Cuando el dolor de rodilla comenzó a ser insoportable, al joven Ryan Hampton fue a consulta con un médico le dio una muestra gratis y le recetó tomar pastillas de OxyContin, un poderoso analgésico opioide que, según la publicidad, le aliviaría hasta los dolores más severos sin tener efectos secundarios. Sin embargo, los efectos existían y casi le quitan la vida.
Desde la primera dosis, la muestra gratis, Hampton desarrolló la adicción al opioide de precio elevado. El dolor se quitaba en forma ocasional, pero la dependencia era permanente, requería de dosis cada vez mayores y cada vez más frecuentes. Como consecuencia directa perdió su casa, quedó en la calle y vivió como indigente, sin trabajo.
Paradójicamente, fue una sobredosis con OxyCotin lo que salvó a Hampton, pues cuando lo rescataron pudo entrar a un programa de rehabilitación que duró casi una década. Hampton ha dicho que Purdue Pharma, los fabricantes del opioide, sabían que mucha gente moriría por consumir su droga y no les importó. Al contrario, llegaron a culpar a las víctimas por su propia muerte.
Pese a la vida difícil que llevó desde el día que el médico le dio la muestra gratis, Hampton ha sido uno de los afortunados consumidores de OxyContin que sigue con vida.
La crisis de opioides que generó la industria farmacéutica estadunidense y que apoyaron famosas consultoras de mercadotecnia ha matado a por lo menos 500,000 estadounidenses desde que inició en 1998, de acuerdo con datos del Centro Federal para el Control de las Enfermedades (DCD) y el Departamento de Justicia.
Por lo menos medio millón de estadounidenses pagaron con su vida tratar de quitarse dolores de la forma correcta, visitando médicos, mucho antes que los carteles montaran su actual distribución en falsificaciones de esos mismos opioides.
De acuerdo con archivos del Departamento de Justicia, aunque los responsables de todas esas muertes que terminaron entre agonía de dolores y rictus de sobredosis han sido identificados, hasta ahora ninguno ha enfrentado un juicio.
En cinco ocasiones, las empresas farmacéuticas y las consultoras que les ayudaron a difundir la idea de que los opioides eran inofensivos han pagado sumas que van de millonarias a multimillonarias para alcanzar acuerdos fuera de tribunales, con lo que han evadido ir a juicios en los que sus víctimas podrían testificar.
En el acuerdo más reciente, el viernes pasado, dos compañías fabricantes de opioides, Allergan y Teva, y dos cadenas nacionales de farmacias, CVS y Walgreens, acordaron pagar conjuntamente $17,300 millones de dólares para evitar un juicio.
La importancia de este más reciente acuerdo fuera de las cortes es que ha sido el primero en que las fiscalías de los estados logran sancionar a algunos de los responsables. En las oportunidades anteriores, había sido el Departamento de Justicia.
"Nada puede recuperar las vidas perdidas o borrar el sufrimiento causado por esta crisis, pero nos estamos asegurando de que quienes la causaron y se beneficiaron de ella rindan cuentas por su codicia y mala conducta deliberada", dijo el fiscal general de California, Rob Bonta, al anunciar el acuerdo.
Bonta afirmó que los fondos de liquidación obtenidos con tanto esfuerzo serán fundamentales para apoyar a las víctimas y brindarles la ayuda que necesitan para recuperarse.
Por lo menos California empleará parte del dinero en fabricar más naloxona, para salvar vidas antes sobredosis de fentanilo, ampliará instalaciones de servicios de ayuda a personas que sufren trastornos por consumo de opioides y buscará construir viviendas temporales y abrir programas de capacitación de empleo para víctimas.
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Aunque hasta ahora nadie ha enfrentado un juicio en el que las víctimas describan cómo la industria farmacéutica les destruyó la vida, al menos una Corte permitió que algunas de las personas que sobrevivieron o sus familiares hablaran directamente a los propietarios de Purdue Pharma, Theresa y David Sacklers.
Fue cuando Hampton expuso su testimonio y dijo esperar que "el rostro de cada víctima lo persiga en cada momento que esté despierto y también cuando duerma". "Envenenaron nuestras vidas y tuvieron la osadía de culparnos por morir", afirmó.
Una joven madre enfermera que consumió opioides de esos laboratorios para soportar dolores por cáncer de mama y un accidente automovilístico, dijo que su bebé fue uno de los que nacieron "muriendo de abstinencia y llorando sin cesar por el dolor" que causaron sus presuntos medicamentos.
Otras madres presentaron fotografías de sus hijos, que perecieron de diversas formas, pero todas directamente vinculadas con el consumo de esas drogas.
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