El gobierno de Lula no encuentra el tono correcto a la dirección del gobierno y las encuestas muestran una caÃda de la imagen presidencial. El bolsonarismo se agrupa y avanza. |
El mes de abril terminó con el bolsonarismo a la ofensiva en el debate público brasileño, mientras el gobierno de Lula sigue tratando de encontrar el rumbo en medio de cifras preocupantes para la economÃa, Ãndices de aprobación en caÃda y pelea con el Congreso, como adelantó LPO.
Todo este cuadro configura lo que anticipamos desde hace meses: que la tercera etapa de Lula muestra debilidad y falta de poder real.
¿Por qué decimos que Bolsonaro pasó a la ofensiva? Los bolsonaristas dicen que Lula y el Tribunal Supremo están silenciando las voces conservadoras y que se vive bajo el autoritarismo comunista. Encontramos la narrativa para justifica una tesis insólita: la libertad de expresión.
Desde las elecciones presidenciales de 2022, el Tribunal Superior Electoral (TSE) (órgano responsable de organizar las elecciones presidenciales) y el Tribunal Supremo han eliminado posts y perfiles que, según sentencias judiciales, promueven información errónea sobre la fiabilidad de las urnas electrónicas. Una de las figuras acusadas de difundir fake news era Fernando Cerimedo, como adelantó en exclusivo este medio, durante el intento de golpe del bolsonarismo del 8 de enero de 2023.
Varios de los participantes fueron detenidos. La derecha brasileña dice que los juicios no fueron justos porque no tuvieron derecho a defensa. Hasta la fecha, solo 13 participantes han sido condenados, mientras que otros 75 se encuentran en prisión preventiva desde su detención en flagrante. No se ha detenido a ningún oficial de las Fuerzas Armadas ni a ningún empresario, aunque hay pruebas de que organizaron y financiaron la invasión de la Plaza de los Tres Poderes.
Vale la pena señalar que la izquierda trata el 8 de enero como un intento de golpe de Estado, pero la derecha dice que solo eran alborotadores. La selectividad de la derecha brasileña en su preocupación por la libertad de expresión es particular, ya que, nunca han condenado el golpe de abril de 1964 que inauguró 21 años de dictadura, ni condenan los abusos policiales y judiciales contra los pobres en las favelas y periferias de Brasil.
La indignación selectiva y presentarse como perseguido son dos viejos trucos polÃticos. Es decir, la derecha de Bolsonaro está haciendo algo viejo con la ayuda de una nueva tecnologÃa, las redes sociales, que domina mejor que la izquierda.
La extrema derecha ha sido capaz de crear un ecosistema informativo de canales de YouTube, perfiles en diversas redes sociales, webs de noticias y productoras de documentales que cuentan la historia con la selectividad del sesgo derechista. A su vez, la izquierda vinculada al Partido de los Trabajadores (PT) tiene su propio ecosistema, pero su alcance es mucho menor.
Un actor clave en todo este es escenario es Elon Musk. El magnate se convirtió en un poderoso aliado de la derecha brasileña cuando declaró que dejarÃa de cumplir las órdenes judiciales del Tribunal Supremo de Brasil de bloquear perfiles acusados de promover la desinformación. El propio Bolsonaro lo veneró ante una multitud en un acto en la avenida Paulista.
El dueño de X (antes Twitter) opera para amplificar las voces de sus amigos de la extrema derecha de los paÃses occidentales. Trump, Bolsonaro y Milei los más icónicos. Resulta irónico ver a Elon Musk tratado como un héroe de la Libertad cuando está encantado de colaborar con los gobiernos de China, India y Arabia Saudita.
Un comité del Congreso estadounidense, donde los republicanos vinculados a Donald Trump tienen mayorÃa, ha publicado un informe que se hace eco de la narrativa de la derecha brasileña. Parlamentarios de la derecha y la izquierda brasileñas viajan a Washington DC para tratar de influir en el Congreso estadounidense sobre esta cuestión. Este escenario de coordinación entre la derecha en Brasil y Estados Unidos podrÃa volverse aún más complejo para el Gobierno de Lula si se confirma la victoria de Trump en las elecciones de noviembre.
El ataque del bolsonarismo al Tribunal Superior Electoral y al Supremo no es solo para tratar de evitar la posible detención de su carismático lÃder, investigado en varias causas judiciales, entre ellas precisamente por difundir desinformación sobre la fiabilidad del voto en Brasil sino también al gobierno de Lula. El cálculo es: los ministros de la Corte son aliados a Lula en contra del bolsonarismo, que soñaba en un golpe para impedir la posesión de Lula y enviar unos tantos jueces de la Corte a la cárcel.
En efecto, el bolsonarismo opera en las redes sociales y en el Congreso. La oposición conservadora tiene mayorÃa en el Legislativo y cuenta con la buena voluntad del presidente de la Cámara de Diputados, Artur Lira, que decide lo que votan o no los diputados.
Para contrarrestar la mayorÃa derechista en el Congreso, Lula ha contado con el apoyo del Tribunal Supremo, tanto para inhabilitar a Bolsonaro para presentarse a las elecciones durante 8 años como para controlar la constitucionalidad de los asuntos aprobados en el Congreso que son de interés estratégico para el gobierno -especialmente las leyes aprobadas por los parlamentarios que crean nuevos gastos para un gobierno exprimido por una mala situación fiscal.
En medio de todo esto, el gobierno de Lula aún no ha conseguido crear una bandera de propia, es decir, una marca inconfundible que los ciudadanos asocien intuitivamente con su gestión. El eslogan lanzad públicamente es "unidad y reconstrucción", pero esto no se sostiene con los discursos polarizadores de Lula.
Por el momento, el mayor logro del lÃder brasileño ha sido evitar la erosión de la democracia que Bolsonaro sin duda promoverÃa. Solo el 46% de los brasileños dijo en la encuesta Latinobarómetro 2023 que la democracia era su sistema de gobierno preferido, frente al 70% de los uruguayos.
Además, no basta con construir la imagen del gobierno en torno a la idea de democracia, porque las demandas populares de los brasileños son cosas tangibles: seguridad pública, dinero en el bolsillo, hospitales y escuelas que funcionen. Si estas cosas no funcionan, no hay democracia que funcione. El crecimiento del apoyo a la solución Bukele en toda América Latina es una muestra de para donde va la cosa.
Lula quiere reindustrializar Brasil, pero el motor económico es el campo bolsonarista
El gobierno de Lula ha puesto en marcha algunas polÃticas públicas para los brasileños pobres -su base principal-, como el aumento de la Bolsa FamÃlia a 700 reales por familia, la subida del salario mÃnimo y la creación de una ayuda estatal para pagar a los estudiantes pobres una cantidad que solo puede retirarse después de graduarse en secundaria. El ala desarrollista del gobierno sueña con reindustrializar el paÃs y utilizar Petrobras, la mayor empresa del paÃs, para construir astilleros por todo el paÃs.
Sin embargo, aparte de las ayudas a los estudiantes, las principales acciones del gobierno son ideas de hace 20 años, cuando Lula asumió el cargo por primera vez en 2003. La vieja guardia de la izquierda brasileña no ha sabido leer los cambios del mundo.
El expresidente del PT José Dirceu, quien estuvo encarcelado por dos casos de corrupción, ha sido rehabilitado públicamente y ya concede entrevistas a los medios y habla en foros empresariales. Dirceu dijo recientemente que Lula lidera un gobierno de "centro-derecha" y que se vio obligado a hacerlo por la correlación de fuerzas del momento. Dirceu tiene razón sobre la correlación de fuerzas, solo necesita explicar qué quiere como alternativa.
El PT y los economistas de izquierda de Brasil no han sabido dar a la sociedad una respuesta creÃble a la recesión de 2014-2016, que redujo el PIB del paÃs en un 8%. Hoy, la renta media brasileña sigue siendo inferior a la de 2012. El PT culpa de ello a otros: al sabotaje de la derecha, a los economistas fiscalistas neoliberales y a la connivencia de Lava Jato con los medios de comunicación. Pero hay un paradigma que la izquierda no ha comprendido: que más gasto público por sà solo no conduce al desarrollo. Ante la actual restricción fiscal, los economistas de izquierda y el PT carecen de ideas.
En este marco, Lula acusó públicamente a sus ministros sobre la caÃda en la popularidad del gobierno. Dijo que el ministro de Hacienda, Fernando Haddad, deberÃa leer menos libros y hablar más con los parlamentarios. Nadie entendió muy bien el teorema de Lula sobre los libros y los parlamentarios. Lo cierto es que si Bolsonaro hubiera dicho esto, los progresistas estarÃan horrorizados por su antiintelectualismo. En un ambiente polarizado, somos selectivos con lo que nos causa horror.
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