En el uso de la grieta todo oficialismo corre con ventaja y toda oposición lo hace en ojotas. |
Si Evita fue la radio, Cristina es la televisión. La conoce, la mira, la putea, la niega, la obsesiona. La maneja. En su densidad ideológica se permite articular cada respuesta de un modo exhaustivo y dramático. Cristina tiene drama. A la vez, quizás perdió algunas intuiciones polÃticas clásicas: ¿por qué le negó a Novaresio que podÃan tener un mÃnimo de coincidencias? Imaginemos cuál serÃa ese piso: las polÃticas de derechos humanos, la AUH, el matrimonio igualitario. Lo previsible del mundo progresista que comparten, cómo que no. Esa negación y forzar al periodista "al otro lado" condensa la mayorÃa de los problemas de su construcción polÃtica: la idea de que no puede haber saldos en común. Esa polarización vocacional es un ejemplo de lo que reduce su fuerza a un tercio. Digámoslo rápido: en el uso de la grieta todo oficialismo corre con ventaja y toda oposición corre en ojotas. Las oposiciones exitosas deben ser necesariamente más universalistas, republicanas, abiertas, inclusivas. Los oficialismos, en cambio, eligen sus enemigos, los escenarios, los tiempos de la batalla.
Desde que se supo el resultado electoral, Cristina se definió en el "somos parte de una mayorÃa", es decir, como la parte de un todo, modificando el vocabulario kirchnerista que hasta hace unos meses veÃa en las opciones opositoras que no eran Unidad Ciudadana (UC) un para-oficialismo. Es común que en las escasas entrevistas que brinda Cristina suene racional, corrija lenguajes. Y eso sorprende a propios y ajenos. La respuesta sobre su cambio de tono podrÃa ser llana: Cristina no le habla a Cristina. Le habla a la sociedad. El resto del kirchnerismo le habla a Cristina, explicación de por qué escasean los kirchneristas con votos. Como cuando rememora la sofisticación de un insulto ("puta, yegua, montonera") y algunos militantes corren al taller de serigrafÃa a hacerse la remera.
Y pese a ese tercio, Cristina ocupa el centro de la escena desbordando su propio electorado. Más rating que votos, dirÃamos. La atención que produce, la centralidad, tiene una rara paradoja: esa "centralidad" no es un concepto que la politologÃa cambiemita dispute. La ceden con gusto. Su micro-segmentación se construyó en espejo. La comunicación de Cambiemos no significa estar más en los medios. A veces, incluso, significa no estar, estar menos, estar lo justo y necesario. PolÃtica con mano invisible.
Baldosas flojas
Pero Cambiemos logró algo sobre el peronismo: pisa sus baldosas flojas. Lo mortifica. Toca un trauma central peronista: no estar en tiempo. No tener el signo de los tiempos. AsÃ, una masa de comentaristas opina que el peronismo no llegó al siglo 21. Y eso les hace suponer la necesidad de un peronismo de agenda más corta, menos ideológico y con formas de comunicación modernas. Dicen: sólo asà podrá disputar poder. Se trata de una construcción en espejo: parecerte a tu rival.
Las primeras impresiones del "packaging" de Unidad Ciudadana parecÃan ir por ese lado según analiza incluso la prensa más anti kirchnerista: consultores nuevos (gurúes extranjeros), candidatos que escuchan a la gente, coherencia discursiva. Massa desde 2013 probó ese juego, al punto fanático de "sobre-couchearse": la gente, la gente, la gente. Visto hoy, tras los resultados bonaerenses del peronismo en más o menos todas sus variantes, es hora de pensar que Duran Barba no le dio exactamente "tecnologÃa" al PRO, sino que, en sus términos, le dio una filosofÃa polÃtica. Y el peronismo no se resuelve imitando "modernidad" (o posmodernidad), no se resuelve con comunicación, a secas.
DirÃamos, cristianamente, que el peronismo ha dejado de dar testimonio, y tiene el desafÃo de recuperarse en ese camino: andando entre la gente sin hacer pesar como ley de hierro su inevitabilidad. Tras doce años de gobierno, la saturación de la fantasÃa autopercibida de que sólo el peronismo puede gobernar fue un tiro por la culata.
Cambiemos es una derecha votada. Y eso duele por izquierda. La gente, mucha, más de la "esperada", los vota. ¿Pueden ser mayorÃa en primera vuelta? Su polÃtica económica se los hace difÃcil. ¿Les conviene? Supongamos que pudieran, ¿les conviene? Ganar de a poco deja menos defraudados en el camino de su ajuste gradual y "crecimiento moderado", que siembra de ganadores y perdedores en una Argentina que se subraya entre productivos e improductivos.
Por su genética, el peronismo (y el kirchnerismo) está más impelido a ser "mayorÃa" que Cambiemos. Porque es una controversia identitaria: ¿existe un populismo de tercio?, ¿un populismo de minorÃa? Un gobierno liberal acepta ser primera minorÃa. Pero a su vez el gobierno asume rasgos mayoritarios en otro orden: en el orden. AsÃ, las tomas de colegios, las causas indÃgenas, las luchas de manteros, todo parece expuesto indiscriminadamente como en un caleidoscopio en el que giran los activos sociales, mientras ellos, gobierno, defienden a las mayorÃas silenciosas.
El relato de Cambiemos es que se vive en una metrópolis bajo la dictadura de la corrección polÃtica. El gobierno representa a los que van de casa al trabajo y del trabajo a casa, versus una oposición que representa a los que van de casa a la lucha y de la lucha a casa. Este subrayado constante es su relato. Prácticamente no hay otro, ahà mismo ocultan su responsabilidad por Santiago Maldonado, en la grieta. Y la izquierda social muchas veces se lo hace fácil.
Un funcionario oficialista suele razonar amargamente: "Vino Cambiemos, hizo el ajuste, y luego viene el peronismo a repartir los frutos". Es una visión optimista: habla de siembra; pesimista también: asume la "vuelta" inevitable del peronismo. Creen en una parábola del grano de mostaza: este gobierno es una semilla chiquita, imperceptible, que dejará un árbol frondoso. Continuando en modo bÃblico, creen que el peronismo es la vÃbora en el árbol que le dice al niño pueblo: "mordé el fruto". El peronismo es la tentación. Es la paradoja de Cambiemos: un gobierno que alienta una economÃa de mercado y se vive peleando con los hábitos de consumo del querido pueblo argentino.
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Pues bien. ¿para que cuernos crearon, por ejemplo, la kampora y pusieron a maximum como lider de la misma?
Solo falta que maximum salga diciendo que los chochamus de la kampora tampoco son kerneristas y siempre fueron peronistas.