Defensa del activismo climático. Críticas al "paradigma tecnocrático". Guiño al decrecimiento. Cuestionamiento a los negacionismos. Advertencia sobre la urgencia de las transformaciones. Pedido de un nuevo multilateralismo. E interpretación de la emergencia como un conflicto de clases.  

La exhortación que el Papa Francisco hizo en las últimas horas sobre una crisis climática que se acelera ante el desconcierto de la ciencia y que, en propias palabras, está llevando al planeta a "un punto crítico real", es un documento político de calado y relieve en el que, sin rodeos, se defiende el conocimiento científico y las soluciones más disruptivas para hacer frente a la destrucción de la "casa común".

Las 24 páginas del escrito del Papa revelan la inquietud y preocupación del Vaticano por un caos climático que dejó de ser abstracto y teórico para transformarse en un desafío global de primer orden para garantizar, nada menos, que la supervivencia de la humanidad.

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El texto es la actualización de un documento publicado hace ocho años, titulado "La Carta encíclica Laudato si", una primera introducción sobre la por entonces preocupación del líder de la Iglesia Católica sobre el deterioro medioambiental. 

"Pero con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre. Más allá de esta posibilidad, es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas. Sentiremos sus efectos en los ámbitos de la salud, las fuentes de trabajo, el acceso a los recursos, la vivienda, las migraciones forzadas, etc.", explica en la introducción de esta nueva exhortación, titulada "Laudate Deum".

El cambio climático, señala el Papa, "es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial" y que a octubre de 2023 "ya no se puede dudar de su origen humano, "antrópico".

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Y agrega: "Con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre. Tanto las sequías como las inundaciones, tanto los lagos que se secan como las poblaciones arrasadas por maremotos o desbordes, tienen en definitiva el mismo origen".

El mundo que nos rodea no es un objeto de aprovechamiento, de uso desenfrenado, de ambición ilimitada. El paradigma tecnocrático se retroalimenta monstruosamente

El texto tiene declaraciones políticas de calado y posicionamientos sobre temas centrales en la discusión climática, como el negacionismo o el activismo de científicos y ecologistas, cuestionado en estos días, por ejemplo, por el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en su discurso de investidura. 

El Papa pide por un nuevo multilateralismo que acabe con los excesos del poder de las elites y defiende el papel de los activistas climáticos, que "son considerados como radicalizados" pero que "en realidad cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana "presión", porque "a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos".

"Me veo obligado a hacer estas precisiones, que pueden parecer obvias, debido a ciertas opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica", explica sobre un negacionismo que sigue teniendo peso político", explica.

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"Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes. Nadie puede ignorar que en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, sequía y otros quejidos de la tierra que son sólo algunas expresiones palpables de una enfermedad silenciosa que nos afecta a todos", desgrana.

La sociedad entera debería ejercer una sana "presión", porque a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos

Los impactos, detalla el Papa, pondrán en jaque la vida de millones de personas. Y pone un ejemplo: "El aumento del nivel del mar y el derretimiento de los glaciares pueden ser fácilmente percibidos por una persona a lo largo de su vida, y probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares a causa de estos hechos".

Europa Press

También describe a la crisis climática como un conflicto de clases en el que los más ricos, los habitantes de los países desarrollados, "contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial "¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas?", se pregunta.

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Francisco no arremete contra las advertencias colapsistas, una corriente ecológica denostada por los defensores del capitalismo verde. También abre la puerta a la necesidad de "decrecer", una teoría que cuestiona el principal pilar del capitalismo: el crecimiento económico.

 "Ciertos diagnósticos apocalípticos suelen parecer poco racionales o insuficientemente fundados. Esto no debería llevarnos a ignorar que la posibilidad de llegar a un punto crítico es real", advierte.

Y reflexiona: "En el fondo consiste en pensar «como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico». Como lógica consecuencia, de aquí se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos".

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A su juicio, "la inteligencia artificial y las últimas novedades tecnológicas parten de la idea de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología". 

Con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre

"Así, el paradigma tecnocrático se retroalimenta monstruosamente", denuncia. "Sin duda no son ilimitados los recursos naturales que requiere la tecnología, como el litio, el silicio y tantos otros, pero el mayor problema es la ideología que subyace a una obsesión: acrecentar el poder humano más allá de lo imaginable, frente al cual la realidad no humana es un mero recurso a su servicio. Todo lo que existe deja de ser un don que se agradece, se valora y se cuida, y se convierte en un esclavo, en víctima de cualquier capricho de la mente humana y sus capacidades", profundiza.

 En su crítica al "paradigma tecnocrático", el Papa aclara que "el mundo que nos rodea no es un objeto de aprovechamiento, de uso desenfrenado, de ambición ilimitada".

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Por último, el pontífice centra sus esperanzas en que la gobernanza mundial logre compromisos reales y ambiciosos en la próxima Conferencia de las Partes (COP28), a celebrarse las próximas semanas.

"Si confiamos en la capacidad del ser humano de trascender sus pequeños intereses y de pensar en grande, no podemos dejar de soñar que esta COP28 dé lugar a una marcada aceleración de la transición energética, con compromisos efectivos y susceptibles de un monitoreo permanente".