"Ganar o morir". Es el título del libro que coordinó Pablo Iglesias en 2014 y una máxima que bien podría aplicarse a toda su trayectoria política, que amenaza con culminar tras su salto como candidato a las elecciones madrileñas. El líder de Podemos, que siempre ha dado carácter plebiscitario a los procesos donde concurre, se enfrentará a Isabel Díaz Ayuso con el objetivo de arrebatarle el Gobierno, todo un hito en una región gobernada por la derecha desde hace 25 años; en caso de no ver cumplida su aspiración, Iglesias daría un paso atrás, tal como hizo en 2019 la ex alcaldesa Manuela Carmena, renunciando a quedarse en la oposición.
En el vídeo-anuncio que lanzó el todavía vicepresidente del Gobierno, describió su candidatura a la Comunidad de Madrid como un gesto de "valentía" y revistió de épica su decisión para salir al rescate de un Podemos Comunidad de Madrid en sus estertores, condenado a su desaparición parlamentaria. Y la desaparición de un partido en la capital significaría también una herida de muerte a nivel nacional.
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Frenar esta posibilidad será el último servicio de Pablo Iglesias, perseguido por una idea fija que se presenta como una constante desde su irrupción en política: tallar su figura para dejar huella en los libros de Historia. Según coinciden personas próximas al dirigente, una de las obsesiones del político es la imagen que quedará para la posteridad, cómo será retratado una vez culmine su etapa en la política, a la que tiene puesta fecha de caducidad. Desde que fundó el partido, el dirigente siempre ha defendido que estará en la vida pública por tiempo limitado y este punto y final ya será habiendo visto cumplida su máxima aspiración de entrar en el Gobierno de España.
Después de poco más de un año ocupando la vicepresidencia segunda de Derechos Sociales, a Iglesias le "aburre" la vida institucional y el trabajo de gestión, más ingrato que la política de la inmediatez a la que estaba acostumbrado, tanto dentro del partido como en la oposición. Los corsés de integrar el organigrama de poder asfixiaba a Iglesias, cuyos grandes titulares en su paso por el Gobierno rara vez se han referido a su labor ministerial, sino que estaban encaminados a presionar a otros ministros del ala socialista para ver cumplidas sus condiciones. Es la política de choques en la que Iglesias se desenvuelve con comodidad, pero que supone una excepción en su papel gubernamental, cuyas competencias lo hacen poco dado a los sobresaltos.
Una vez conseguido el objetivo con el que vio nacer Podemos, Iglesias habría cumplido su máxima. Pero, como apuntan varios ex colaboradores, el final de su liderazgo no podría ser una retirada sin más. Como era de prever llega acompañada de un giro de guion digno de una serie de ficción, y el efecto dominó de operación Murcia le ha servido de trampolín perfecto.
Iglesias se ha presentado como el tabique de la extrema derecha, ha hecho un llamamiento a la unidad de la izquierda -que el resto de fuerzas interpretan ya como un eslogan electoral- y lanza un órdago al Gobierno, imponiendo los cambios en el Consejo de Ministros al tiempo que pretende desalojar a Díaz Ayuso de la Puerta del Sol, que aspira ahora a ocupar. Tres frentes distintos en una jugada maestra que culminará en victoria o en salida.
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Su desembarco ha provocado la polarización del electorado entre PP y Unidas Podemos, dejando fuera de combate a naranjas y Vox. Sin embargo, si Iglesias recupera al votante de izquierdas desmovilizado y obtiene un resultado aceptable que permita sumar con el PSOE de Ángel Gabilondo y Más Madrid, la partida estará ganada.
La operación, como es ya un clásico en el expediente del líder de Podemos, se juega en una carta: todo o nada. Fue así como ha atravesado todos los baches importantes en su carrera: tanto Vistalegre 2, donde se enfrentó a Iñigo Errejón, como la consulta tras la polémica compra de su chalet en mayo de 2019, donde utilizó una votación en el partido para avalar su inversión inmobiliaria y amenazar con abandonar la formación si esto no sucedía.
En todas las convocatorias electorales, Iglesias ha vuelto a deslizar esta posibilidad. La última, en la campaña de la repetición electoral de 2019, cuando amagó con su retirada en caso de empeorar los resultados, advirtiendo que pondría su cargo "a disposición de los inscritos". Finalmente, aunque Podemos empeoró los resultados, su entrada en el Gobierno le salvó de verse en tal disyuntiva. Ahora, su desembarco en los comicios de Madrid le dan una oportunidad de volver a hacer Historia o de teñir de épica el final de su carrera.
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Mmm, es una ciudad grande, viste??
Pero donde seguro votás bien va a ser en el barrio Salamanca, donde tienen mansiones todos tus amigos chavistas/maduristas. Y hay solo tiendas de lujo, como Prada, Hermes, Moncler, Bulgari, Dior, Armani, Dolce & Gabana, Burberry, Tiffany, Harry Winston.
Pero por algo se empieza Pablito, vamo arriba!!!