Seguridad
Como un collar de sandías
Por Jorge Luis Vidal
Lo que llevamos en el cuello pesa. Lo que nos preocupa sobremanera nos genera pesares y la inseguridad se posiciona hace años entre lo que más nos pesa a los argentinos junto con la corrupción, la inflación y la salud.

Cuando Argentina aparece en los rankings de países más o menos peligrosos y violentos del mundo, la encontramos en una muy buena ubicación en tabla. Con 4,8 homicidios cada 100 mil personas, la vemos apenas por encima de Chile con 3,8 homicidios y a su vez muy alejada del caos de Jamaica o Venezuela que superan largamente los 45 y 58 homicidios respectivamente. Honduras y México, complicados también, superan los 30 homicidios cada 100 mil. En el medio y para terciar tenemos otros países donde se convive con violencia más aceptadamente, y donde nosotros no dudamos en ir de vacaciones y visitar sus playas y conocer sus bellos paisajes, como Brasil y Colombia que están según últimos informes muy sobre los 20 homicidios cada 100 mil personas.

¿Qué diferencias podemos hacer notar entre unos y otros que nos llevan a la disconformidad cuando la tabla nos indica que estamos para seguir jugando torneos?

Venezuela, por ejemplo, ya se pueden considerar un Estado fallido en el que el orden quedó subvertido y la autoridad constituida depende de diversos factores y tiene diversos actores, inclusive desde la ilegalidad manifiesta de grupos narco-terroristas o parapoliciales que imponen su autoridad en diversas zonas geográficas.

Honduras y México tienen un lindo caldo de problemas. Desde hace muchísimos años. Entre las maras y los carteles de la droga, el delito común, la violencia machista y, muy principalmente la corrupción y el narcotráfico, hicieron de estos países una máquina de comerse instituciones republicanas. México: casi 38 mil homicidios en este año. Sí, no me equivoqué, con casi 38 mil muertes violentas está creando ahora un nuevo estamento de lucha contra el narco, la "Guardia Nacional", ya que, a las demás policías y fuerzas armadas de ese país, el narco las corrompió y venció. Mucha sandía con forma de funcionario colgada del cuello de los ciudadanos mexicanos.

Como dijimos, los promedios de homicidios y violencia son eso, promedios que no se aplican a todo el territorio de un mismo país, donde seguramente hay lugares más o menos peligrosos que en parte no reflejan el número asignado a cada territorio en manera internacional.

¿Y qué nos pesa por estas zonas?

Con un 4,8 homicidio cada 100 mil, de los cuales como en otros de los demás países mencionados -algunos de ellos corresponden a muertos entre bandas de delincuentes y no todos a honestos ciudadanos- no podríamos quejarnos. Al parecer tocamos el cielo con las manos. Pero ¿tocamos el cielo o las balas nos mandan al cielo?

Cuando vemos de cerca ese tan bonito 4,8 homicidios cada 100 mil habitantes de nuestro país se comienza a decolorar. Rápidamente se transforma en más de un 23 cada 100 mil en la ciudad de Rosario, Santa Fe, o se visualiza en un 13/14 homicidios cada 100 mil en el Conurbano bonaerense que duplica el resplandeciente 7 cada 100 mil de la provincia de Buenos Aire. Y nos preocupa seriamente. O, mejor dicho, debería preocupar a aquellos que tuvieron esa responsabilidad de seguridad publica nos fallaron y hoy vemos lugares que ya son difíciles de volver a la normalidad.

La sandía que nos pesa en el cuello -y que lamentablemente hay gente de la ciudadanía que se acostumbró a llevar con cierta normalidad desesperanzada- tiene nombre. Hay diversas variedades, todas de un sabor hiel amargo, y todas ya crecen silvestres como un yuyo en zonas geográficas en la que el Estado perdió peso y presencia. Hay variedades como la Hipócrita, la Mediocre o la Ignorante, que crecen en cualquier lugar del país a la sombra de la ineptitud de funcionarios que tienen a cargo la Seguridad Pública. Pero las vedettes son las denominadas Narcos y Corruptos, que encuentran tierra fértil en las provincias de Santa Fe y de Buenos Aires.

Hay que leer y releer las noticias diarias del último decenio. La ONU y organismos especializados indican que es Argentina el país donde más creció el consumo de cocaína en la última década. Y nosotros no vemos a un Berni, un Aníbal Fernández o un Jorge Lagna, dándonos la buena noticia que su lucha contra el narco dio resultado, decomisando y destruyendo toneladas de ese vil veneno en la medida necesaria para hacer retroceder el flagelo. Tampoco los vimos al Sheriff Granados, a Ritondo, a Saín y a Sabina Frederic en esa feliz tarea. Todos fallidos, en mayor o menor grado improvisados y funcionarios públicos "funcionales a sus intereses", no comprometidos con el servicio público. Mucha política con la Seguridad, y pocas o nulas políticas de Seguridad.

Lagna, ministro de Seguridad de Santa Fe, manifestando que incorpora al servicio público policial cientos y cientos de oficiales recién recibidos para patrullar mayormente la ciudad de Santa Fe y la de Rosario. Oficiales de una paupérrima y escasa formación, que no cobraban hacia un año, cuyos profesores tampoco cobraban sus sueldos, sin la debida práctica de tiro estatal, según un excelente informe realizado por el periodista Santiago Baraldi. Esos no parecen ser los mejores medios humanos formados para combatir el principal problema que tienen hoy los santafecinos.

Aníbal Fernández desde la Nación, repartiendo Fuerzas Federales, como si tuviéramos muchas, entre gobernadores afines. Esas Fuerzas no fueron creadas ni entrenadas para combatir en un entorno urbano, y no sirven para la lucha contra el delito. Está visto -como sucedió en ciudad de Santa Fe, Gran Buenos Aires y el interior de la provincia- que el delito y las acciones violentas en las ciudades y los asentamientos y villas no disminuyó de manera considerable con el uso de estas. Despilfarro y mala utilización de medios humanos y logísticos, muy necesarios en otras zonas geográficas como nuestra permeable frontera para hacer de malla de contención al narco y su veneno.

La sandía de oro es para el coronel médico abogado Sergio Berni quien jamás comprendió que la policía no entiende a los militares, que la policía es una institución civil armada. Hoy tiene una policía en la provincia de Buenos Aires formada por dinosaurios y millennials que, muy especialmente en los cuadros que se denominaban antaño suboficiales y tropa, está formada por hombres y mujeres que se visten de policía como si fueran a un trabajo municipal, gente con necesidades, pero sin vocación de servicio.

Su plan de Seguridad nunca lo mostró al público o a la prensa especializada. Solo él cree que, comprando miles de móviles patrullas nuevos, haciendo publicidad de su moto y de su persona como si fuese policía, y haciendo un relato abiertamente imposible de cumplir, al decir que para fines de 2023 tendrá 40 mil nuevos policías perfectamente capacitados y profesionalizados, puede revertir su mala gestión a la luz de los hechos.

Ninguno de ellos comprende que la cantidad de efectivos policiales mal formados, mal pagados y con capacitación deficiente es inversamente proporcional a la calidad del servicio que se debe prestar. No transforman ninguna fuerza de Seguridad así, solo están usando toneladas de make up y publicidad. Y la mala calidad de la Seguridad pesa. Como collar de sandías. 

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