José Pampuro se pasó unos días espléndidos en Nueva York a costa del erario público. Un paseo divino en el que seguramente se divirtió con su amigo Néstor. Llegó al país ayer poco después de las tres de la tarde y sus voceros anunciaron que no iba a votar al Senado que esta noche se previa trataría la neurálgica ley de protección de glaciares.

Era obvio que de esa manera le hacia un favor al gobierno que por detrás peleaba voto a voto para dar de baja el proyecto Filmus-Bonasso y aprobar la sanción original del Senado, más afín a la industria minera. Como Pampuro había anticipado su rechazo ese proyecto, cumplía ausentándose. Pero sobre el final de la noche apareció en el recinto y votó el proyecto Filmus.

Es decir que tuvo más disciplina partidaria Carlos Menem que soldado fiel de los Kirchner cumplió y se ausentó. Y la comparación no es menor. El riojano está mas preocupado por el pasado –las causas que tiene abiertas en la Justicia- que por su futuro político.

De allí que el gobierno a través del interventor en Fabricaciones Militares, Arturo Puricelli, le esté dando todas las manos posibles en la causa por la voladura de Río Tercero. Puricelli es un ex gobernador de Santa Cruz, histórico nexo entre Kirchner y Menem. De hecho, fue él quien negoció el pago de la regalías petroleras que permitieron a Kirchner gozar de los famosos fondos de Santa Cruz. Delicias de la política: el riojano entregó a Kirchner el insumo básico para iniciar su ascenso al poder nacional y hoy cuando se huele final de ciclo, la historia vuelve a reunirlos.

Como sea, lo que empieza a prevalecer en las diezmadas filas del kirchnerismo es el instinto de supervivencia. Se trata de un arte de equilibristas que esperan agazapados la oportunidad justa para diferenciarse sin romper, modulación que irá consolidando un camino según como le vaya a los Kirchner. Con las elecciones cada vez más cerca, empieza a primar el cálculo de futuro político por sobre la zona de confort actual. Pero si se puede estirar la comodidad todo lo posible, mejor. De ahí las idas y vueltas.

Juego endemoniado que se dio en esplendor esta madrugada. Ante enviados del gobierno Pichetto dejaba entender que lo suyo era una estrategia para dormir a la oposición y sacarse presión de encima, pero que finalmente votaría como pretendía Kirchner. Versiones similares trascendían del despacho de Pampuro. Doble juego ideal para cocinar a Kirchner en su salsa.

Es que la idea fuerza que se intuye en viejos lobos de mar como Pampuro, Pichetto o los intendentes del Conurbano, es “ir llevando” a Kirchner hasta el año que viene para definir una posición lo más cerca posible de las elecciones. Pero con una novedad: en el camino ir pintando mojones de “diferenciación”, que eviten quedar emparentados con los costados más impopulares del oficialismo.

El maestro en ese arte no es otro que Daniel Scioli, que está marcando el pulso de la dirigencia peronista, con su hábil manejo de los tiempos y los modos. Habilidad que saca de quicio a Kirchner que intenta atraerlo a una pelea cuerpo a cuerpo y frustrado se encuentra una y otra vez, boxeando con su sombra.

Según como se mire, en la dirigencia tradicional del peronismo, esa que le da base y sustento al gobierno, se está gestando una ruptura en cámara lenta o un posicionamiento para cuando llegue el momento de negociar listas y cargos. Que ocurra una u otra cosa depende de que tan enteros lleguen los Kirchner a las elecciones. Y no en términos de plata y aparato, sino de intención de voto.

Es que los votos son el pasaporte al futuro político y la plata es un recurso que hace todo mas ameno si se tiene el otro insumo básico. Estamos hablando de gobernadores, senadores nacionales, intendentes, gente que ya tiene la vida resuelta. Hasta aquí aguantó y negoció lo que pudo, para mantener un buen nivel de obras en sus distritos, financiar la estructura, evitar represalias, etc. Pero el año que viene se proyecta una película diferente: se define su continuidad en la política.

El efecto Hebe de Bonafini

Subestimar a Pichetto, Pampuro y otros supuestos “kirchneristas ortodoxos” es desconocer la historia del peronismo. Es gente capacitada para asumir costos políticos, inevitables en un partido de gobierno, pero no particularmente afecta al suicidio.

Pichetto es uno de los pocos peronistas importantes que nunca pudo ganar su provincia. Es una humillación muy grande y todavía le duele la espalda cuando se acuerda que en el 2007 estuvo muy cerca, pero Kirchner optó por apoyar al radical Miguel Saiz.

El año que viene seguramente volverá a competir para ese cargo y esa tensión incidió en su comportamiento de esta madrugada. Pichetto venía librando una guerra sorda con el radical rionegrino Pablo Verani que había anticipado su apoyo al proyecto original del Senado. Como un espejo, el jefe de los senadores kirchneristas lo corrió por izquierda y anunció su preferencia por la ley Filmus-Bonasso. Verani absteniéndose, cuando comprobó que lo de Pichetto iba en serio.

El santacruceño Nicolás Fernández no pudo hacer mucho. Enviado por Kirchner para ordenar lo que había desordenado Pichetto, esta madrugada se desgañitaba argumentando sobre el avance de la ley Filmus-Bonasso sobre las autonomías provinciales, ante la impasible mirada de su jefe de bloque.

Nuevos tiempos

Es que el reloj electoral ya comenzó a correr para todos ellos y ahora con un ojo atienden las necesidades de los Kirchner y con el otro miran a su electorado. Es lo que hizo Daniel Filmus. Conciente que por esos misterios de la vida, para los porteños la lucha contra la minería es una cuestión central. Por eso, jugó fuerte a pelearle esa franja electoral a Pino Solanas.

Kirchner tronó amenazas cuando vio que Filmus votaba el dictamen del proyecto Bonasso junto a opositores recalcitrantes como Norma Morandini y el radical santacruceño Alfredo Martínez. “Le voy a llenar la Capital de candidatos”, prometió vengativo Kirchner, en un calco de la estrategia que trazó para acotar a Scioli.

El problema es que los candidatos del ex presidente son cada vez menos y peor aún, son funcionarios que miden poco y nada. Y los que se diferencian son cada vez más; y como Scioli o Filmus, son los hombres del oficialismo que todavía generan en sus distritos interesantes cuotas de adhesión.

Y ese es el drama central del kirchnerismo, que enfrascado en un largo viaje a los extremos, aparece asociado a discursos como el de Hebe de Bonafini, muy atractivo para la “militancia” progresista, pero pésimo insumo electoral para las clases medias que son las que definen las elecciones.

“Clarín suma los domingos un readership que supera los tres millones de personas y La Nación está creciendo en ventas, ya llegó a los 300 mil ejemplares ¿Qué tenemos para enfrentar eso?”, se pregunta ante LPO un funcionario que existía antes del kirchnerismo y planea existir después.

Ronald Reagan, un hombre que si algo sabía era comunicar, tenía una frase de cabecera: “Nunca te pelees con un diario, salvo que seas su dueño”. Y agregaba: “Si no quieres que algo salga en la prensa, no lo hagas”.

Esta claro que el matrimonio Kirchner, acaso por haber crecido a la política en una sociedad pequeña y endogámica, nunca entendió el efecto de la comunicación de masas en la política moderna. Y todas sus iniciativas fueron de mal en peor. La segunda frase de Reagan, revela que hasta ese demonio neoliberal entendía lo que significa libertad de expresión en el mundo de hoy. En la sociedades que se dicen democráticas, ya no se trata de una opción al alcance de la mano de los políticos.

Frente a esto, los Kirchner imaginan un mundo donde sólo se difunde lo que ellos desean. Es decir un mundo de propaganda, que la realidad tiene la inoportuna costumbre de desarmar.