Este AlfonsÃn pausterizado, gandhiano, ofrece al poder la funcionalidad de los polÃticos derrotados. |
1: El nuevo Illia Arturo Illia presidente sale de la casa de gobierno para leer el diario en un banco de la plaza de mayo. Ahhhh, el éxtasis republicano. ¿Fue verdad? No importa, será posverdad. Simplemente supongamos que a media mañana sale con el diario para leerlo en la plaza pública. Es una imagen escolar: frente a la casa de gobierno y frente al sillón presidencial aparece el sillón del ciudadano donde sentarse a leer. Illia leÃa el diario, se llenaba de polvo de ladrillo el pantalón, picoteaban las palomas a su lado, un ciudadano presidente mientras alrededor empezaba todo el mundo a calentar los motores de la guerra. Un hombre común que lee la prensa con la ceja levantada y saluda a las amas de casa y a las mucamas y a los jubilados y a los que venden garrapiñadas.
Se hicieron un picnic hace cincuenta años con el pobre Illia pero ahà está ahora: el mito de la honradez, la figura espléndida de los republicanos, un pasteurizado. Débil, viejo, maltratado, digno, pobre, sin mayorÃas. Más o menos como quieren que sean los polÃticos. En el amor corporativo a su figura se alumbra esa hilacha. Pensemos en Mariano Grondona: tardó décadas en pedirle perdón al hijo de Illia, porque tardó décadas su clase en perdonar a Illia (¿no fue acaso un presidente desafiante?). Bajaba a leer el diario a un banco de la plaza porque era como un jubilado, la suma de todas las debilidades que forman una "estatura moral". República = polÃticos débiles.
¿Y AlfonsÃn? AlfonsÃn es la figura en disputa. Algunos hechos recientes refrescan este homenaje "republicano", una figura también castrada. La estatua platense que acaba de ser inaugurada, en la que se lo ve cabizbajo, caminando en los jardines de Olivos, junto al presidente electo, Menem, que ya habÃa puesto quinta y casi flotaba al lado de "Don Raúl". 1989. ¿Por qué ese AlfonsÃn de bronce? Porque para liberales y republicanos AlfonsÃn tiene dos condiciones: es un demócrata y es un derrotado (es un demócrata porque es un derrotado). No sólo derrotado por fuerzas reales (CGT, capitanes de la industria o Carapintadas), sino derrotado por la Historia: la estatua que no se animan a hacer es la "del otro", la de Menem, que fue el que consumó la democracia real porque consumó el otro consenso pendiente en los 80... el del capitalismo. ¿Por qué no hacen la estatua de Menem? ¿Por qué siempre celebran el otoño del patriarca demócrata? Porque celebran su derrota. Porque el porfiado gallego no se convenció nunca del todo de la solución capitalista para los problemas argentinos. Y fue débil, o sea, "democrático". Si bien para el delirio macartista de una parte de las clases altas, como escribió Charly Feiling en "El agua electrizada", AlfonsÃn era un presidente del ERP, al final se lo comieron crudo. Se fue antes. Reconoció como su mayor logro darle el poder al otro, que era otro presidente y de otro partido. Pero el tiempo hizo lo suyo. Y esa clase que lo condenó ahora escribe el adagio de un AlfonsÃn gandhiano, campechano, débil, más bueno que Lassie, que soportaba todo y negociaba todo: los paros generales, las agachadas peronistas, las sublevaciones militares. Es el nuevo Illia, "otro hombre que no entendimos a tiempo". En ese AlfonsÃn que se consagró "devolviendo el poder" se arma el AlfonsÃn de Cambiemos: radicales que aceptan las condiciones, su asimetrÃa frente al poder del otro.
2: El pacificador
Se presentó estos dÃas un buen documental en el Bafici del director Sergio Wolf ("Esto no es un golpe"), en el que revisa los hechos de un momento sobre-interpretado y sub-narrado: la sublevación de Rico en la semana santa de 1987. Entre decenas de detalles de esa guerra intraestatal (la SIDE paralela, las trenzas de palacio, la noche que la Coordinadora pasó enfierrada adentro de la Casa Rosada), Wolf construye la parábola sobre la frase histórica: "La casa está en orden... y no hay sangre en la Argentina". Si la historia por izquierda se cargó a AlfonsÃn por aquellas "leyes del perdón" (la casa estaba en orden porque AlfonsÃn habÃa negociado), Wolf cierra el cÃrculo: AlfonsÃn evitó el derramamiento ("no hay sangre en la Argentina"). Wolf reconstruye su antigua percepción de joven iluso que no "entendió" en su momento a AlfonsÃn y ahora sÃ. Una postal del documental es un elenco de la clase polÃtica (desde Jesús RodrÃguez y Stubrin hasta Eduardo Amadeo y Carlos Grosso) entre la multitud agolpada en la puerta del Regimiento puteando a "los formidables guerreros en jeeps", como cantaban Los Redondos, una decena de militares que se mantuvieron por dÃas despiertos a base de anfetas y que parecÃan siempre a un segundo de abrir fuego. Jesús RodrÃguez aparece a grito pelado con un suéter escote en V puesto al revés tratando de que no se desmadren los militantes.
AlfonsÃn negoció todo menos pagar su propio costo: comienza el derrumbe de su mito primaveral. La época entendió que AlfonsÃn cedió. Wolf es poco generoso sobre el apoyo incondicional que recibió del peronismo de primera lÃnea (Cafiero y Ubaldini), y expone la caricatura que los testimonios de los militares no pueden evitar brindarnos. Rico vuelve a repetir que no querÃa hacer un golpe pero su gesta tenÃa una consecuencia miserable: mostrar que AlfonsÃn era el jefe de las fuerzas armadas al precio de no usarlas. ¿Y qué usó? La negociación polÃtica. ¿Y qué es una negociación polÃtica? El triunfo de las partes. AlfonsÃn articuló con la sublevación su vieja idea de la cadena de mandos de la represión (la obediencia debida ya estaba en el plexo de su propuesta en 1983, sólo que sà querÃa juzgar a las juntas, en una apuesta de valentÃa inmensa que los peronistas de entonces no quisieron jugar). Se terminaba definitivamente la luna de miel entre la izquierda social y AlfonsÃn. Al menos, por varias décadas. Pese a que quedó pegado a la Obediencia debida, se gestiona y se legisla "para siempre", pero se escribe en la arena: el tiempo borró esas leyes y escribió otras. La historia siempre continúa.
3: El Chicho
El kirchnerismo (sobre todo a partir del liderazgo de Cristina y su reciente alianza irrompible con Leopoldo Moureau) fueron contribuyendo a una relectura de AlfonsÃn por izquierda, un presidente peleado con las corporaciones, que buceó en las raÃces peronistas y radicales para encontrar la fórmula ecuménica de una "nueva mayorÃa". ¿El primer trasnversal? Un Chicho Allende de Chascomús. El antecedente del kirchnerismo, es cierto, porque se trata de dos movimientos progresistas nacidos de las entrañas de partidos populares con fuertes contraseñas con las capas medias. El AlfonsÃn que se plantó con Reagan, la Iglesia, la Sociedad Rural. Help a él. Su vieja dialéctica de "democracia versus autoritarismo" se recuperaba en la de "democracia versus corporaciones" a partir de 2008, cuando acorralaron a Cristina entre el campo y ClarÃn. El relato de Moureau en la pelÃcula de Wolf refuerza todo el tiempo esta lÃnea: la toma de radio Mitre (la radio que sacaba al aire a Rico como si fuera el simple vocero de la "otra parte"), las movilizaciones, la custodia armada de la Casa Rosada.
AlfonsÃn creyó, e hizo creer a todos, que él era la democracia. El presidente y polÃtico de las negociaciones salvadoras. Negoció con los militares, fue en persona a negociar a Campo de Mayo, y pactó en Olivos la reforma constitucional y reelección de Menem. Era el hombre desgarrado que negociaba con los demonios y liberaba a la sociedad, a la izquierda social, de culpa y cargo. El kirchnerismo ayudó a reconstruir al AlfonsÃn de izquierda.
4: La crÃa del Proceso
Hubo otras versiones elaboradas por izquierda: AlfonsÃn significó la transformación de la Argentina de clases en la Argentina de ciudadanos. AlfonsÃn y los derechos humanos fueron algo asà como la oscura consumación del propio "Proceso Militar". Esta mirada la patentó Rodolfo Fogwill y el imprescindible libro de Claudio Uriarte, "Almirante cero". El Proceso materialmente vencedor, ¿habÃa sido culturalmente vencido? Para Fogwill y Uriarte en la caÃda del Proceso se desplegó su victoria: la dictadura resultaba la última experimentación sobre el cuerpo social argentino que desmilitarizarÃa por efecto de terror nuestra vida polÃtica. Fin de la lucha de clases, todos a recitar el Preámbulo. Tenemos el ensayo de Fogwill sobre el programa televisivo del Nunca Más que comienza con los gritos de una madre, que son los gritos de un parto, y el llanto del bebé. Lo que sonaba como una primera escena de tortura, en realidad era un parto. Fogwill advierte el inconsciente alfonsinista en ese montaje: la producción del relato del Terrorismo de Estado reciente que a la vez en su narración amplifica sus efectos de terror y revela una violencia "parturienta", "necesaria" para el "orden democrático". ¿El triunfo de AlfonsÃn volvÃa a separar el orden civil que habitaba dentro del orden militar, otorgándole una oportunidad de reconstrucción y continuidad a la clase dominante que habÃa impulsado la dictadura y que negaba a reconocerse en el espejo de la faena represiva? Escribió impiadosamente Uriarte: "el interés que pudiera suscitar la izquierda provenÃa únicamente de ser uno de los objetos del ‘destape', en un plano parecido al de la pornografÃa o las pelÃculas censuradas. Nadie soñaba con la lucha armada. Los restos de discurso izquierdista que subsistÃan, considerablemente ‘socialdemocratizados' ya por la derrota y el exilio, eran crecientemente reabsorbidos por el discurso de los derechos humanos de AlfonsÃn..."
Salteando una paleta de grises, unos aman el AlfonsÃn debilitado (por las corporaciones) y otros aman el AlfonsÃn débil, fundido en la ética de la responsabilidad. Elige tu propio AlfonsÃn. El homenaje a un polÃtico es también una continuación de la polÃtica. Quién duda que merezca el reconocimiento. Fue valiente porque fue audaz y fue valiente porque asumió sus costos. ¿Y los demás bustos, los demás presidentes? ¿Se puede elegir el propio Menem, el propio Kirchner? En la polÃtica todo puede parecer pragmático menos un presidente. Se puede ser un polÃtico pragmático, ¿se puede ser un presidente pragmático? La presidencia es "el último cambio" de un polÃtico. AlfonsÃn no volvió más de su socialdemocracia como Menem no volvió más de su giro liberal o como Néstor y Cristina no volvieron más de su populismo. La comisión de homenaje permanente a AlfonsÃn, que es la polÃtica argentina, deberÃa empezar a dejarlo descansar en paz. ¿Se animarán los liberales y republicanos que descubrieron el último bronce a ponerle el busto a Menem? ¿Por qué no completan la foto de la caminata de Olivos cuando eligieron exactamente ese año: 1989? El 89 es el 83 de Cambiemos. El AlfonsÃn que deja el poder es el AlfonsÃn de Cambiemos. Y Menem es el padre no reconocido de la democracia. Y ser demócratas, como hacÃa y decÃa AlfonsÃn, es soportar la incomodidad.
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Porqué no realzar su figura?, ahora que pasaron 30 años de su presidencia! Acaso no sucede eso con todas (o con muchas) figuras históricas? para todo lo que se haga hay que criticar y decir "ah, pero no hicieron esto tambien"...
creo que podemos elegir quedarnos con lo que nos parece positivo de su gestión, y segun yo creo, fue el ir contra las Juntas despues del 10 de diciembre.
en una epoca de pragmatismo, no me imagino alguien haciendo algo similar. Eso es y sera algo destacable siempre.