Seguridad
Vamos perdiendo
Por Jorge Luis Vidal
Estamos perdiendo el tiempo y también la batalla en la lucha contra el narcotráfico.

Tiempo atrás, un experimentado profesor curtido de academia internacional y operaciones policiales en la selva y en la urbe, me dijo: "La lucha contra el narcotráfico está compuesta de análisis de inteligencia, investigaciones, profesionalismo multidisciplinario, apoyo judicial y primordial y principalmente de fuerte y valiente decisión política, creíble, no solamente ante la propia sociedad que reclama, lo que resulta lógico, sino de los organismos y agencias internacionales que se abocan a esta problemática y que en definitiva pueden darnos soporte".

Luego de eso el profesor agregó: "La seguridad es netamente una construcción social, un producto que consumimos todos y que formamos entre todos. Si es buena o mala depende de los gobernantes que tenemos, de los dirigentes y políticos a cargo de la seguridad pública, de la cantidad de los policías muy o poco profesionalizados, de la mala o buena justicia y su accionar, del trabajo, de la salud, de la educación y cultura de la propia población, etcétera".

Luego de haber recorrido varios países, europeos y latinoamericanos, estudiando y observando a lo largo de décadas temas de seguridad pública en general y de lucha contra el narcotráfico en particular, es penoso ver cómo, además de México, es Argentina ese país que desciende año a año por la escalera interminable de la mediocridad en seguridad. La provincia de Buenos Aires y Santa Fe, al podio.

Lógico es pensar que nuestras policías, en general, deben estar por delante de las bandas de delincuentes organizados para poder adelantar a sus acciones criminales y delitos prevenibles, pero muy cierto y lógico también es que esas mismas policías no se pueden quedar por detrás de los reclamos de la sociedad toda que deben defender. El acercamiento es primordial entre fuerza pública y sociedad civil. Y eso, hoy, no funciona.

Hablar de la seguridad pública y las fuerzas policiales de Argentina es difícil, máxime si uno tiene que explicarlas delante de ministros, secretarios de seguridad, jefes de policía de América Latina y el Caribe como me tocó hacer hace solo una semana atrás. Tantos exponentes -que en su inmensa mayoría tienen policías de orden nacional, es decir una sola policía para todo su país- se reunieron en el marco de las Jornadas de Seguridad de América Latina y el Caribe llevadas a cabo en Bogotá entre el 28 de febrero y el 3 de marzo a las que fui invitado por el Banco Interamericano de Desarrollo, y la Policial Nacional de Colombia, en calidad de académico y analista en Inteligencia Delictual.

24 policías distintas en mi país, una por cada provincia incluida entre ellas la ciudad autónoma, con 24 ministros de Seguridad, con 24 Ministerios de Justicia, con distintos procedimientos judiciales, a lo que debemos sumar otro Ministerio de Seguridad nacional con otras 4 fuerzas policiales federales, además de un sinnúmero de policías locales. Una estructura que no resulta fácil de coordinar, si es que alguna vez se intentó hacer.

"Dejar hacer" parecería ser la displicencia de las autoridades nacionales y de algunas provinciales. "Laisser faire" se dice en francés paquete.

¿Estamos tan mal, estamos tan bien? ¿Dónde ganamos o dónde perdemos?

Como país, en general, y por lo que indican los porcentajes de homicidios cada 100 mil personas, somos unos de los mejores de América, y también dentro de los mejores del mundo. Hoy tenemos solo 5,5 homicidios cada 100 mil personas en el territorio nacional. Comparada con otras democracias de esta parte del continente que asumen entre 24 y 50 y mas homicidios cada 100 mil, podemos considerarnos dichosos. ¿Podemos? No.

Es tal la diversidad de las distintas regiones de nuestro país que hay zonas donde lamentablemente debemos contar uno o más muertos de fuerzas policiales en cumplimiento del deber por semana, mientras que, en otras, si uno preguntara cual fue el último policía caído en funciones, quizás no lo recuerden en el tiempo. Las balas se enmohecen en las pistolas.

Treinta años de desidia, al menos, donde ingresó fuertemente el narcotráfico al país con todas las consecuencias delictuales que eso conlleva. Sacando la excepción entre 2016 y 2019 a nivel nacional y profesional, en las provincias las fuerzas navegaron entre desconocimiento, ojos cerrados y puertas abiertas para los mercaderes de la muerte, los que, a partir de sus redes, conexiones y dinero, pasaron también a ser una línea que se acercó a la justicia y la política en general, y que contaminó fuertemente a la policía.

En México, más precisamente en Morelos -cuya capital es Cuernavaca- me decían, "Estado ausente, narco y delito Presente". Ese Morelos hoy se puede reflejar en la Provincia de Buenos Aires en general, y más específicamente en casi todo el GBA como Moreno, Merlo, Morón, La Matanza, Quilmes, Florencio Varela, Lomas de Zamora, San Martin, Jose C. Paz, San Miguel, etcétera, donde la fuerza pública, la policía o la mal llamada Fuerza Buenos Aires del improvisado ministro Sergio Berni con su divismo televisivo, termina siendo un perro sin dientes, que no muerde, y si muerde no hace daño, y que perdió el manejo del terreno por inacción en algunos casos y por corrupción en otros.

En Morelos, las policías locales fueron la primera línea de defensa que tenía el narcotráfico en sus zonas geográficas de responsabilidad, ya que al igual que aquí cada uno de los alcaldes quería tener su 'ejército' para combatir ese flagelo, con el cual muchos de aquellos terminaron asociándose.

Ningún ministro de Seguridad en Buenos Aires tuvo la valentía para hacer las reformas necesarias y transformar y refundar a fondo la policía provincial en pos de una mejor seguridad pública. En algún caso agravaron la situaci

¿Casualidad?

En Morelos, México, las policías locales fueron la primera línea de defensa que tenía el narcotráfico en sus zonas geográficas de responsabilidad, ya que al igual que aquí cada uno de los alcaldes quería tener su "ejército" para combatir ese flagelo, con el cual muchos de aquellos terminaron asociándose.

¿Consecuencia?

Narcotráfico, narcomenudeo, homicidios, circulación de dinero en negro, y alcaldes y funcionarios muertos y/o detenidos.

En la provincia de Buenos Aires, ningún funcionario de Seguridad entregó una mejor Seguridad pública o policía que la que recibió de su antecesor. Vamos en caída, bajando escalones raudamente. La lucha contra el narco no fue efectiva en ningún caso, al punto que al no secuestrarse en procedimientos policiales una cantidad de cocaína consistente con el alto nivel de consumo de la sociedad, se tuvo que inventar un índice de éxito inexistente en los manuales de lucha contra el narcotráfico, que fue "la cantidad de búnkers derribados". Este Ministerio actual no es la excepción en el mal manejo de todas las variantes. El último caso de la cocaína adulterada lo demuestra.

Mucho tiempo perdido, mucho tiempo que nos están haciendo perder. Se necesita refundar y no emparchar. Se necesitan policías formados y capacitados profesionalmente hasta con horizonte universitario, pero básicamente con vocación y honestidad. América toda esta transformando a sus policías; y nosotros en veremos, queriéndonos hacer creer que capacitaran 40 mil policías en dos años para incorporar a la policía de Buenos Aires. Como ya lo dije anteriormente en muchos medios, es imposible. Algo así como una estafa laboral a los que creen que les van a brindar una profesionalización de calidad y que saldrán como reales policías capacitados.

Basta ya de improvisados políticos que toman un cargo sin saber, y que se mueven siendo funcionarios públicos a sueldo, funcionales a sus intereses personales. No saldremos de este embrollo hasta que no se entienda que No hay que aplicar política a la Seguridad, sino que hay que aplicar políticas de Seguridad para atacar los problemas que aquejan a nuestra gente.

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