En su último libro, "Una vacuna contra la decadencia", el ministro de Finanzas de Córdoba, Osvaldo Giordano, y los coautores Carlos Seggiaro Jorge Colina, intentan desmitificar uno de las más poderosas narrativas en tiempos electorales y de crisis: que la corrupción es la madre de los males económicos.
Recuerda, va de suyo, la antológica frase de Luis Barrionuevo, quien en 1990 dijo que un parate en el choreo de la polÃtica sacarÃa a Argentina del pozo en el que estaba. Pasaron 32 años y la esencia de aquella propuesta regresa en cada campaña.
"En gran parte del discurso polÃtico y en las opiniones de analistas, comunicadores sociales y de la población en general subyace, de manera explÃcita o implÃcita, la idea de que alcanzarÃa con contar con funcionarios honestos para que la situación socioeconómica mejorara sustancialmente", reconocen los autores del libro, cuando abordan el tema de la corrupción, en el capÃtulo siete.
Aunque "el planteo resulta atractivo", los economistas sostienen que es "muy fácil deducir que la solución pasa por despedir a los funcionarios corruptos y nombrar a personas honestas".
"El análisis está tan simplificado que cae en el simplismo. Por un lado, por los órdenes de magnitud: si bien nadie sabe ni de manera aproximada cuántos recursos administra la corrupción, parece difÃcil que sean de una magnitud equivalente a los que se necesitarÃan, por ejemplo, para eliminar la pobreza", desafÃan Giordano y compañÃa.
Con su tesis, insisten que el camino para salir de la decadencia no está directamente relacionado a la eliminación de la corrupción, sino a la eficacia del Estado. "La principal limitante dentro del sector público es carecer de las capacidades para asignar (los recursos) con pertinencia y administrarlos eficientemente", es la tesis.
Agregan los autores: "Muchas veces la principal carencia no es la escasez de recursos, sino la falta de capacidad para administrarlos bien. Esto lleva a la principal conclusión que invalida el planteo de Barrionuevo. No sólo se necesitan funcionarios honestos, sino idóneos".
Los investigadores sostienen que no hay mediciones de cuántos recursos se fugan a través del robo por parte de funcionarios", como "tampoco existen cuantificaciones precisas del daño que genera la inoperancia de los funcionarios".
Sin embargo, "la sensación, basada en la experiencia, es que la razón principal para combatir la corrupción no es tanto financiera (cuánto dinero se roba) sino por sus derivaciones éticas y de pérdida de confianza".
En una afirmación alejada de la corrección polÃtica, el ministro de Finanzas de Córdoba y los otros dos investigadores remarcan que, desde el punto de vista financiero, "la ineptitud y la desidia provocan dentro del sector público más daño que la corrupción".
El libro tiene como motivación proponer una serie de reformas del Estado (no achicarlo). En ese punto, hay un listado de acciones posibles para favorecer la honestidad de los funcionarios. "Lo hacemos más por razones éticas y de generación de confianza sobre el Estado que por el ahorro de recursos que esto pueda generar", aclaran.
"Los funcionarios son seres humanos, por lo que la tentación por apropiarse de una parte de los recursos públicos que están bajo su dominio siempre está presente", dicen los autores.
Si se quiere eliminar la corrupción en el Estado, "la prioridad es abordar una polÃtica transversal tendiente a la simplificación en todas las áreas", lo que implica "eliminar requisitos y pasos innecesarios, digitalizar y aprovechar las herramientas de automatización que ofrecen la robótica y la inteligencia artificial", un esquema que permitirÃa que "desde distintos ámbitos de la sociedad se multipliquen los controles: desde el ciudadano común hasta analistas independientes, medios de comunicación o miembros de la oposición".
Para avanzar en ese sentido, proponen un "shock de sinceramiento" del financiamiento de la polÃtica y recomiendan invertir fondos públicos en partidos y los think tank satélites. "Resulta sumamente contradictorio asignar una enorme masa de recursos al Estado, pero negarse a invertir en preparar a quienes se harán cargo de administrarlos".
"La polÃtica opera, mueve los engranajes de la democracia y se hace cargo de la administración del Estado. Para eso insume una importante cantidad de recursos que se generan y gestionan de manera oscura. Reconocer que los partidos polÃticos y los centros de estudio sobre polÃticas públicas son esenciales para la democracia y para la administración del Estado es el paso que deberÃa llevar a reconocer que es mucho mejor explicitar su financiamiento", sostienen los autores.
Para no spoilear, vale mencionar que los últimos párrafos de "Una vacuna contra la decadencia" también postula una mejora sustancial en la remuneración de los funcionarios. "En ninguna organización se cuestiona que haya diferencias de remuneraciones en función de diferencias de responsabilidades. En el sector público, por el contrario, hay preferencias y presiones para el achatamiento y la homogeneidad. En estos planteos subyace una visión oportunista que conspira contra la eficiencia y transparencia del Estado".
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Lo que es inexplicable es cómo la gente corre a votarlos para darse otro tiro en el pié.