Editorial
Rosario: ciudad espejo
Por Jorge Luis Vidal
¿Quién paga la mala gestión de la seguridad?

En el 2018 preocupado por la situación del narcotráfico que se vislumbraba creciente y la permeabilidad en parte de sus tres poderes y su policía, regrese a Argentina desde Colombia con una tríada humana y profesional que había reducido profesionalmente los homicidios a causa de narcotráfico en Medellín, entre los años 2012 y 2016: de la suma de 90 homicidios cada 100 mil a solo 19 cada 100 mil habitantes, en tan solo cuatro años de gestión en esa alcaldía.

La frase más contundente y que quedó de esa jornada explicativa del fenómeno narco y de sus consecuencias para la ciudadanía y que resonó en los oídos de los presentes asistentes a las diver4sas conferencias y conversatorios realizados fue: "Hagan algo ahora, luego será tarde". Había que tomarla muy enserio, salían de la boca del General de la policía Josá Ángel Mendoza Guzmán, ex director Nacional Antinarcóticos de la policía colombiana, el hombre que aún mantiene el récord de haber sido el servidor público que mayor cantidad de cocaína secuestró en Colombia en el término de 48 horas, unas 4,7 toneladas, en procedimientos concatenados al clan del Golfo.

¿Consecuencias de ese éxito? El clan, en represalia por los millones de dólares que representaba la cocaína incautada, activó sus sicarios y ofreció el pago de algo así como mil dólares por la cabeza de cualquier policía muerto. Catorce de ellos fueron "asesinados", ninguno de ellos cayó en enfrentamiento cumpliendo con sus debidas y responsables funciones. 

El tiempo siguió pasando y ya en 2021 escribí un artículo que se titulaba "Algo huele mal en Rosario", y decía en su encabezado algo como "Ciudad de Rosario, ciudad de poetas, actores de muy buenos músicos y futbolistas. Ciudad de pensadores, académicos y otrora buenos políticos. Ciudad que "siempre estuvo cerca", la ciudad del parque Independencia, de buena gente, de estudiantes, de gente trabajadora y de empresarios que apuestan con su trabajo a la tierra y la agroindustria. Sin embargo, hoy, el fétido olor que despide Rosario no hace presagiar nada bueno a futuro".

Estamos en 2023 y vuelvo sobre esta crónica de advertencias desoídas. Culpas muchas a repartir, dolos varios, responsables demasiados, distraídos varios y algunos corruptos de ojos cerrados en la justicia, la política y aún más en la policía.

El futuro cruel y de muertes que yo pregonaba y gritaba desde hace años, que nos daba el conocimiento académico y operacional en las fuerzas de seguridad y mi pasado y presente en Medellín, ya llegó.

Ilusos de aquellos que creen que se detendrá aquí. El foco infeccioso narco a nivel país crece y crece paulatinamente contagiando otras regiones o haciendo una septicemia generalizada para la cual se necesitarán excelentes infectólogos, provinciales o nacionales, y que estos gobiernos actuales no tienen o no quieren aportar, para poder controlar el flagelo y darle lucha frontal.

¿Cuál es el número mágico de muertos que activa una respuesta seria, inteligente y contundente del Estado santafecino, de las autoridades nacionales, y de la seguridad pública? ¿O entiendo yo que nada de eso es aplicable hasta que un nuevo gobierno fumigue con glifosato contra la corrupción los sembradíos de los tres poderes del estado de esa provincia? Un fármaco que erradique los malos yuyos, pero que preserve los buenos cultivos.

Pareciera que ya no es cuestión de números y estadísticas, de cuántas balacera y cuántos homicidios, de cuántos en ocasión de robo y cuántos por ajustes de cuenta o en manos del sicariato laboral de los adolescentes soldaditos. Es una cuestión de decisión para combatir al narco, de si sí o si no.

Llegó un punto en que la pelea hipócrita y vil entre Nación y el gobierno santafecino, la falta de conocimiento del fenómeno, la falta de inteligencia, la mala elección de funcionarios, y básicamente la corrupción enquistada, le mostró a la población que nadie se iba a ocupar del problema ni básicamente de ellos. Explotó de la peor manera.

Sin política de "Estado" que trascienda estos gobiernos, sin un plan rector integral de seguridad y convivencia ciudadana con objetivos claros y firmado y secundado por todas las facciones políticas de la provincia, no hay acción "descolgada de la realidad" como la que acaba de llevar adelante el gobierno nacional, que tenga resultado positivo y duradero.

Falta coraje, decisión, inteligencia, profesionalismo, conocimiento y honradez intelectual para encarar este problema. Sobran ya corrupción, hipocresía política, balaceras, homicidios, sicariato, y extorsión. Rosario, como te comienzas a parecer a la Medellín de fines de los años 80, donde todo comenzó. Solo falta que caigan bajo las balas, jueces, fiscales, ministros, funcionarios de gobierno, periodistas, además de pobres ciudadanos indefensos.

Hoy mi ciudad Medellín -otrora la mas peligrosa del mundo, que supo tener casi 400 homicidios cada 100 mil personas- tiene a este 2023 solamente 11 homicidios cada 100 mil personas, contando con 3,2 millones de habitantes incluyendo su área metropolitana. Nuestra Rosario que se desangra, hoy tiene 24 homicidios cada 100 mil personas con solo 1,5 millones de habitantes.

Algo hicimos bien con el transcurso de los años en Medellín aplicando políticas de estado en la lucha contra el narco, y algo hicieron mal los responsables políticos de la provincia. La solución es política, solo política. Desde esa mala política de hoy que supieron conseguir con su voto, tendrán que renacer para despejar el camino hacia adelante; y para comenzar a controlar este desborde que ahora los asusta, estos políticos en funciones tendrán que entender que como primera medida deberá volver a recuperar el terreno que perdieron utilizando la fuerza pública, refundada y profesionalizada, para enfocarse en el cuadro social y trasfondo y negocio de estos clanes familiares de la droga, para bajar o disminuir la violencia y la comercialización de drogas.

Mas políticas de seguridad, y menos política con la seguridad. Tendrán que aprender eso. 

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