Aníbal Fernández sabe que tiene los días contados como jefe de Gabinete, pero lejos de achicarse ya tiene planeado su futuro: peleará por liderar la lista de candidatos a diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires con el objetivo de ser el presidente de la Cámara desde el 10 de diciembre.

El jefe de Gabinete sabe que no la tiene fácil, pero a quien quiera escucharlo le repite que su fidelidad con el kirchnerismo merece su premio. Más aún luego de haber tolerado la embestida en su contra que soportó en diciembre cuando la presidenta, disgustada por su actuación en el conflicto del parque indoamericano, le recortó sus funciones y lo dejó un rol casi testimonial.

Aunque nunca se jactó de apasionarse por la tarea parlamentaria, el Congreso puede ser para Aníbal un refugio para protegerse de los embates judiciales y avanzar en una construcción política en la provincia de Buenos Aires, acéfalo de líderes fuertes tras la enfermedad de Alberto Balestrini.

Tan difícil como liderar la lista, lo que equivaldría a compartir en la boleta sábana letras de molde y colores con Cristina y Scioli, será que la presidenta lo consagre como presidente de la Cámara, un cargo que se define por el voto de los diputados. Esta vez no podrán optar por el jujeño Eduardo Fellner, con intenciones de volver a gobernar su provincia.

En caso de que el oficialismo logre aliados para tener la llave de esa elección, dispuesta a garantizarse el Congreso adicto que no tuvo en su primer mandato, si la presidenta logra la reelección intentará imponer a quien considere más afín.

La avanzada de Aníbal se oyó en los pasillos de la Casa Rosada y de Diputados, donde los más entendidos le avizoran una salida posible: que sea el próximo jefe de bloque en reemplazo de Agustín Rossi, a quien no le será nada fácil hacer una buena elección en Santa Fe.

En la Rosada, donde hasta hace pocos meses los anibalistas no podían ocultar la tensión por la incertidumbre de su futuro, ahora se los suele ver haciendo migas con los jóvenes de La Cámpora, arribados en los últimos meses como los nuevos ángeles de la presidenta.

Un ejemplo de esta estrategia es la creciente cercanía que el titular del Renar, Andrés Meisner, tendría con el viceministro de Justicia Julián Álvarez, un jurista de sólo 29 años que en los pocos meses de funcionario supo cosechar enemigos.

La Cámara baja tendría varios de los actuales miembros del Ejecutivo. Sería el destino natural de Florencio Randazzo si, como se presume, no consigue ser el vicegobernador de la provincia. El ministro del Interior mantuvo siempre una distante relación con Aníbal que podría acrecentarse si ambos pelean por poder legislativo. 

Otro posible diptuado es el secretario de Obras Públicas, el tucumano Públicas José López, quien fuera una estampa de Néstor Kirchner en su última etapa.

El único que tendría la continuidad confirmada en el Ejecutivo es Amado Boudou, ya sea en otra etapa de ministro de Economía o en una nueva como jefe de Gabinete o “superministro”.