Nadie lo esperaba. Algunos ni lo recordaban. Pero Carlos Menem apareció en una sesión del Senado tras casi 14 meses de ni siquiera asomarse a su banca.

Su última participación había sido el 29 de diciembre, para apoyar la ley que creaba los parlamentarios del Mercosur por elección general.

Ese día, el Frente para la Victoria necesitaba votos para sancionar la ley y ahí estuvo el ex presidente para ayudar. Su apuesta era siempre algún avance en las causas judiciales que aún lo tienen a maltraer.

Su última condena a prisión fue el 1 de diciembre, cuando el Tribunal Oral Federal N°4 de la Capital Federal lo encontró culpable del pago de sobresueldos en su gestión.

En 2013, Menem ya había sido condenado a siete años de prisión efectiva por el Tribunal Oral en lo Penal Económico N° 3, en la causa por la venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador. Como será senador hasta 2017, los fueros lo protegerán de ir tras las rejas, al menos hasta ese año.

Pero aún con reflejos, Menem se mostró en esta etapa que comienza para dejarle claro a Mauricio Macri que tal vez con algún llamadito a Tribunales sume un voto en el Senado, donde sólo tiene 16 soldados seguros, entre PRO y UCR.

O sea, le faltan 21 para el quórum y no llega ni con el aporte de la docena de senadores del peronismo díscolo, la mayoría dispuesto a colaborar.

No tiene otra alterativa que negociar con el FpV, que con 40 votos cuenta con quórum propio. Una decena se considera más cerca de las ideas del kirchnerismo que de las urgencias de los gobernadores, pero a Macri le alcanza con el resto para activar alguna ley. Igual debe afinar el lápiz y negociar. No sea cosa que tenga que negociar con Menem.