra los valores y las experiencias de su familia oriunda de Kentucky e instalada en sectores de clase trabajadora de Ohio, fue un éxito de ventas criticado por convertir la zona de Appalachia en un reducto atávico y homogéneo, blanco y pobre en su totalidad.
No obstante, para gran parte del centro polÃtico (representado, en el cine, por el director Ron Howard, quien dirigió la adaptación del libro) Vance se volvió el vocero del votante arquetÃpico y quizás ficticio de Trump: blanco, de clase trabajadora, racista y motivado por su racismo a votar al magnate. Su coincidencia con Ramaswamy responde a la lealtad que ambos han demostrado por el proyecto polÃtico trumpista, cuyo corte antielitista choca con su vÃnculo profundo con instituciones de élite como Yale o Harvard.
La relación de Ramaswamy con Thiel, iniciada en un almuerzo exclusivo dentro de la escuela de leyes de Yale y prolongada, todo indicarÃa, hasta el presente, es notoria porque delata el sistema al que le debe su exitosÃsima carrera como inversor. Tras graduarse de Yale, Ramaswamy continuó trabajando en la compañÃa de biotecnologÃa QVT mediante la cual se familiarizó con el sistema de desarrollo de fármacos, cuya lentitud y costo margina a muchos compuestos prometedores por la dificultad de confirmar su efectividad y seguridad.
Enfrentado a esta situación, el candidato republicano fundó Roivant en el 2014, una start-up que buscaba usar el financiamiento de inversores externos o venture capital para adquirir patentes de drogas prometedoras pero de alto costo y llevarlas a mercado, compartiendo las ganancias con la compañÃa que la diseñó primero. Aunque carecÃa de cualquier experiencia de administración corporativa, el emprendimiento que según Ramaswamy prometÃa convertirse en el Berkshire-Hathaway de la biomedicina recibió cerca de $100 millones en capital inicial.
Con ese impulso y un comité de gobernancia que incluÃa especialistas en salud de renombre mundial y afiliados al establecimiento tanto demócrata como republicano, Roivant adquirió una medicación experimental para el Alzheimer que GlaxoSmithKline habÃa desarrollado años antes.
Ramaswamy creó una subsidiaria en Bermuda bajo el nombre Axovant previo al ingreso de la droga a ensayos fase 3, los más determinantes para su viabilidad en el mercado, y recaudó alrededor de $300 millones en una oferta pública inicial, dándole a Axovant una valuación en septiembre de 2017 de alrededor de $2.6 mil millones. Algo notable, ya que esta recaudación se conformó casi por completo en base al supuesto potencial de una sola droga aún sin probar, otra instancia del modelo de inversión especulativa que enriquece de manera desmesurada a los fundadores de las compañÃas llamadas ‘innovadoras' sin demandar responsabilidad fiscal, buena administración, o resultados claros. Estas sucesivas rondas de capitalización hicieron de Ramaswamy uno de los emprendedores más ricos del paÃs, como ha ocurrido con otros fundadores de compañÃas tecnológicas.
Si bien Roivant continuó adquiriendo patentes e invirtiendo en el costoso proceso de desarrollo de las mismas, la compañÃa sufrió un duro golpe cuando la que iba a ser su droga de cabecera fracasó, al no evidenciar ninguna acción terapéutica real en ensayos en humanos. Si bien Roivant no desistió, al dÃa de la fecha no ha producido ningún producto exitoso.
En vistas de este fracaso, por el que obtuvo millones, Ramaswamy publicó un libro-Woke, Inc-e incrementó su perfil mediático con apariciones en Fox News y Twitter en las que se quejaba de la invasión de lo ‘woke' en el mundo corporativo.
La paranoia a la que Ramaswamy ha dado voz de manera paralela a Ron DeSantis y otras figuras emergentes dentro de un partido republicano cuya sucesión post-Trump evidencia fracturas se ha dirigido contra un establecimiento institucional corporativo que, previo al ascenso de Trump, fue su principal aliado. Es asà que con sus ganancias del fracaso de Roivant, Ramaswamy fundó un fondo de inversión, Strive Asset Management. Este busca diferenciarse de su competencia al poner de lado agendas polÃticas ‘woke' que, según alega el empresario, han contaminado las estrategias de inversión de los fondos de inversión de mayor envergadura como BlackRock y Goldman Sachs.
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Esta contaminación de la búsqueda pura de ganancias, alega Ramaswamy, se debe a la introducción de programas de responsabilidad social corporativa. En particular, Ramaswamy ha sido crÃtico de programas corporativos que intentan desinvertir de combustibles fósiles y privilegiar la inversión en organizaciones con polÃticas positivas para el medioambiente, lo cuál constituye, en su visión, una intromisión que desplaza a un rol secundario la generación de ganancias.
Strive, ha dicho el candidato republicano, busca sólo generar ganancias, y va contra todo activismo. No obstante, responde al modelo Silicon Valley de capital especulativo e inversión incomprobada con Ramaswamy, uno más en una seguidilla de CEOs del ambiente volcados a la derecha, desde el ya afamado conservador Thiel hasta Elon Musk y Marc Andreesen. Thiel, entre otros, fue un inversor clave en Strive.
Cuando se embarcó en su carrera de predicador anti-‘woke,' Ramaswamy se consideraba a sà mismo liberal o, al menos, no una figura conservadora. En el perfil que le hizo el New Yorker a fines del año pasado, cuando su carrera en la polÃtica parecÃa aún improbable, ya habÃa evidenciado su ambivalencia respecto a la estructura partidaria republicana, y su incómoda relación con el conservadurismo. El lanzamiento de su campaña -dañada también por la referencia a Barack Obama con la que inició su discurso en el primer debate- coincide con el de su nueva compañÃa, la cual superó los mil millones de dólares en activos hace una semana.
Todo parece indicar que el proyecto polÃtico de Ramaswamy, quien se ubica tercero tras Trump y DeSantis, con seguridad no lo hará candidato presidencial en esta ronda. PodrÃa depararle, no obstante, una oportunidad en otro ámbito como fue el caso de su amigo J.D.Vance, hoy senador, y beneficiarlo económicamente al incrementar el perfil de su joven compañÃa.
Propuestas como la de despedir a la mayorÃa del personal estatal parecen representar una sanguinaria mentalidad empresaria, desinteresada en proponer causas factibles o, al menos, constitucionales. Todo indica, no obstante, que Ramaswamy se convertirá en una figura prominente dentro de la polÃtica conservadora-su ala joven y tecnológica, un nexo quizás entre Thiel y el establishment-mientras el partido republicano se embarca en la búsqueda de un supuesto ‘próximo Trump.'
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