El lanzamiento del latino Roland Gutierrez como candidato al Senado de Estados Unidos que busca desafiar al experimentado Ted Cruz en Texas sacudió la pereza del Partido Demócrata en un estado donde el Partido Republicano es dueño absoluto del poder desde hace casi tres décadas. Sin embargo, el intento del senador estatal oriundo de San Antonio parece de antemano condenado al fracaso.
Gutiérrez se lanzó con un video en contra de Cruz pero lo cierto es que tendrá como rival inicial al representante demócrata Colin Allred de Dallas, que lleva ya dos meses de una campaña tan prematura como cuesta arriba. Aunque los dos cuentan con una trayectoria prolongada en la política y como miembros de la Legislatura, se trata de candidatos poco conocidos en el estado más grande y más rojo del país.
La dificultad excede a los candidatos demócratas anotados para la carrera de 2024. Según los sondeos que la Hobby School of Public Affairs de la Universidad de Houston realizó en los últimos meses cualquier candidato demócrata tendrá que ir a una competencia en la que el punto de partida ubica a los republicanos casi 10 puntos arriba.
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El antecedente más reciente de Beto O'Rourke confirma la magnitud del desafío. El ex congresista de El Paso le dio una dura batalla a Cruz en 2018 y perdió por muy poco pero fue aplastado por el gobernador Greg Abbott en las midterms del año pasado donde pretendió cortar una racha que da ganadores a los republicanos desde 1994.
Al poderío republicano de un gobernador que va por su tercer mandato consecutivo y asienta su popularidad sin igual en las comunidades rurales de Texas, se le suma el problema del financiamiento de campaña en un estado de semejante dimensiones.
Según informó The Texas Tribune, Gutiérrez deberá superar a Allred en un terreno en el que se mueve con facilidad, el de la recaudación de campaña. El representante de Dallas tiene patrocinios nacionales y ha recaudado hasta el momento más de $6 millones. También transfirió $2.4 millones de su cuenta de campaña de la Cámara.
Se trata de cifras importantes para el primer tramo de la recolección de fondos, pero están muy lejos de lo que es necesario recaudar para dar pelea en un estado de 30 millones de habitantes que tiene la frontera más extensa con México.
La pelea por la gobernación entre Abbott y O'Rourke batió récords de recaudación y actualizó las cifras de lo que hace falta para hacer una campaña con llegada a las grandes ciudades y los pueblos rurales. De acuerdo a los datos oficiales que dieron a conocer, el republicano logró recaudar nada menos que $103 millones y superó por mucho a O'Rourke, que de todas maneras recolectó un monto impactante para un demócrata: $76,5 millones.
Para el reconocido politólogo Mark P. Jones, el análisis de la disputa electoral en Texas no puede hacerse divorciado de un escenario nacional en el que el Partido Demócrata se jugará su sobrevida en el poder. Jones vive en Houston y es director de la facultad del programa de Maestría en Asuntos Globales de Rice University y miembro del Instituo Baker. Según explica, el financiamiento de campaña pone a los demócratas ante la disyuntiva de hierro: pelear en Texas o defender los estados claves que le dieron la victoria a Joe Biden en el Senado. Allí, explica Jones, es mucho más barato, accesible hacer campaña.
Más aún, tal vez sería lo más lógico en función de una economía de recursos antes que lanzarse a una contienda que puede salir mal. Jones se refiere a dos estados del sur que fueron cruciales en 2022 para garantizar el triunfo demócrata, Nevada y Arizona. Pero también a otros que pueden volver a ser decisivos como Montana, Wisconsin, Virginia y Michigan.
De acuerdo a los datos disponibles, hacer campaña en estados como Montana resultaría bastante más productivo para los demócratas y $5 millones alcanzarían, por ejemplo, para saturar Montana de publicidad. Jones explica que Texas es un estado que tiene 20 mercados de medios, entre ellos dos, Houston y Dallas, que están entre los más caros del país. Para dar la disputa en serio con los republicanos, los demócratas necesitan como mínimo invertir $30 millones en la campaña al Senado. ¿Lo harán pese a la certeza de que el escenario es de lo más adverso? ¿O concentrarán sus recursos en los estados que más proclives se muestran a respaldar a los demócratas? Como lo muestra Jones, se trata de una disyuntiva crucial.
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