El plano corto ilustra pura bonanza para el turismo. Un total de 159,2 millones de pasajeros pasaron por los aeropuertos de la red de Aena entre enero y julio de 2023, lo que representa un aumento del 20,6% con respecto a las cifras de 2022 y del 1,2% con respecto a 2019.
Solo en julio, los aeropuertos alcanzaron un récord histórico de visitante: 29.762.051 (casi 20 millones de vuelos internacionales), un 10% más que en el mismo mes de 2022, un 1,2% más que en 2019, antes de la pandemia, el anterior año en el que se registró récord.
Según la Organización Mundial del Turismo, España es el segundo paÃs del mundo que más turistas internacionales recibe, solo superado por Francia. LPO reveló meses atrás que España recibió la escalofriante cifra de 700 millones de turistas en los últimos diez años
En la foto panorámica, sin embargo, aparecen nubarrones para este pujante -y clave- sector de la economÃa. La aceleración de la crisis climática, con sequÃas cada vez más largas e intensas, escasez hÃdrica y olas de calor con termómetros por encima de los 40 grados en gran parte de la penÃnsula, va a reducir, con seguridad, estas cifras en un futuro no muy lejano.
No vano, la Organización Mundial del Turismo considera al turismo como "altamente vulnerable al cambio climático".
La pregunta es: ¿Puede España sostener estas altas cifras de turismo internacional en un escenario no muy lejano de reducción de recursos y de agravamiento de la crisis climática?
Un ejemplo: Cataluña y AndalucÃa, dos de las regiones que más turistas reciben, están al borde del colapso hÃdrico, con restricciones para el consumo doméstico.
Emilio Santiago Muiño y Andreu Escrivà , dos prestigiosos ambientólogos, sostienen que el turismo en España, tal como está planteado, "es un fenómeno insostenible en la dimensión ecológica y social".
Un primer paso a dar es "meter en cintura los elementos más exagerados del tsunami turÃstico", dice Santiago, Doctor en AntropologÃa Social por la Universidad Autónoma de Madrid y máster en AntropologÃa de Orientación Pública.
Señala "medidas de intervención rápida" ligadas a la regulación de los mercados turÃsticos, como la implementación de una "ecotasa", limitar la oferta de plazas turÃsticas o intervenir los pisos destinados al turismo.
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"Hay una primera lÃnea de intervención para reducir la oferta turÃstica que es muy necesaria. Luego hay medidas de medio y largo plazo como diversificar el modelo productivo para no depender tanto del turismo. Y también cuestiones inseparables de modulaciones más amplias respecto al sistema internacional de transporte: si Europa tuviera una red de trenes camas que permitiesen desplazamientos nocturnos con facilidad a precio asequible, una parte de los sobreconsumos ecológicamente insostenible que el turismo produce se podrÃan minimizar", reflexiona.
Escrivà -Licenciado en Ciencias Ambientales en la Universidad de Valencia, máster en Biodiversidad, Conservación y Evolución y también doctor en Biodiversidad- resalta que hay margen para polÃticas públicas que apunten a una "capacidad de carga determinada".
"Es hacer trampa al solitario y acabar matando a la gallina de lo huevos de oro pensar que podemos asumir todos los turistas que vengan. Tenemos que ordenar las experiencias turÃsticas desde las raÃces", afirma. Es partidario de una ecotasa ("Nadie va a dejar de ir a una ciudad porque se le cobre un euro por noche y eso puede ayudar para la depuración de agua, la recolección de basura, la jardinerÃa"), pero escéptico de su implementación por el "poderoso" lobby que tiene este sector.
"Muchas medidas que se podrÃan tomar tienen aceptación social, la gente entiende que es de sentido común, pero tenemos un lobby que es muy poderoso y que aprieta porque el relato y la narrativa de las bondades del turismo siguen muy arraigadas. El lobby turÃstico juega con esta baza para meter miedo al poder polÃtico", subraya.
Los dos expertos, no obstante, ponen al factor "identitario y aspiracional" como el más difÃcil de abordar a la hora de interpelar al turismo.
"El elemento fundamental es el papel que el turismo juega en la estructura motivacional de nuestras sociedades. El turismo es como el gran premio. La gente aguanta seis meses en trabajos horribles, soportando entornos laborales tóxicos, pero tiene ese momento, el turismo, como válvula de escape en el cual accede a la compensación de todo un año", analiza Santiago.
"Por eso -encadena- es muy difÃcil que una concienciación de signo restrictiva tenga éxito, tanto a nivel cultural como polÃtico. Lo que creo que hay que hacer es disputar ese deseo en otras coordenadas. Resignificar el deseo, redescubriendo la proximidad, por ejemplo, en lugar de hacer una especie de ejercicio pedagógico y moral para hacer tomar conciencia de que este deseo es insostenible.
A su juicio, "en el camino de la represión el ecologismo va a fracasar": "El ecologismo va a triunfar si resignifica otras maneras de viajar no como una pérdida, sino como un viajar mejor. Dejar atrás la masificación, la mercantilización, las experiencias prefabricadas. En este caso, las prácticas son más importantes que la pedagogÃa".
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Para Escrivà , el turismo aún "goza de un status" del que ya no gozan algunas empresas petroleras u otros sectores contaminantes. ¿La explicación? "Todos, o casi todos, somos turistas en algún momento del año". "Siempre ir contra los turistas es ir contra uno mismo. Y obliga a un cuestionamiento de tus hábitos, de tus deseos".
Lo más difÃcil para un ambientólogo es "tocar aquello que es aspiracional". "Puedes conseguir con cierto éxito que la gente deje el coche para ir al trabajo si le pones transporte público de calidad, debido a que ahà impera una lógica puramente instrumental. Pero si tú le dices a la gente lo que tiene que comer (los cambios en la dieta), cómo tiene que vestir (cambios en la industria textil) y dónde tiene que viajar, te estás metiendo la lógica del goce", sentencia.
Por esta razón, es "muy complicado para los ambientólogos y ecologistas impugnar y criticar a quien se pasa todo un año esperando para viajar que esa práctica es insostenible, que se tiene que quedar en casa o viajar a un pueblo a 100 kilómetros".
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