Brasil
La muerte del Lava Jato
Por Marco Bastos
Cinco años después de su apogeo, Bolsonaro está fuera de juego, Dallagnol prófugo y Moro con riesgo de ser destituido de su cargo de Senador.

Desde 2019 asistimos al derrumbe político de la Operación Lava Jato. Lo que comenzó en 2014 como una operación anticorrupción se convirtió en una identidad política, cuyo ícono principal  fue el juez Sérgio Moro y el fiscal Deltan Dallagnol. En 2018, al calor del clima de desprestigio que sufrió el PT y Lula, esta identidad pasó a formar parte de la derecha liderada por Jair Bolsonaro, siendo una de sus patas principales. 

Cinco años después, Bolsonaro está fuera del poder e inhabilitado, Dallagnol vio anulado su mandato de diputado por el tribunal electoral y Moro es un senador sin mucha influencia en Brasilia.

La historia de Lava Jato puede contarse mirando a la Revolución Francesa. El momento de mayor radicalización fue el periodo jacobino, cuando los partidarios de Robespierre llevaron a la guillotina a los enemigos del pueblo. 

Los problemas que unen a Lula y Petro

El fervor revolucionario barrió el viejo orden de aristócratas y clérigos. Esa parte de la historia francesa fue de caos administrativo y de crisis económica. Había que restablecer el orden. El fin del jacobinismo llegó con el asesinato de Robespierre y una restauración conservadora. La revolución terminó con la coronación de Napoleón como emperador de Francia.

Cinco años después, Bolsonaro está fuera del poder e inhabilitado, Dallagnol vio anulado su mandato de diputado por el tribunal electoral y Moro es un senador sin mucha influencia en Brasilia.

La operación Lava Jato detuvo entre 2014 y 2019 a los políticos y empresarios más importantes del país, personas que no estaban acostumbradas a ir a la cárcel. Fue la etapa jacobina de Lava Jato. Marcelo Oderbretch, dueño de la mayor constructora del país y Lula, el más popular de los presidentes brasileños, acabaron en la cárcel. Los corruptos que habían empeñado la República fueron barridos de la política. El período fue de caos administrativo y crisis económica. La inestabilidad generada por Lava Jato no podía durar para siempre y el sistema político necesita orden para seguir funcionando. 

La historia de Lava Jato no es una historia de héroes y villanos. Empezó investigando el robo de miles de millones de dinero público y acabó formando parte del grupo de Bolsonaro. Esa es la verdad incómoda. Cualquiera que se venda como héroe o salvador del país es un demagogo. Siempre habrá público para eso, sobre todo con la difícil vida de la población y la constatación de que la clase dirigente se sirve a sí misma.

Deltan Dallagnol, fiscal del Lava Jato.

En junio, el Tribunal Superior Electoral (TSE) declaró a Bolsonaro inelegible por ocho años por difundir desinformación sobre la seguridad del sistema electoral. En mayo, el TSE anuló el mandato del diputado federal Dallagnol. La decisión se basó en un tecnicismo jurídico.

Como fiscal de la causa Lava Jato, Dallagnol cometió irregularidades, como cobrar por conferencias que dictaba en empresas privadas, lo que es ilegal para un funcionario público según la ley que determina la conducta de los miembros del Ministerio Público. Otra conducta prohibida a los fiscales es acordar sentencias judiciales con los jueces. Dallagnol lo hizo con el entonces juez Moro, según reveló The Intercept Brasil. Los intercambios de mensajes también mostraron a fiscales y jueces eligiendo objetivos para la persecución del Estado en función de simpatías políticas.

El poder del Congreso y la fragilidad de Lula

La izquierda siempre ha criticado a Lava Jato porque la operación ha perseguido penalmente a varios de sus mayores exponentes y, a decir verdad, creó el caldo cultural necesario para el impeachment contra Dilma Rousseff en 2016 y el encarcelamiento de Lula en 2018.  Además, la arbitrariedad de Moro hizo que las condenas pesaran más en la izquierda que en el centro-derecha o el Centrão.

Un ejemplo de eso es que el candidato presidencial en 2014 por el PSDB (centroderecha), Aécio Neves, nunca ha sido condenado ni ha estado en prisión preventiva. Lo mismo ocurre con el actual líder del Centrão, el presidente de la Cámara de Diputados, Artur Lira. El partido de Lira (Progresistas) fue uno de los socios más importantes del PT en el desfalco de dinero público de la estatal petrolífera Petrobras y en obras públicas. Otro aliado clave fue el MDB del ex presidente Michel Temer.

Los lava-jatistas dicen que el "sistema de corrupción" está llevando a cabo una caza de brujas en contra de Dallagnol y Moro, lo que es parcialmente cierto. Sin embargo, los lava-jatistas no citan los mensajes de The Intercept Brasil. La verdad es el todo.

¿En qué mundo es aceptable que el fiscal y el juez se pongan de acuerdo sobre una sentencia? En un mundo en el que los participantes en el juego político ya no creen en las instituciones y las utilizan para perseguir a sus oponentes. Un juego peligroso que ahora se volvió boomerang.

¿En qué mundo es aceptable que el fiscal y el juez se pongan de acuerdo sobre una sentencia? En un mundo en el que los participantes en el juego político ya no creen en las instituciones y las utilizan para perseguir a sus oponentes. Es un juego peligroso que ahora se volvió un boomerang. Entre 2014 y 2018, Lava Jato ganó sucesivas batallas legales y políticas y sacó del juego político a líderes de la izquierda y otros jugadores del sistema. 

Pero, a partir de 2019, un presidente en problemas con la justicia -Bolsonaro- dijo que pondría fin a Lava Jato y cumplió su palabra. Bolsonaro nombró fiscal General de la República a Augusto Aras, quien cumplió la misión de desmantelarlo institucionalmente.

La muerte del Lava Jato

Aras, que ahora buscan la bendición de Lula para continuar en el cargo,  estuvo en el centro de una coalición que reunía a Bolsonaro, el Centrão (cuya única ideología es el poder), la centro-derecha, la izquierda y la Corte Suprema. En ese momento, el Lava Jato ya se había convertido en una identidad dentro del armado de Bolsonaro y Moro era el ministro de Justicia.

El establishment tenía que domar a Lava Jato no porque Lava Jato fuera un grupo de héroes luchando en contra del mal, sino porque era un movimiento jacobino que no dudaría en burlar la ley para lograr sus objetivos. La Constitución brasileña prohíbe que un juez de primera instancia intervenga las conversaciones telefónicas del Presidente. Sergio Moro lo hizo en marzo de 2016 con Dilma Rousseff con la mas absoluta impunidad y filtró la grabación para que TV Globo la emitiera en el Jornal Nacional, visto cada noche por unos 50 millones de brasileños.

El establishment tenía que domar a Lava Jato no porque Lava Jato fuera un grupo de héroes luchando en contra del mal, sino porque era un movimiento jacobino que no dudaría en burlar la ley para lograr sus objetivos. 

Pero como en política todo es posible y las coaliciones son ocasionales, el tiempo se ha encargado de ubicar a la TV Globo y Lula como aliados en contra de Bolsonaro. Lo que unió al PT con el gigante mediático, que supo ser su principal adversario, fue la salvaje campaña del bolsonarismo para cerrar TV Globo porque su grilla estaba llena de "programas de izquierda". Su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro, dijo que podría cerrar la Corte Suprema con soldados y su padre jugó con la idea de fusilar a los petistas.

Así, ante una clara amenaza autoritaria, la izquierda, la Globo y otros medios tradicionales y la Corte Suprema forjaron una alianza de ocasión para expulsar al bolsonarismo del sistema. Ahora, en la prensa y en la política, se especula sobre cuándo será detenido Bolsonaro.

Mirando al futuro, puede que lo consigan. Bolsonaro podría acabar en la cárcel y Moro inhabilitado. Sin embargo, si la justicia se convierte en un mero escenario de disputas políticas, el riesgo es que decisiones futuras puedan rehabilitarlos cuando cambien las circunstancias. Lula es un testigo de primera mano de esa lógica. 

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