La semana pasada, Donald Trump fue acusado de cargos relacionados con un supuesto soborno hecho a la estrella de cine para adultos Stormy Daniels para asegurarse de que no hiciera pública información sobre su relación pasada con el ex presidente durante las últimas semanas de la campaña presidencial de 2016. Esta no es la única investigación criminal que enfrenta Trump, con casos adicionales en curso relacionados con su supuesta participación en el levantamiento del 6 de enero de 2023 en el Capitolio, el intento de Trump de anular los resultados de las elecciones presidenciales en el estado de Georgia y la apropiación de documentos clasificados de inteligencia que tenía en su residencia de Mar-a-Lago en Florida cuando dejó el cargo.

La respuesta de Trump a estos cargos e investigaciones se ha hecho eco de la de una de las líderes políticas más destacadas de América Latina del siglo XXI, la argentina Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Entre 2003 y 2015, CFK lideró Argentina (de 2003 a 2010 en sociedad con su esposo Néstor Kirchner, quien falleció inesperadamente en 2010 y entre 2007 y 2015 como presidente), y desde 2019 es la política más influyente de Argentina como el poder detrás del trono y vicepresidenta de su presidente elegido a dedo, Alberto Fernández (sin relación parental).

Tanto Trump como CFK han presentado los cargos y las investigaciones en su contra como persecución política, o lawfare, tal como CFK lo denominó por primera vez en Argentina. De acuerdo con esta narrativa que comparten Trump y CFK, los políticos de la oposición, los jueces, los fiscales, las élites económicas y los miembros del "estado profundo" están utilizando el proceso legal para atacarlos injustamente y debilitar, si no impedir, su capacidad para postularse nuevamente a la presidencia (CFK en 2023 y Trump en 2024). Además, como populistas, tanto Trump como CFK han presentado estos cargos e investigaciones como ataques indirectos contra sus partidarios en general y Trump llegó a decir con mucha claridad: "cuando me persiguen a mí, en realidad te persiguen a ti".

Similar al caso en Argentina con los partidarios de CFK, los fanáticos de Trump no creen en los cargos en su contra, los admiten pero piensan que tienen motivaciones puramente políticas, o no les importan y siguen apoyando a Trump. Similar al caso en Argentina entre la gran mayoría que no apoya a CFK, la gran mayoría de estadounidenses que no adhiere a Trump cree abrumadoramente que no está siendo perseguido políticamente y que las acusaciones e investigaciones en su contra son evidencia del estado de derecho aún existente en los Estados Unidos: no de la existencia de algún tipo de guerra legal contra Trump.

De acuerdo con esta narrativa que comparten Trump y CFK, los políticos de la oposición, los jueces, los fiscales, las élites económicas y los miembros del "estado profundo" están utilizando el proceso legal para impedir que se postulen nuevamente a la presidencia.

Si bien los cargos penales y las investigaciones contra CFK la han llevado a suspender, al menos temporalmente, cualquier posible candidatura presidencial de 2023, los cargos y las investigaciones contra Trump han tenido el efecto contrario. 

Trump cree firmemente que su mejor defensa es permanecer a la ofensiva como candidato presidencial activo. Esto le permite afirmar mejor que todos los cargos son una forma de persecución política para debilitar o prohibir su candidatura, le permite recaudar fondos para su campaña y defensa legal, y mantiene a la mayoría de los funcionarios electos republicanos apoyandolo o silenciando las acusaciones e investigaciones. Niguno quiere arriesgarse a provocar la ira de Trump mientras siga siendo una fuerza activa dentro de la política del Partido Republicano.

As long as Trump is alive

CFK está al menos algo preocupada por el desempeño de su alianza más amplia, el Frente de Todos (FdT), en las elecciones presidenciales, legislativas y provinciales de 2023 en Argentina, aunque no sea por otra razón que su creencia de que cuanto mejor lo haga el FdT, menos probable que ella y su familia inmediata y sus aliados se enfrenten a un escrutinio legal y penal consecuente. Pero a Trump no podría importarle menos si su candidatura le cuesta a los republicanos el control de la Casa Blanca, el Senado de los Estados Unidos y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos en 2024.

Si bien los cargos penales contra CFK la han llevado a suspender hasta hoy cualquier candidatura presidencial, los cargos y las investigaciones contra Trump han tenido el efecto contrario.

Con esta acusación y otras investigaciones criminales pendiendo sobre su cabeza, es casi seguro que Trump intentará llegar hasta el final y capturar la nominación presidencial del Partido Republicano. La combinación de la sólida base de apoyo de Trump, un campo fragmentado de otros candidatos presidenciales republicanos que compiten contra él, y la forma mayoritaria de asignación de delegados del Partido Republicano que permite que un candidato con solo una pluralidad de apoyo capture una gran mayoría de los delegados a la Convención de Nominación Republicana de 2024; todo resulta en que Trump sea hoy el favorito de dinero parejo para ser el candidato republicano en 2024.

Si ninguno de los rivales republicanos de Trump -el gobernador de Florida Ron DeSantis, actualmente el más prominente y viable- puede derrotarlo en las primarias presidenciales del Partido Republicano de 2024 o en la Convención de Nominación Presidencial del Partido Republicano de 2024, entonces Trump será el candidato del partido el año próximo. En ese caso, el escenario más probable hoy es que el presidente Joe Biden sea reelegido (a pesar de sus bajos índices de aprobación y dudas sobre su capacidad mental debido a su avanzada edad). Y como el control del Senado (actualmente en manos de los demócratas) t la Cámara (actualmente en manos de los republicanos) penden de un hilo, una candidatura de Trump en 2024 puede socavar los esfuerzos republicanos para cambiar el Senado y retener la Cámara, quizás fatalmente.