03 de diciembre, 2024
La increíble historia del hijo de argentinos que murió cuando entraba en Gaza
Amit Rubinson era el soldado israelí que falleció a bordo de su tanque cuando invadía la Franja de Gaza. Se trata del menor de dos argentinos que emigraron a Israel en los `70 escapando de la dictadura de Lanusse para fundar un kibutz al norte de Tel Aviv.
Altos mandos del ejército israelí golpearon a la puerta de Elías Rubinson en la madrugada del viernes. El pálpito era inequívoco. Todo israelí sabe que cuando la divisa militar llega en persona a su domicilio, las noticias no son las mejores. Su hijo Amit, de 20 años, murió por un balazo de un francotirador en Gaza. Le faltaba apenas un año para dejar las armas y ya había prometido que visitaría la Argentina apenas se deshiciera del casco que portaba desde sus 19 años. Murió sin conocer la tierra de sus padres, Elías y Silvia. “Tenía ganas de salir a conocer el mundo y liberar tensiones, como hicieron sus hermanas”, contó a PERFIL su tía Riska Rubinson, en comunicación telefónica desde Israel.
“Silvia está en estado de shock; está en su cuarto, destruida”, confesó a PERFIL el padrastro de Amit, Carlos Leibovitz, en diálogo telefónico desde Israel, pocos minutos después de haber asistido al entierro de su hijastro. “Nuestra familia es gente de paz; somos progresistas”, agregó desde el kibutz ubicado a unos 40 kilómetros al noroeste de Tel Aviv, capital del país. “Sin embargo, somos conscientes de que Amit es un chico que nació en Israel, en un contexto de guerra permanente. Por eso, siempre se debatió entre sus principios no violentos y la obligación de defender su tierra, su lugar”. En Israel el servicio militar es obligatorio y tiene una duración de tres años para los hombres y dos para las mujeres. Sólo puede evitarse argumentando objeción de conciencia.
“Sólo a último momento nos enteramos de que Amit iba a combatir en Gaza”, continuó Carlos. “Por razones de seguridad militar, los soldados tienen prohibido adelantar los destinos de sus misiones, incluso a sus familiares. Por eso, no pudimos despedirlo personalmente. El sabía que estaba cumpliendo con una obligación civil, pero no estaba conforme con la guerra. Con nosotros, Amit se educó en un núcleo familiar pacifista”, concluyó.
Ayer, Amit fue enterrado en un funeral de honor. Sus compañeros de armas no contuvieron las lágrimas. A su lado, Liat (30 años, diseñadora de interiores) y Noam (28 años, abogada), las hermanas de Amit. “Mi hijo tenía en su cuarto un afiche con el lema: ‘El esfuerzo se recompensa’. Hoy, yo no estoy seguro de que su esfuerzo será recompensado”, dijo Elías, masticando impotencia, mientras el féretro de su hijo era enterrado.
“En su rutina estaba la de asomarse por la parte superior del tanque y observar la presencia del enemigo en el horizonte”, contó a PERFIL el tío abuelo de Amit, Hilel Rubinson, residente en Buenos Aires. “Y en una de esas emergencias, recibió el disparo de gracia”, precisó. Junto con él murieron otros dos soldados israelíes.“Nunca quisimos la guerra. Somos una familia de izquierda y sabemos que en esta tierra tienen que vivir dos pueblos soberanos”, aclaró Riska. “Israel es un país muy difícil para vivir porque estamos en tensión constante. Por más joven que fuese, Amit y los chicos de su generación concebían a la guerra en sí como una tragedia, pero también como un deber”, advierte.
Elías (Eliahu, en hebreo) se casó con Silvia en Argentina, país que abandonaron en 1970, cuando eran casi adolescentes, mientras aquí el dictador Juan Carlos Onganía se batía en retirada.
En Israel se vivía la llamada “época de oro” o “ideológica”, tras el nacimiento del Estado de Isarel. El sionismo vivía su apogeo y hacia allí llegaban judíos desde todas partes del mundo. Elías entendía que cada etnia debía tener su propio territorio soberano. “Era idealistas y partieron tras la ideología sionista, de unir su residencia con la tierra de origen”, explicó a este diario Nina Gurevich, tía porteña de Elías.
En Buenos Aires se quedó una hermana, Raquel. Su madre, Jasie Rubinson, fue una prestigiosa docente y Lázaro, su padre, una encumbrada personalidad de la colectividad judía local.
Una vez en Israel, los Robinson (esta vez con letra “o”, según una caprichosa disposición administrativa) se organizaron en un kibutz, una suerte de granja comunitaria donde sus miembros son autosuficientes. Magal es el nombre del kibutz del que fueron pioneros, junto con mexicanos y rusos del mismo origen, y en donde ayer se enterraron los restos de su hijo menor, el mismo lugar donde nació. No es usual que en Israel los restos sean inhumados en un kibutz. Se trató de un homenaje en ese sector donde viven unos 70 mil argentinos.
Elías, de 55 años, es psicólogo y ya no vive en el kibutz. Silvia, de 52, sí vive en la comunidad aldeana de Magal y trabaja en el sector contable de la empresa de accesorios para sistema de riego por goteo Netafim (“gota”, en castellano).
La pareja, que llegó sin hijos y maduró en Oriente Medio, formó un hogar donde nunca se abandonó el castellano y la idiosincrasia argentina. Pero, se separaron y Silvia formó pareja con Carlos Leibovitz, otro argentino que emigró escapando de la última dictadura local y que vivió con Amit los últimos ocho años de su vida.
“Silvia está en estado de shock; está en su cuarto, destruida”, confesó a PERFIL el padrastro de Amit, Carlos Leibovitz, en diálogo telefónico desde Israel, pocos minutos después de haber asistido al entierro de su hijastro. “Nuestra familia es gente de paz; somos progresistas”, agregó desde el kibutz ubicado a unos 40 kilómetros al noroeste de Tel Aviv, capital del país. “Sin embargo, somos conscientes de que Amit es un chico que nació en Israel, en un contexto de guerra permanente. Por eso, siempre se debatió entre sus principios no violentos y la obligación de defender su tierra, su lugar”. En Israel el servicio militar es obligatorio y tiene una duración de tres años para los hombres y dos para las mujeres. Sólo puede evitarse argumentando objeción de conciencia.
“Sólo a último momento nos enteramos de que Amit iba a combatir en Gaza”, continuó Carlos. “Por razones de seguridad militar, los soldados tienen prohibido adelantar los destinos de sus misiones, incluso a sus familiares. Por eso, no pudimos despedirlo personalmente. El sabía que estaba cumpliendo con una obligación civil, pero no estaba conforme con la guerra. Con nosotros, Amit se educó en un núcleo familiar pacifista”, concluyó.
Ayer, Amit fue enterrado en un funeral de honor. Sus compañeros de armas no contuvieron las lágrimas. A su lado, Liat (30 años, diseñadora de interiores) y Noam (28 años, abogada), las hermanas de Amit. “Mi hijo tenía en su cuarto un afiche con el lema: ‘El esfuerzo se recompensa’. Hoy, yo no estoy seguro de que su esfuerzo será recompensado”, dijo Elías, masticando impotencia, mientras el féretro de su hijo era enterrado.
“En su rutina estaba la de asomarse por la parte superior del tanque y observar la presencia del enemigo en el horizonte”, contó a PERFIL el tío abuelo de Amit, Hilel Rubinson, residente en Buenos Aires. “Y en una de esas emergencias, recibió el disparo de gracia”, precisó. Junto con él murieron otros dos soldados israelíes.“Nunca quisimos la guerra. Somos una familia de izquierda y sabemos que en esta tierra tienen que vivir dos pueblos soberanos”, aclaró Riska. “Israel es un país muy difícil para vivir porque estamos en tensión constante. Por más joven que fuese, Amit y los chicos de su generación concebían a la guerra en sí como una tragedia, pero también como un deber”, advierte.
Elías (Eliahu, en hebreo) se casó con Silvia en Argentina, país que abandonaron en 1970, cuando eran casi adolescentes, mientras aquí el dictador Juan Carlos Onganía se batía en retirada.
En Israel se vivía la llamada “época de oro” o “ideológica”, tras el nacimiento del Estado de Isarel. El sionismo vivía su apogeo y hacia allí llegaban judíos desde todas partes del mundo. Elías entendía que cada etnia debía tener su propio territorio soberano. “Era idealistas y partieron tras la ideología sionista, de unir su residencia con la tierra de origen”, explicó a este diario Nina Gurevich, tía porteña de Elías.
En Buenos Aires se quedó una hermana, Raquel. Su madre, Jasie Rubinson, fue una prestigiosa docente y Lázaro, su padre, una encumbrada personalidad de la colectividad judía local.
Una vez en Israel, los Robinson (esta vez con letra “o”, según una caprichosa disposición administrativa) se organizaron en un kibutz, una suerte de granja comunitaria donde sus miembros son autosuficientes. Magal es el nombre del kibutz del que fueron pioneros, junto con mexicanos y rusos del mismo origen, y en donde ayer se enterraron los restos de su hijo menor, el mismo lugar donde nació. No es usual que en Israel los restos sean inhumados en un kibutz. Se trató de un homenaje en ese sector donde viven unos 70 mil argentinos.
Elías, de 55 años, es psicólogo y ya no vive en el kibutz. Silvia, de 52, sí vive en la comunidad aldeana de Magal y trabaja en el sector contable de la empresa de accesorios para sistema de riego por goteo Netafim (“gota”, en castellano).
La pareja, que llegó sin hijos y maduró en Oriente Medio, formó un hogar donde nunca se abandonó el castellano y la idiosincrasia argentina. Pero, se separaron y Silvia formó pareja con Carlos Leibovitz, otro argentino que emigró escapando de la última dictadura local y que vivió con Amit los últimos ocho años de su vida.
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