Las urnas autonómicas ya son un calvario para el PSOE. En Galicia, los socialistas han vuelto a dejar en el camino miles de votos. Han pasado de las 253.750 papeletas en 2020 (19%) a 207.691 en 2024 (14%), casi 50 mil apoyos menos.
El retroceso está lejos de ser puntual y propio de la dinámica de la política gallega. La debacle territorial viene de arrastre. Nunca antes el PSOE tuvo tan poco peso político regional como en este momento. El 23J y el inesperado triunfo nacional de Pedro Sánchez escondió durante meses esta asfixiante -e inédita- debilidad.
Las primeras urnas del 2024 han expuesto que la perdida de apoyos en los municipios y en las comunidades autonómicas se sigue agudizando. El proyecto político "plurinacional" de Pedro Sánchez, con pactos con fuerzas independentistas y regionalistas, y tiene un anclaje potente (el sanchismo o la ultraderecha) pero limitado. En julio ha alcanzado para frenar al ingreso de Santiago Abascal al Palacio de la Moncloa.
Una foto de esta realidad. El 23J, el PSOE obtuvo 479.355 en Galicia. Este domingo, la cifra fue menos de la mitad: 205.000.
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A nivel regional, a juicio de los últimos resultados, ese proyecto está desinflando al partido a niveles que ni el más pesimista de los socialista imaginó allá por 2018 cuando Sánchez destronó a Mariano Rajoy y el PSOE recuperó las riendas del Palacio de la Moncloa.
No sólo hay un transferencia del voto siempre volátil que va del PSOE al PP. También hay un traspaso, y aquí lo novedoso, a fuerzas locales de izquierda. Al BNG este domingo. Pero a Más Madrid y Bildu en el País Vasco en anteriores comicios, por citar dos ejemplos.
A nivel territorial, el PSOE pierde el centro a manos del PP y muchísimos apoyos de izquierda a manos de estas fuerzas locales. Encima, en Galicia, sus socios se estrellaron. Sumar se quedó debajo del 2% y Podemos firmó su desaparición regional con el 0,25% de las papeletas.
En otras palabras, la coalición de Gobierno (PSOE-Sumar), formada meses atrás, en diciembre, ha conseguido tan solo el 15,94% de los votos.
En mayo, para dimensionar la magnitud de esta histórica debilidad territorial, el PSOE perdió casi todo lo que podía perder. Se quedó sin 15 capitales de provincia de 22 que gobernaba (Sevilla, Valladolid, Palma, Logroño, Huelva, Murcia). Y entregó ejecutivos autonómicos como Extremadura, Aragón, la Generalitat Valenciana, Balears, La Rioja o Cantabria.
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Más: en Andalucía, en 2022, el PSOE destruyó más de 200 mil votos. Pasó de ser la primera fuerza en 2018 con más de un millón de papeletas a quedar segunda con poco más de 800 mil. Lo mismo en Castilla y León: los socialistas se impusieron en 2019 con 479.917 votos y tres años más tarde bajaron a 362.304, perdiendo la gobernabilidad.
Son contados con los dedos de las manos, al cabo, los municipios y comunidades en donde el PSOE ha aumentado su caudal electoral en estos últimos cuatro años. Y según todas las encuestas, este retroceso se profundizará en el País Vasco, la próxima cita electoral a nivel regional.
Este lunes, miembros de la Ejecutiva del PSOE han abogado por una "profunda reflexión" tras haber sufrido el "peor resultado histórico" en Galicia. Los barones de Extremadura han instado a "hacer una urgente autocrítica" ante los "muy malos resultados".
"Tenemos resultados diferentes en las comunidades autónomas, pero no somos residuales en ninguna", ha intentado aclarar este lunes Esther Peña, la portavoz federal del PSOE, al valorar el resultado electoral.
"Sánchez le ha copiado a Podemos la lógica del hiperliderazgo y ha construido poder despreciando la histórica territorialidad del partido. Este es un talón de Aquiles para el PSOE", resume una fuente que recorre todos los días los pasillos del Congreso.
Las preguntas se amontonan: ¿Aguanta la espalda de Sánchez para gobernar con una aritmética parlamentaria casi imposible y una debilidad regional tan extendida? ¿Hay proyecto político a largo plazo para el PSOE después de esta apuesta por la España plurinacional? ¿No pagará un coste muy caro a futuro por haber rifado todo su poder territorial?
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