28 de abril, 2024
El conflicto docente
El paro docente, otra expresión de la Argentina sin ideas
La dinámica reclamo salarial-paro que tiene atrapados a los gremios docentes –y a millones de estudiantes sin clases-, parece una expresión más de un país incapaz de encontrar soluciones imaginativas a sus conflictos. El temor por abordar un tema políticamente incorrecto lleva a los gobernantes a eludir un debate serio sobre el estado de la educación pública, sus falencias y las posibles vías de cambio.
La decadencia argentina podría ubicarse antes que nada en el plano de las ideas. La sociedad y la clase dirigente parece incapaz de formular soluciones imaginativas que generen salidas a los conflictos.
Así como el conflicto del campo y el gobierno se asemeja cada vez más a las dos quijadas de una mandíbula dispuesta a triturar las nueces o maníes que se crucen en su camino –o sea el resto de la sociedad-, la misma lógica destructiva parece replicarse en la sucesivas olas de paros docentes que se reiteran con epicentro mediático en la provincia de Buenos Aires y Capital Federal, pero que en rigor afectan a gran parte del país –en Río negro hace un mes que no hay clases-.
Es muy políticamente incorrecto criticar el reclamo de los docentes, pero los países que evolucionan en gran medida son aquellos que se atreven a abordar las discusiones incómodas. Es bastante obvio que el gremio docente hace años que se debe una revisión a fondo que los saque de la encerrona de la dinámica reclamo salarial-paro, que monopoliza su agenda pública.
Al igual que sucede con otros gremios poderosos –los municipales porteños, por ejemplo-, los docentes exhiben el agotamiento de un accionar político-sindical que los expone ante la sociedad como un sector quejoso y egoísta, que espera el inicio de clases para parar las escuelas y sacarle la mayor tajada posible a los exhaustos presupuestos públicos.
La provincia de Buenos Aires empezó el año con un déficit proyectado de 7.000 millones y creciendo. En este marco el frente docente bonaerense acaba de rechazar un aumento de alrededor del 10 por ciento, que si se suma a los otorgados en el último año –desde diciembre de 2007- alcanza una franja que va del 53 al 63 % de incremento salarial. No parece poco.
Los docentes bonaerenses se quejan que los aumentos no van al básico y son sumas “en negro”. Bueno, muy bien, bienvenidos a la Argentina. Lo que sufren es apenas una muestra de la realidad que afecta a millones de argentinos que cobran en negro, pese a las ridículas publicidades del Ministerio de Trabajo, como si la informalidad laboral se combatiera con spots y no con inspectores ¿Qué si lo hace el Estado es peor? Si, es peor.
En la provincia de Buenos Aires hay 290 mil docentes y que se sepa ninguno sufrió el trauma de un despido en toda su carrera. Hecho habitual en cualquier otra actividad, y que ahora particularmente golpea a numerosos sectores como el automotriz, construcción, metalmecánico, frigorífico, etc, etc.
De eso no se habla
Incluso, hay cuestiones estructurales que un gremio docente que se reinvente podría abordar y que está totalmente fuera de su discurso público. La provincia de Buenos Aires gasta 17.406 millones por año educación, un 35 % del presupuesto total. De esa cifra, el 96 % se destina a salarios ¿Están el gremio docente, los funcionarios, utilizando esos fondos para asegurar una educación de calidad a los chicos que los prepare para un mundo que no da ventajas?
En cualquier trabajo el que más sabe, el que mejor rinde, el más talentoso, tarde o temprano termina creciendo ¿Es así en el gremio docente? ¿Porqué parece que estuviera prohibido hablar de capacitación, de la realidad de las horas que los maestros pasan frente al curso, de las famosas licencias, de la justicia en general de las retribuciones? Y en la ausencia de este debate también hay una profunda complicidad del gobierno de Daniel Scioli que entra en el juego de la discusión salarial y elude el conflicto y el riesgo de un cambio real.
Mientras el resto de la sociedad debe someterse a los duros parámetros del mercado laboral que se encamina a una nueva suba de la desocupación, los docentes le acaban de rechazar al gobierno bonaerense un aumento que demandará al presupuesto 750 millones extra. Quieren que Scioli se estire y gaste 1200 millones. Saben que no los tiene, que enfrenta un déficit de más de 7.000 millones –antes de ese aumento-, pero no importa.
Roberto Baradel afirmó en diálogo con este periodista: “Ahora Scioli va a tener 1.400 millones de las retenciones”. Muy bien, aquí va otra pregunta horrible: ¿Esta bien que en una provincia con inmensos atrasos en materia de infraestructura, con millones de habitantes sin cloacas, sin agua corriente, con una policía con los chalecos antibalas vencidos, con armas que no funcionan, se destine esa suma a seguir mejorando el sueldo de los docentes?
Un maestro de secundario bonaerense, según las cifras oficiales, con 10 años de antigüedad por jornada completa –es decir unas 8 horas de clase-, ganaría con el aumento que acaban de rechazar $ 5.996 en la mano. Un maestro primario $ 3.600 ¿Es poco? Claro que si. Igual que lo que ganan millones de trabajadores en esta Argentina devaluada y sin rumbo claro. ¿Es el paro la solución?
¿No habrá llegado el momento de abordar las discusiones difíciles? ¿No habría que aprovechar la crisis para reformar sistemas que responden a la realidad de un país que no existe más? ¿Porqué el cambio siempre tiene que llegar tarde y mal, impuesto por los sectores mas neoliberales cuando la crisis ya estalló? ¿Qué tiene que ver con el progresismo, aferrarse a un status quo que está demoliendo la educación pública a fuerza de quitarle días de clases a los chicos?
Es inimaginable una recuperación de la educación que brinda el Estado sin la participación activa de los docentes. Y más aún, sin la imaginación y la grandeza de sus líderes sindicales.
Así como el conflicto del campo y el gobierno se asemeja cada vez más a las dos quijadas de una mandíbula dispuesta a triturar las nueces o maníes que se crucen en su camino –o sea el resto de la sociedad-, la misma lógica destructiva parece replicarse en la sucesivas olas de paros docentes que se reiteran con epicentro mediático en la provincia de Buenos Aires y Capital Federal, pero que en rigor afectan a gran parte del país –en Río negro hace un mes que no hay clases-.
Es muy políticamente incorrecto criticar el reclamo de los docentes, pero los países que evolucionan en gran medida son aquellos que se atreven a abordar las discusiones incómodas. Es bastante obvio que el gremio docente hace años que se debe una revisión a fondo que los saque de la encerrona de la dinámica reclamo salarial-paro, que monopoliza su agenda pública.
Al igual que sucede con otros gremios poderosos –los municipales porteños, por ejemplo-, los docentes exhiben el agotamiento de un accionar político-sindical que los expone ante la sociedad como un sector quejoso y egoísta, que espera el inicio de clases para parar las escuelas y sacarle la mayor tajada posible a los exhaustos presupuestos públicos.
La provincia de Buenos Aires empezó el año con un déficit proyectado de 7.000 millones y creciendo. En este marco el frente docente bonaerense acaba de rechazar un aumento de alrededor del 10 por ciento, que si se suma a los otorgados en el último año –desde diciembre de 2007- alcanza una franja que va del 53 al 63 % de incremento salarial. No parece poco.
Los docentes bonaerenses se quejan que los aumentos no van al básico y son sumas “en negro”. Bueno, muy bien, bienvenidos a la Argentina. Lo que sufren es apenas una muestra de la realidad que afecta a millones de argentinos que cobran en negro, pese a las ridículas publicidades del Ministerio de Trabajo, como si la informalidad laboral se combatiera con spots y no con inspectores ¿Qué si lo hace el Estado es peor? Si, es peor.
En la provincia de Buenos Aires hay 290 mil docentes y que se sepa ninguno sufrió el trauma de un despido en toda su carrera. Hecho habitual en cualquier otra actividad, y que ahora particularmente golpea a numerosos sectores como el automotriz, construcción, metalmecánico, frigorífico, etc, etc.
De eso no se habla
Incluso, hay cuestiones estructurales que un gremio docente que se reinvente podría abordar y que está totalmente fuera de su discurso público. La provincia de Buenos Aires gasta 17.406 millones por año educación, un 35 % del presupuesto total. De esa cifra, el 96 % se destina a salarios ¿Están el gremio docente, los funcionarios, utilizando esos fondos para asegurar una educación de calidad a los chicos que los prepare para un mundo que no da ventajas?
En cualquier trabajo el que más sabe, el que mejor rinde, el más talentoso, tarde o temprano termina creciendo ¿Es así en el gremio docente? ¿Porqué parece que estuviera prohibido hablar de capacitación, de la realidad de las horas que los maestros pasan frente al curso, de las famosas licencias, de la justicia en general de las retribuciones? Y en la ausencia de este debate también hay una profunda complicidad del gobierno de Daniel Scioli que entra en el juego de la discusión salarial y elude el conflicto y el riesgo de un cambio real.
Mientras el resto de la sociedad debe someterse a los duros parámetros del mercado laboral que se encamina a una nueva suba de la desocupación, los docentes le acaban de rechazar al gobierno bonaerense un aumento que demandará al presupuesto 750 millones extra. Quieren que Scioli se estire y gaste 1200 millones. Saben que no los tiene, que enfrenta un déficit de más de 7.000 millones –antes de ese aumento-, pero no importa.
Roberto Baradel afirmó en diálogo con este periodista: “Ahora Scioli va a tener 1.400 millones de las retenciones”. Muy bien, aquí va otra pregunta horrible: ¿Esta bien que en una provincia con inmensos atrasos en materia de infraestructura, con millones de habitantes sin cloacas, sin agua corriente, con una policía con los chalecos antibalas vencidos, con armas que no funcionan, se destine esa suma a seguir mejorando el sueldo de los docentes?
Un maestro de secundario bonaerense, según las cifras oficiales, con 10 años de antigüedad por jornada completa –es decir unas 8 horas de clase-, ganaría con el aumento que acaban de rechazar $ 5.996 en la mano. Un maestro primario $ 3.600 ¿Es poco? Claro que si. Igual que lo que ganan millones de trabajadores en esta Argentina devaluada y sin rumbo claro. ¿Es el paro la solución?
¿No habrá llegado el momento de abordar las discusiones difíciles? ¿No habría que aprovechar la crisis para reformar sistemas que responden a la realidad de un país que no existe más? ¿Porqué el cambio siempre tiene que llegar tarde y mal, impuesto por los sectores mas neoliberales cuando la crisis ya estalló? ¿Qué tiene que ver con el progresismo, aferrarse a un status quo que está demoliendo la educación pública a fuerza de quitarle días de clases a los chicos?
Es inimaginable una recuperación de la educación que brinda el Estado sin la participación activa de los docentes. Y más aún, sin la imaginación y la grandeza de sus líderes sindicales.
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Muchas gracias:
Cristian / noticiasmdq.com